Casi sin darnos cuenta, aunque con la colaboración necesaria de mucho cenutrio militante que sólo deja de mirar el móvil para correr a depositar la papeleta ultra en la urna, nos han dado el cambiazo, sustituyendo la utopía por la distopía. Oigo a sesudos expertos pontificar que "la incertidumbre de no saber qué nos deparará el futuro ha jugado a favor de abrir la puerta a volcar en él nuestros temores". ¡Venga, hombre!, eso ha pasado toda la vida de Dios. No voy a decir cómo Óscar Wilde que "la incertidumbre es lo que nos cautiva, la bruma que hace que las cosas sean maravillosas", pero sí que no hay que confundir incertidumbre con miedo. De hecho los grandes cambios de la historia se han producido cuando las masas tuvieron la certidumbre de que nadie iba a cambiar sus miserables vidas y, paradójicamente, al no tener nada que perder, perdieron el miedo a intentarlo por sí mismos. Pero ahora el miedo es distinto. No es un miedo al presente, a que se perpetúe un estado de las cosas, es un miedo al futuro, es un miedo cobarde y egoísta que reacciona a una posible pérdida de privilegios. Pero la distopía se materializa cuando ese miedo lleva a poner tu destino en manos de los que, seguro, lo van a machacar. Ahí tenemos a un tipejo malencarado persiguiendo a niños de piel oscura y preparando la colonia de Guantánamo para convertirlo en una gigantesca cárcel para personas inmigrantes. Ahí tenemos a un nazi sionista exterminando a los palestinos con la pasiva complicidad de la "civilizada" Europa. Ahí tenemos al sociópata de la motosierra confirmando que sí hay plata para gasear y golpear a los jubilados -a los que esta apestosa excrecencia humana prefiere llamar "viejos meados"- y desmintiendo que el ajuste lo iba a pagar la casta. Ahí tenemos a la Princesa ultra de Chamberí, escupiendo a diario sobre las tumbas de los 7.291 ancianos que, porque "total, se iban a morir igual" ella favoreció que muriesen sufriendo indignamente con la condición de que no tuviesen seguro privado. Y su perro guardián miente y acusa en falso a los familiares; y sus cachorros fabrican documentales plagados de mentiras para exonerarse con la ayuda de la peña de jueces conservadores; y ella califica a las asociaciones de los familiares de “plataformas para retorcer el dolor” y a los fallecidos de "siempre la misma mierda"; y ni ella, ni nadie de su grupo ni de Vox, ha participado en una ovación espontánea que se ha dado a los familiares de los muertos de sus residencias. Y mientras, Musk vive obsesionado con la idea de que el ser humano se convierta en inmigrante en Marte. Lo ha dicho Varsavsky, íntimo amigo de Musk, propagandista de la ultraderecha, millonario y propietario de un imperio de clínicas reproductivas, en el programa de Iker Jiménez. Buen signo de la distopía que aquello con lo que antes nos echábamos unas risas sea hoy fuente de información política. Pero, en fin, los ultraconservadores no siempre son conservadores, cuando se trata de jugar con la vida de otros sí tienen la mente muy abierta.
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