martes, 15 de abril de 2025

Transitando caminos

 Para espantar el desasosiego, la tristeza y el miedo de estos tiempos que corren, me he acostumbrado a transitar caminos abiertos que, como cicatrices, arañan el campo. Así que paseo por senderos azules y tibio. En ellos todavía queda mucha belleza a la que entregarse, mucha vida por cultivar y defender, muchas criaturas de las que aprender modos de habitar sin daño este Planeta. Por cierto, esta palabra, que proviene del griego, significa errante, vagabundo. Quedan también muchos procesos de vida simbiótica que imitar. He descubierto que la naturaleza es la "gran escuela". He descubierto que en ella radica la belleza y que nosotros sólo deberíamos ser espectadores de las otras criaturas, las otras especies. Con el paso de los días he ido entrenando los sentidos. Y éstos me han brindado el inmenso privilegio de contemplar seres que de otro modo nunca habría visto, aunque estuviesen delante de mis narices, bien porque permanecían inmóviles en sus miméticos escondites o, simplemente, porque el mayor ciego es el que no sabe ver y porque los animales silvestres son perfectamente conscientes de la ceguera, sordera e hiposmia de los prepotentes y vanidosos "animales" humanos. En general vamos por el campo como tontos, muchas veces ensimismados en nuestra nube mental absurda, absorbidos en las piruetas de ese mono loco y locuaz que habita nuestro cerebro con su cháchara inagotable. Perdiéndonos, de este modo, el espectáculo cuajado de belleza de la vida: los colores del paisaje, los cantos melódicos de los pájaros y las aguas, el silbido del viento, el aroma de las plantas, la vibración de la luz, la danza pictórica de las nubes… Y no digamos ya cuando paseamos con los cascos puestos, "chupando" móvil, oyendo música o más pendientes de la "ruta" que del camino. Estoy seguro que en esas situaciones hay ojos emboscados que nos observan y piensan, no sin cierta pena: “ahí va otro pobre imbécil y despistado animal humano”. No hace falta aclarar que las alimañas más peligrosas que hay en este ecosistema son las de dos patas y dos manos, aunque ya casi siempre una de ellas esté ocupada e inutilizada por el móvil, ese "inocente" artefacto del que extraje esta frase del paleoantropólogo francés Pascal Picq: "El hombre no es el único animal que piensa; es el único que piensa que no es un animal” ¡Así nos va!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.