La avanzadilla retrógrada ha encontrado un arma perfecta para justificar sus desmanes contrarreformistas: se trata del uso torticero de los delitos de odio y de ofensa contra los sentimientos religiosos. Con ello se adopta la pose de "ofendidito" para amedrentar y acotar la libertad de expresión de los que no son de tu cuerda ideológica. Veo mucho odio en muchas denuncias por delitos de odio. El odio se ha convertido en el negocio específico de los fachas, es un dispensador de esas urgencias que se ocupan de lo insignificante para que no se aprecie lo importante. Muchas denuncias por supuestas ofensas se relacionan con creencias y tradiciones. Cualquier propaganda gana eficacia si busca raíz en materiales tradicionales, para que no parezca propaganda sino reafirmación en "lo nuestro". La estrategia ultra incluye ser ofensores a tiempo completo pero presentarse a ratos como ofendiditos. Vociferan proclamas racistas, atacan los derechos de las mujeres, deshumanizan a los menores inmigrantes y lucen banderitas españolas; y creen que se les llama fachas por lucir banderitas españolas. Argumentan cutreces sobre la raza (¿), vituperan contra los homosexuales y proclaman el valor universal de la Cruz! pero creen que se les llama fachas por ser cristianos. No ven mal que se defraude a hacienda, ni desviar dinero a paraísos fiscales; no toleran la solidaridad con los más débiles y les importa un bledo que se destruyan los servicios públicos; pero creen que se les llama fachas por ser patriotas. No sé cuántas veces por hora hay que gritar vivas a España y santiguarse, ni cuántos centímetros de cinta de rojo y amarillo, escapularios o medallitas de la Virgen del Rocío hay que acumular para no sentir vejada a la madre patria o a mis creencias religiosas. Pero ojo con mostrar el más mínimo desacuerdo con patrias y creencias, aunque sea jocosamente. Por eso hay que caminar como pisando huevos para no ultrajar sin saber cómo algún símbolo patriótico o católico que mancille a esta nación que somos desde antes de todos los tiempos y su sacrosanta Cruzada. Lo que más me choca de tanta españolidad sobreactuada por conquistadores de low cost, de tanta creencia piadosa de supuestos fans de Jesús de Nazaret que destilan odio, es la horterada y el carácter bufo de su representación. Es la obligación previa de reaccionar con orgullo de raza, vanagloria de historia, dolor de patria y martillo de herejes ante símbolos infantiles y escenografías mustias de tanto manoseo ramplón. La patria y las creencias religiosas son como la modestia o la buena educación. Suelen ser más reales cuando no se hablan de ellas y suelen tener más presencia cuando no se las señala, cuando son más especia que ingrediente. Esa patria, esa religión, solidificada en reacciones sobreactuadas, sostenida en agravios fingidos y enemigos delirados, y escenificada por el mal gusto y la cutrez, es más una criatura disecada que algo con aliento. Así que menos ofensa y más defensa racional y comedida de nuestras ideas.
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