Estupor. Consternación. Desconsuelo. A los que seguimos creyendo que la verdad es un valor positivo nos cuesta entender el porqué de tanta falsedad y tanta mentira. Me llevo las manos a la cabeza cuando escucho bulos, imposturas, como si el mundo se hubiera convertido en un chismorreo constante de gente infame. La información se ha convertido en una algarabía de taberna, en una conversación de patio de colegio, donde insultos y calumnias se suceden a golpe de titular. Trump alertando contra el paracetamol en embarazadas, las mentiras de Ayuso sobre la Covid o las de Mazón acerca de la Dana. Redes infestadas de noticias falsas, de imbéciles e ignorantes propagando bulos; medios de comunicación que manipulan, mienten y difaman con desparpajo, escupiendo injuria y desprecio. La ofensa, antes un exceso aislado, se ha convertido en norma, incluso en los parlamentos. Los gritos sustituyen el argumento, el escarnio ocupa el lugar del debate. Y las imágenes, propagadas como el fuego, nos producen un desánimo cada vez más profundo. Nada de esto es casual. Los que saben del tema hablan de expertos en imagen, comunicación digital y manipulación de datos que, a través de los medios, las redes sociales y la explotación de las emociones, moldean la opinión pública y reconfiguran el orden social. Estos "ingenieros" fabrican el desorden para canalizar mejor y en su propio beneficio la ira popular, desempeñando un papel decisivo en el ascenso de líderes populistas y el progresivo debilitamiento de las instituciones democráticas. Son cuervos oportunistas que se alimentan del desconcierto, la ignorancia y el miedo de ciudadanos que ven tambalearse su mundo, debilitado por la inoperancia de gobiernos que incumplen, una y otra vez, las promesas de un mundo más próspero y seguro. Muchos políticos se han convertido en bufones. Los defectos de los líderes populistas se convierten, a los ojos de sus votantes, en cualidades. Su inexperiencia es la "prueba" de que no pertenecen al círculo "corrupto" de las élites y su incompetencia es garantía de su autenticidad. El caos ya no es un accidente de la política, sino una estrategia. En una época de incertidumbre y cambios profundos, el desorden se instala y en estas aguas movedizas, el nuevo fascismo se muestra imbatible. Pero son como los cantos de sirena, esos seres marinos cuyo canto seductor ofuscaba la mente de los marineros y los llevaba al naufragio.
Vivir es intentarlo infinitas veces
domingo, 26 de octubre de 2025
viernes, 24 de octubre de 2025
80-85
Nada nuevo bajo el sol. En agosto de 1933, cuando los nazis ya estaban en el poder, la Federación Sionista de Alemania, el Banco Anglo-Palestino (bajo las órdenes de la Agencia Judía para Israel, ya entonces ubicada en Palestina) y las autoridades económicas de la Alemania nazi firmaron el Acuerdo de Haavara para "facilitar la emigración de los judíos alemanes a Palestina". Varios futuros primeros ministros israelíes como Ben Gurion, Moshe Sharret, Golda Meir y Levi Eshkol, lo apoyaron.
En un memorando de la Federación Sionista de Alemania al gobierno nazi del 21 de enero de 1933 declaraban (no tiene desperdicio): "En la fundación del nuevo Estado, que ha proclamado el principio de la raza, deseamos adaptar nuestra comunidad a estas nuevas estructuras (...) Nuestro reconocimiento de la nacionalidad judía nos permite establecer relaciones claras y sinceras con el pueblo alemán y sus realidades nacionales y raciales. Precisamente porque no queremos menospreciar estos principios fundamentales, porque también estamos en contra de los matrimonios mixtos y a favor del mantenimiento de la pureza del grupo judío (...) Los judíos conscientes de su identidad y en cuyo nombre hablamos, pueden encontrar un lugar dentro de la estructura del Estado alemán, pues están libres del resentimiento que deben sentir los judíos asimilados; (...) creemos en la posibilidad de unas relaciones leales entre aquellos judíos conscientes de su comunidad y el Estado alemán.
Este acuerdo priorizaba a los sionistas millonarios, cuyo capital era necesario para la colonización palestina, y dejaba a su suerte a las masas trabajadoras judías, quienes pronto se verían encerrados primero en guetos (y ya más tarde en campos de concentración). A cambio, los sionistas pactaron colaborar con el gobierno nazi y rompieron el boicot que otras organizaciones judías estaban llevando adelante contra la Alemania hitleriana, logrando que mercancías alemanas pudieran ser vendidas en Inglaterra, por ejemplo.
En Italia, Vladímir Jabotinsky, dirigente del sionismo revisionista y fundador en 1935 de la Nueva Organización Sionista, se mostró siempre dispuesto a colaborar abiertamente con Mussolini. Hasta tal punto que en 1934, en pleno gobierno fascista, logró el permiso de Mussolini para fundar la Academia Naval Betar en Civitavecchia. En ella se formaron los futuros dirigentes de la marina israelí y en aquel entonces incluso llegaron a combatir como cadetes junto a los soldados italianos en la invasión de Etiopía.
Cuando los nazis habían aprobado ya la llamada "Solución Final", en un memorando de 1943 del Comité de Salvación de la Agencia Judía, ésta declaraba:
¿Debemos ayudar a todos los que lo necesiten sin tener en cuenta las características de cada uno? ¿No debemos dar a esta acción un carácter nacional sionista y tratar de dar prioridad a la salvación de los que pueden ser útiles a la Tierra de Israel y al judaísmo?
Hoy, el apoyo financiero de distintos lobbys sionistas a todo tipo de grupos fascistas está ampliamente demostrado.
jueves, 23 de octubre de 2025
"Caramendi"
A ver si se enteran los incautos, todo derecho laboral y social se ha conseguido con lucha y jamás ninguno, ni uno solo, ha sido un regalo de la patronal. Ni de Dios bendito. A la CEOE le vieneal cualquier cambio. Que suponga una mejora de las condiciones de los trabajadores, se entiende. Se oponen a la subida de salarios, a la mejora del SMI, al control de las horas trabajadas, a la reducción de la jornada laboral, a la mejora de los permisos por maternidad, por fallecimiento de un familiar... A todo, coño, a todo. Esta gente no tiene nada que aportar al diálogo o la convivencia social. Para Garamendi controlar el horario laboral es totalitarismo, pero que te obliguen a hacer horas extras y después no pagártelas parece que es libertad. Lo que molesta a los empresarios no es el control horario es perder el privilegio de explotar el tiempo del trabajador. Intentar que se paguen las horas extra es para la CEOE autoritarismo e intervencionismo, aunque otros lo llamamos dignidad laboral. Lo que ellos llaman "libertad" significa "ningún derecho que moleste al patrón". Esta gente vive en su burbuja de privilegios y la vida de los trabajadores se la trae al pairo. El anterior presidente de la patronal acabó en la cárcel por blanqueo de dinero, alzamiento de bienes e insolvencia punible. El actual se ha subido el sueldo un 11% en los últimos 3 años y ahora gana casi 400.000 € al año. Un trabajor que perciba el SMI necesitaría casi 28 años de trabajo para ganar esa cantidad. Pero Garamendi dice que la gente no quiere trabajar y tacha de “ocurrencia” la ampliación del permiso por fallecimiento de un familiar cercano. Sólo le ha faltado decir que no debería existir permiso ni por fallecimiento propio y que, de producirse, debería ser causa de despido fulminante.
Capitalismo en vena
El capitalismo hace ya mucho que no tiene rival alguno. Es un monopolio y, como tal, impone sus reglas. La clave está en que ya no puedes elegir. Ya no necesita convencerte, te lo inoculan desde pequeño. En cada vez más países, los curriculum escolares incluyen talleres de “educación financiera” y “proyectos de emprendimiento”. Se enseña al alumnado a crear marcas, calcular beneficios, simular inversiones y planear negocios. No se habla de cooperación, justicia social o sostenibilidad. No, qué va. Se le habla de riqueza, rentabilidad, competitividad y liderazgo. La escuela deja de ser espacio de pensamiento crítico -así nos va- y se convierte en incubadora de futuros obsesos por el beneficio propio. Es como si en lugar de enseñar a leer, enseñaran a redactar contratos. En vez de aprender historia, aprendieran a adaptarla para mejor venderla. Por eso el capitalismo ya no necesita presentarse como ideología, ni siquiera como sistema económico. Ahora se disfraza de oportunidad, de juego, de falsa libertad, de necesidad vital, de competencia básica. Y lo más perverso es que ahora se reproduce sin esfuerzo. Como un virus bien diseñado, se replica en cada ciudadano que lo abraza sin saber que ha sido infectado. No importa si eres camarero, enfermera o profesor. El sistema te obliga a adaptarte a las reglas del mercado: A alcanzar objetivos, a mejorar resultados, a evaluar procesos, a planificar recursos... Y así, miles de ciudadanos aspiran a ser empresarios, emprendedores, microinversores, rentistas... La escuela, la salud, el arte, el deporte, la infancia, la vivienda, la espiritualidad incluso, todo esta impregnado del ADN del capitalismo salvaje. Hasta el amor y la amistad hace tiempo que se miden en utilidad. ¿Te aporta algo? ¿Conviene a tu proyecto o intereses? ¿Te ayuda a crecer? Si no, se descarta. El vínculo se convierte en capital social. El café con un amigo, en reunión estratégica. El afecto se administra calculando el retorno de inversión emocional. Es como si los abrazos, la confianza o la lealtad tuvieran cláusulas. Como si la confianza viniera con condiciones de uso. El capitalismo en vena no se nota. No duele. Solo te convierte en replicante.
martes, 21 de octubre de 2025
Trump es un reflejo
Gentuza como Trump no son una rareza, una anomalía. Son el espejo deformante de una sociedad enferma que ha convertido la codicia en virtud, la mentira en herramienta y la ignorancia en identidad. Sin el ruido de su circo, sin el jaleo de sus fieles, sin el apoyo de sus medios, no son nada. Si se le quita eso sólo queda la sombra de un rico sin principios, la caricatura de un empresario con alma de charlatán, la parodia de un hombre "hecho a sí mismo" con la fortuna de papá, la triste imagen de un bufón que se cree emperador. Pero no es una anomalía, es un síntoma. Su impostura, su patanería, su ignorancia, su soberbia, su engreimiento, su falta de escrúpulos... son un reflejo, la consecuencia visible de décadas de degradación cultural de una sociedad que ha validado la insolidaridad, el egoísmo, la falta de empatía, el racismo, el clasismo arrogante, la misoginia, el desprecio por la verdad, el odio al diferente. No sólo se valida, se defiende con la desvergüenza de los que tienen demasiado ego que alimentar. Su fuerza no nace del coraje, sino del ruido y el miedo. Camuflan su vulgaridad de autenticidad, dicen no tener complejos cuando lo que no tienen es humanidad, hablan el idioma de la furia y del resentimiento, porque saben que el miedo es más contagioso que la esperanza. Y en esa alquimia perversa la política se ha convertido en espectáculo y el espectáculo en profesión de fe. Son una vaciedad espiritual rodeada de capas de vanidad. No tienen convicciones, solo cálculo. No tienen ideas, solo reflejos de su propia imagen en el escaparate de sus ídolos. Todo gira en torno a su ego, y bajo la máscara de gente preocupada sólo late el vacío de personas incapaces de sentir vergüenza por lo que defienden y a quiénes defienden. Gentes que han olvidado lo que significa la dignidad. Trump es la advertencia de lo que ocurre cuando una sociedad, agotada de pensar y conocer decide entregarse al ruido y a la mentira con tal de no enfrentarse a sí misma.
¡Premios!
Los premios, todos los premios, empiezan a tener el mismo valor que una guitarra obtenida en una tómbola. Pensemos en el Nóbel de la Paz o en el Planeta, antaño premios de referencia y prestigio pero que hoy apestan más que una gorrinera. La vergüenza por el Nobel de la Paz ya es tradición. Pero, si se lo dieron a Kissinger -un genocida internacional experto en métodos de tortura- pocos días antes de ordenar el brutal golpe de Estado que encabezó Pinochet. Ahora se lo dan a una señora ultra que alaba la acción del criminal de Netanyahu por sus “logros” en el genocidio de Gaza. Lo de Juan del Val sólo sorprende a los incautos. ¿A quién pretendéis que se conceda un premio literario patrocinado por la misma empresa que venderá los libros, a un profesional de la literatura, pudiéndoselo dar a una famosa figurita mediática que trabaja para ti y que es presentado como "polémico" en vez de como cuñao y todólogo? Hasta la elección política de presidentes se parece a la concesión de premios. Y a cada cretino al que suben a un podio nos pillan con carita de idiotas. ¡Ojo, cuidado!, que ahora vienen los supercalifragilisticoprestigiosos premios Princesa de Asturias. Concedidos por una entidad privada que, a finales de 2022 tenía un patrimonio neto de 32,5 millones, gracias a los ingresos que le llegan de las administraciones públicas (13%), es decir tus impuestos (o creías que ésto lo pagan los Borbones), los rendimientos de su patrimonio (libre de impuestos) y los donantes del sector privado (73%), anónimos, aunque a juzgar por la composición del patronato, llena de banqueros y de consejeros de empresas del IBEX 35-, no es difícil adivinar quiénes son. Teniendo en cuenta que casi cualquiera de los premiados tiene mucho más prestigio internacional que la casa real española, es evidente que estos premios fueron pensados para que aquellos prestigien a ésta, y no al contrario. Es decir, no son otra cosa que la Corona absorbiendo anualmente el prestigio de los premiados, la monarquía premiándose a sí misma. Y, desde ya, tendremos que asistir abochornados a horas y horas de almíbar monárquico en las teles, convertidos -para la ocasión- en programas del corazón. Y así, entre bandas de gaiteros, "Asturias patrias queridas", paseítos por la alfombra azul, gente agitando banderitas, imágenes de la yaya en el palco, lecturas de discursos escritos por otros, visitas "de sport" al galardonado como Pueblo Ejemplar de Asturias y comentarios a tutiplén sobre la profesionalidad de la Emérita, la elegancia de Letizia, lo monísima que está Leonor, la complicidad con su padre "el preparao", lo liada que está la hermana y las monteras piconas, vamos completando otro publirreportaje.
lunes, 20 de octubre de 2025
La farsa de la paz
Lo que se ha firmado en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij no es un acuerdo de paz, es -ante todo- una farsa. Trump, esmerándose en ser imbécil, tras decir que lo que se ha producido allí es un hecho histórico, añadió: "Hemos necesitado 3.000 años para llegar a este momento". ¡Casi ná lo del ojo! Digo yo que fue terminar el reinado de Salomón, y dividirse el Reino Unido de Israel entre el de Samaria y Judea, y se montó un bochinche que, como ya anunciaron algunos preclaros profetas hebreos, sólo se solucionaría con la mediación de un rey sabio e inmensamente rico de pelazo anaranjado venido del oeste. Eso sí, en no menos de tres mil años.
Para mí, la principal consideración que invalida el término "paz" para referirse al acuerdo firmado es que la paz es algo que llega después de la guerra. Pero en Gaza -ya está bien de falsas equidistancias y eufemismos interesados- no ha habido una guerra. Lo que ha acontecido allí durante los últimos dos años ha sido una operación planificada de exterminio. De genocidio, según no pocos expertos y juristas internacionales que llevan décadas estudiante estos fenómenos de la aniquilación física y moral. Convendría que los medios fueran menos seguidistas de los grandes poderes políticos y económicos al etiquetar y valorar los conflictos mundiales y sus consecuencias, pero ese es otro tema.
Por otro lado este "acuerdo de paz" se ha llevado a cabo sin existir un armisticio. ¿Qué tratado de paz se negocia mientras una de las partes sigue asesinando? ¿Cuántas treguas conocéis donde una de las partes no deja de asesinar? ¿Cómo se implementa un acuerdo de paz cuando desde el minuto cero una de las partes exige cosas que sabe imposibles, amenaza, provoca, decide unilateralmente no cumplir algunos de sus compromisos y... sigue asesinando?
No, compañeros, a lo que hemos asistido en las últimas semanas ha sido a un ejercicio de lo que algunos expertos llaman la “diplomacia de la intimidación”, para definir a la "chulesca" actuación de Trump en la escena política internacional. El "Plan Trump" ni es de Trump, ni es un Plan. A lo sumo es una hoja de ruta alentada por un consorcio de intereses económicos y políticos para aliviar la que comenzaba a ser fuerte presión internacional contra Israel; hacer borrón y cuenta nueva respecto a los crímenes de "guerra" y delitos de lesa humanidad cometidos por Netanyahu y su gobierno (habéis visto que en el Plan se recoja nada sobre asunción de responsabilidades, indemnizaciones o reparaciones); proteger los "avances" territoriales e intereses sionistas y, finalmente, poder iniciar el gran negocio allí proyectado. ¿Por qué, si no, el "ceo" americano de la negociación ha sido el multimillonario yerno de Trump? La "ausencia de violencia" en Palestina es una oportunidad de negocio y el hijo y el yerno de Trump, con una banda de buitres amigos desean invertir cientos de miles de millones en el sueño familiar para edificar su Gaza Resort.
Aunque teniendo en cuenta que Melania acaba de dar una rueda de prensa oficial anunciando que mantiene un "canal abierto de comunicación" con Putin y que ha logrado que ocho niños ucranianos se reunan con sus familias, a lo mejor es que la diplomacia mundial está ya en manos de la "familia real norteamericana".
Creo que la pretensión de Trump de mostrarse ante el mundo como un “pacificador” que consigue, sólo con su genio, resolver los conflictos en los que otros invariablemente han fracasado, además de intentar justificar "su" Nobel de la paz y reforzar su imagen de superhéroe ante su populista público, se basa en una narrativa falaz e hiperbólica de unos acuerdos apresurados que las partes implicadas suscriben para no ser blanco del instinto vengativo del déspota.
Personalmente creo, siguiendo la idea del historiador israelí Ilan Pappé (que tuvo que exiliarse en Reino Unido ante el hostigamiento del Gobierno israelí, los académicos sionistas y las amenazas de muerte recibidas por su defensa del trato humanitario al pueblo palestino) que está farsa de paz pretende dar cobertura al “genocidio progresivo” o “por goteo” que viene practicando el sionismo desde hace décadas.
Pero claro, ante casi setenta mil muertos, las imágenes de cuerpos infantiles desfigurados, familias enteras aniquiladas, niños famélicos y núcleos de población totalmente arrasados, entiendo que haya en mucha gente un confuso y candoroso reflejo de esperanza ante un aparente final de la narrativa del horror impuesta por los genocidas. Está, además, eso que llaman la "fatiga de la compasión”, porque la persistencia en el tiempo, la "rutina", por muy macabra que ésta sea, acaba cansando. Y no olvidemos el poder de la propaganda, donde ésta se impone al rigor en la consideración mediática.
Este Plan sólo pretender continuar el genocidio progresivo; demostrar a los que han sobrevivido y/o regresado que su vida será mucho más miserable aún que la que soportaban antes del 7 de octubre; lograr que muchos acaben, exhaustos y sin futuro, abandonando Gaza a cambio de una miserable "gratificación" y permitiendo que una minoría permanezca como mano de obra barata que haga viable el plan neocolonial.
Y si esto es así la única reacción válida tendrá que ser una amplia y sostenida en el tiempo acción de protesta y oposición frontal de resistencia internacional a los intereses de Israel.