martes, 15 de abril de 2025

Comunidad de imbéciles

 Me quedo patitieso ante el empeño de tanta gente de pertenecer a una comunidad de imbéciles de ideas afines y proclamarlo a los cuatro vientos. Juro que he intentado comprender a las multitudes que aplauden los desvaríos más desagradables de Trump -el hombre mueca-, Musk, Milei o cualquier otro imbécil de fama internacional, pero soy incapaz. ¿Qué virus se ha inoculado en nuestra sociedad para que tanta gente adopte como modelo, como líder, como referencia a un imbécil? Ahí está el caso del rapero Kanye West, un imbécil que escribe mensajes diciendo: "Soy un nazi"; Me encanta Hitler; Hitler era taaaan fresco"; un tipo con enormes taras cognitivas que vende en internet camisetas con una gran esvástica; o que dice que su mujer se desnudó en los Grammy porque "la controla". Este tipejo tiene 34 millones de seguidores en X y ha vendido más de 100 millones de discos. Quizá la explicación para el aumento de la popularidad de los imbéciles es que, para mucha gente, son atractivos. Tienen confianza. Los imbéciles nunca se disculpan; la empatía es un "signo de debilidad". Los idiotas están orgullosos de sus prejuicios. Son desafiantes. Intransigentes. No debería sorprender a nadie que muchos "donnadies" mediocres e incultos anhelen ser idiotas. El imbécil ha reemplazado al "tipo fuerte y callado" como ideal masculino. Los imbéciles confunden la superioridad moral con la chulería y la violencia. Ahora la crueldad es un beneficio, el glaseado de un pastel hecho de odio. Supongo que ser un imbécil sienta bien, como rascarse el culo al levantarse. Además -lo dicen sus líderes- los imbéciles pueden hacer lo que quieran, cuando quieran. Ser un imbécil significa liberarse de conceptos como la honestidad, la verdad, el juego limpio y el deber. Para el imbécil, estás cosas son cursis y anticuadas tonterías woke. Estos imbéciles se pavonean en redes: su seguridad, su dinero, sus lujos, su chulería...; de ahí la fascinación que ejercen sobre los jóvenes. Los imbéciles se creen superiores a los demás, por eso interrumpen, se burlan, atacan sin piedad, juzgan y condenan a cualquiera que no les baile el agua. El imbécil es un ser irreflexivo que sólo se preocupa por sí mismo, un matón que se cree encantador, es decir, un idiota grotesco y egocéntrico. Ser un imbécil es una elección, como ser amable. Pero ser amable te obliga y te aleja del egoísmo, mientras los pendejos parecen pasarlo bastante bien jodiendo a los demás. Parecen vivir vidas seguras y no arriesgan nada. Ante la parálisis frente al tsunami de imbecilidad pienso en el futuro. Me preocupa. ¿Las generaciones venideras nos juzgarán por ser tan cobardes? ¿O se compadecerán de nuestras inseguridades paralizantes? Quizás nos maldigan por no haber hecho nada. Quizás nos llamen imbéciles. Pero, y si concluyen que ser un imbécil era lo mejor que podíamos hacer, que era más fácil que trabajar juntos para resolver los problemas del mundo. A lo peor ya militan en ese bando.

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