La maldad, disfrazada de desprecio y rechazo violento a las ideas y valores que no coinciden con los tuyos, cotiza al alza y se empieza a percibir como normal. En las redes sociales, esa maldad también arraiga, y se traduce en grosería, insultos, actitudes miserables y odio incontenible. Preocuparse por los demás sin interés alguno, ser pacifista, apoyar la ayuda a los más desfavorecidos..., en definitiva, no ser un perfecto egoísta, es denostado como "buenismo" por la extrema derecha, que cultiva el canallesco "sin complejos" para hacer lo que le venga en gana en cada momento e imponer su inhumana ideología. Decía Saramago que los fascistas del futuro no se parecerían a Hitler, no se disfrazarían de militares. Serían expertos en mentir sin escrúpulos para decir lo que la mayoría quiere oír. Hablarían de honradez, de trabajo, de familia, del orgullo de la patria, de buenas costumbres, religión y ética. Pero bajo esa apariencia se escondería el nuevo demonio que arrastraría a todos al odio y al enfrentamiento. Hoy, apoyado por el lobby homófobo, xenófobo, machista, racista y ultracatólico, el fantasma del fascismo recorre de nuevo Europa. En España, Vox habla ya de deportar a millones de personas; hombres, mujeres y niños. Muchas gente debería, primero, renunciar a su fe cristiana, segundo, dejar el egoísmo supremo y, después, leer un poquito de historia.
Vivir es intentarlo infinitas veces
martes, 8 de julio de 2025
lunes, 7 de julio de 2025
Ciudad e infancia.
Hablando con cualquier persona mayor de 50 años sobre su infancia, seguramente en sus relatos emerja un escenario común: en ella la calle era el lugar donde transcurría gran parte de su tiempo libre. Hoy, sin embargo, los juegos infantiles brillan por su ausencia y la calle se ha convertido en un lugar de paso para los pequeños. A veces, incluso, en un lugar poco recomendable. No es sorprendente, y ello tiene que ver con múltiples causas entre las que no tienen poco peso los miedos. ¿Si hay adultos dispuestos a convertir su casa en un búnker a base de puertas blindadas, cerraduras inteligentes, cámaras de vigilancia y complejos sistemas de alarma, cómo van a pensar que la calle puede ser un sitio seguro para sus hijos? Así, ver a una niña o a un niño solos en el espacio público resulta una anomalía, casi un motivo de denuncia. Pero es que, además, para este puñetero sistema su presencia en la calle se vuelve, en muchos casos, molesta: se impide su acceso a restaurantes y hoteles, se les prohíbe jugar a la pelota en las plazas y su simple presencia -solos- en un comercio resulta "sospechosa". La ciudad está pensada, cada vez más, para consumidores y los niños no lo son de manera directa. ¿Cómo se convirtieron las calles en espacios hostiles para la infancia? Todo apunta a un modelo urbano que excluye a la infancia. Ciudades diseñadas para que circule con facilidad y velocidad el vehículo privado, que arrinconan los espacios peatonales o los reserva al exclusivo uso comercial, que reduce los espacios de juego, circunscritos a parques y poco más, donde los niños tienen que compartir o competir por el espacio con los perros. Mientras, metro a metro, el espacio peatonal es colonizado por las terrazas que ya lo ocupan y acotan a perpetuidad. A esto se añade, en los barrios más deprimidos, un deterioro del espacio público que genera lugares atravesados por la violencia y la desigualdad. La invisibilización de la infancia en el espacio público sucede a la vez que se construye una narrativa tan idílica como cínica sobre el mundo infantil. Pero este relato tiene una cara sombría e inhumana, que oculta la voluntad de excluir a cierta infancia: aquella que proviene de los sectores más empobrecidos. Se trata, generalmente, de adolescentes y migrantes racializados, que son rechazados de plano. Recordemos el pánico moral que se ha creado alrededor de los “menas”, que llevó a Vox a pedir que se les prohibiese sentarse en las paradas de autobús en un barrio de Madrid. Es la criminalización de la infancia pobre. Para algunos el lugar donde debe estar la infancia es el hogar, el espacio privado, la fortaleza frente al miedo y el lugar más seguro para adoctrinar a voluntad.
jueves, 3 de julio de 2025
El tontico de todos los tiempos
Estoy hasta el gorro de esos periodistas de tres al cuarto que se emperran en demostrar que todo lo que sucede tiene que ser extraordinario. Menos ellos. Suelen ser impacientes, gesticulantes en exceso y gritones, disfrutan en lo superficial, no entienden mucho de casi todo y se creen muñidores de la maravilla. Y para demostrarlo acuden constantemente a expresiones del tipo "de la historia", "de todos los tiempos", "desde que se recuerda", "desde que hay registros"... El -llamémosle- tontico de todos los tiempos tiene algo de tontico de pueblo que mira pasar a la gente admirado, de numerólogo aficionado, palizas y cebador de gorrinos. El tontico de los récords cuenta todo en cifras y valora la importancia de cualquier acto por su importancia numérica. Más allá del número se queda sin argumentos. Si el asunto del que tiene que hablar no bate récords el tontico entra en pánico, se amustia y su noticia pierde brillo e interés. El tontico de todos los tiempos ha mamado de los "triunfadores" la visión empresarial del mundo. Sus referencias son los emprendedores y medio libro sobre Steve Jobs que se leyó un verano en la playa. Eso le ha hecho entender que el crecimiento lo es todo, que la esencia de las cosas no está en su naturaleza, sino en su volumen y cantidad. Lo importante es que el número de referencia supere al anterior. Por eso abusa de frases del tipo "más de diez mil personas.. .”, "el cincuenta por ciento más...", "de los que se tienen registros...". Hay una convicción en el tontico de todos los tiempos que dice que lo que no crece desaparece. Y es que el tontico no sabe que el tiempo es una cosa y "todos los tiempos" es otra más complicada. A fin de cuentas, el tontico de todos los tiempos quiere ser coetáneo del descubridor, conocido del conquistador, cronista de lo insólito y testigo de la hazaña. En el fondo tiene miedo al vacío y es víctima de una modernidad cuantificada. El tontico de todos los tiempos envía cartas de amor en un Excel. Y así le luce el pelo.
miércoles, 2 de julio de 2025
Fuenteovejuna
¿En qué momento los jóvenes, que en teoría deberían ser rebeldes y progresistas, se han tornado ultraconservadores? Al menos en materia política. Ello es posible porque, en política, uno no es solamente lo que piensa, ni lo que siente, ni lo que dice. En política, uno es -sobre todo- lo que consigue para los demás y lo que hace por los demás. Y claro, en un mundo cada vez más individualista, más egoísta, más ignorante... En Almagro se representa Fuenteovejuna, la obra donde Lope hablaba hace más de cuatro siglos de violencia, poder y justicia colectiva. De abusos, de cobardía, de miedo al poderoso, de mujeres que gritan... ¡Qué poco hemos avanzado! ¿Qué, por qué? Porque el Informe Juventud en España muestra que sólo el 41% de los hombres jóvenes apoya el feminismo. Un 23% afirma que la violencia de género es un invento ideológico. Lo que suponíamos pasado –el desprecio, la negación, el miedo disfrazado de superioridad– se revitaliza en redes sociales, dicho a boca llena por determinados referentes sociales. Lo peor, con todo, no es la ignorancia, sino el entusiasmo con que se repite. Los mensajes que niegan la violencia machista, que difunden la xenofobia o el ultranacionalismo, así como ideas retrógradas se extienden entre los jóvenes españoles. En la actualidad, la derecha es para una cantidad importante de jóvenes la opción más "rebelde" y "antisistema". ¿Se puede ser más ignorante y autolesivo?. Hemos creado generaciones que creen haberlo inventado todo pero ni siquiera han leído lo esencial. Pero el mundo, ya se sabe, no avanza en bloque. Hay quien, por ejemplo, continúa en pleno 1619. Unos quieren mejorar el futuro, otros descubren el fuego. Esperemos que ese fuego no nos queme a todos.
lunes, 30 de junio de 2025
¿Cómo que quién soy?
Ni 40, ni 50, ni 60, la que lo peta últimamente es la "crisis de los 25". Jóvenes perdidos que al llegar a esta edad sucumben a la presión por saber quiénes son, qué les gusta o cómo encauzar su vida. No les juzgo, a mí también me angustian esas preguntas. Yo también me pierdo preguntándome quién soy. Y eso que ya no me preocupa saber qué quiero ser de mayor. Tengo que decir que me han gustado muchas cosas, pero quizás no me ha apasionado ninguna. Al menos de antemano. Quiero decir que la categoría de los desorientados, entendida como aquella formada por los que no tienen una pasión vital que le corra por las venas desde pequeños, es mayoritaria. Nuestro rasgo más genuino es estar perdido. Yo prefiero prefiero definirme "por lo que hago" antes de "por lo que soy". ¿Ser?, ¿Cuándo? ¿Recién levantado, en un mal día, entre gente extraña, rodeado de amigos, haciendo lo que me gusta o soportando el truño mental de algún indocumentado? Me pregunto si esta crisis de personalidad de los jóvenes tendrá algo que ver con que no paren de mamar discursos en redes sociales que les animan continuamente a conocerse a sí mismos; con que la salud mental esté de moda. Pero cualquier fenómeno, al volverse popular, se transforma también en vaporoso y tiene el riesgo de ser dominado por "cuatro listos". Son esos que te cuelan en una sola frase la palabra “límites”, “autocuidado”, “priorizarse” o "apegos". Son los que están todo el día "gestionando" cosas y levantando "pilares de comunicación". El problema no es la turra, nivel texto de IA que te endiñan, es que el denominador común de todos estos términos es que hablan desde un Yo, para un Yo y pasando, también, por un Yo. Así acabaremos todos en astillados en nuestro propio ego pero, eso sí, con un máster en poner límites. No me sorprende que la chavalería se sienta perdida si para socializar tiene que tener tan en cuenta quiénes somos y qué necesitamos. Pero, coño, si yo sólo quiero quedar con los colegas a tomar unas cañas y contarles la lata que me está dando este padrastro.
sábado, 28 de junio de 2025
El verano es una mierda
Lo he decidido. Voy a crear una plataforma para presionar a las autoridades competentes con el objetivo de que el verano sea oficialmente declarado como una mierda de marca mayor. Hasta ahora su buena prensa se ha basado en otra de las malas pasadas que nos juega la añoranza. Es el recuerdo de nuestra vida de "estudiantes", cuando coincidiendo con el inicio del verano inaugurábamos unas largas vacaciones que duraban casi tanto como el estío. Más tarde, ya como mujeres y hombres de provecho, y siempre que tuviésemos un trabajo, nuestras vacaciones coincidían invariablemente con el verano. ¡Albricias, cómo me gusta el verano! No hombre, no te confundas, a tí lo que te gusta son las vacaciones, no trabajar, rascarte las pelotas a dos manos un tiempo prolongado. Por eso te pirras también por las navidades, la Semana Santa, los puentes, los findes y fiestas de guardar. No entiendo cómo la gente disfruta del verano, al margen de hosteleros, hoteleros, tour operadores, fabricantes de protectores solares, sombrillas de playa y frigopies. ¿Yo soy el raro por no querer estar sudando y peleándome a puñetazos con mosquitos todos los días? Llega el verano y toca levantarse a las 7 de la mañana a correr... A correr las cortinas, si no quieres que el sol haga arder las sábanas. Y ello después de una noche de perros, donde el calor te impide dormir y parece que te han atado la cama a una noria de las vueltas que das. La mañana la pasas enchufado al ventilador y al borde de la deshidratación. Si tienes que hacer algo en la calle que sea tempranito y por la sombra, que a las doce ya se pueden ver fulanos por la calle entrando en combustión espontánea. Y, por favor, no dejes el coche al sol si no quieres sufrir una desintegración térmica, graves quemaduras en las manos o una depilación por calor en la espalda. Y a partir de ahí, a encerrarse como un vampiro. Todo cerrado, las persianas casi bajadas y el aire acondicionado a tope. Así hasta que el calor quiera. Hay que estar desequilibrado para preferir el verano. Y un inconsciente para ver bondades en el "horario de verano", con "esas tardes tan largas y tan aprovechables". ¿Aprovechables? ¡Los cojones! Salvo que te dé gusto vivir como un ermitaño, encerrado hasta pasadas las diez, cuando sales a la calle a absorber el calor del suelo radiante. No sabes si te sientas en una terraza o en una parrilla. Y después están los efectos colaterales: los señores en pantalón corto, que, o parecen niños tontos o monstruos peludos; la cacofonía del ruido de las chancletas por el acerado y el traqueteo de las maletas con ruedas; piscinas atestadas, playas donde encontrar donde clavar la sombrilla es más difícil que sacar una oposición. Y está el soplagaitas que te dice: "Yo vengo a la playa a relajarme". El verano es, indudablemente, una mierda. Salvo para los que opinan que es mejor pasar calor en España que aburrirse en " La Ponia".
viernes, 27 de junio de 2025
Oda a la estupidez
Cada vez más me pregunto por qué siendo los humanos seres racionales, siempre ganan los malos. Y como no encuentro respuesta lo más razonable es hacer una oda a la estupidez, porque es inaceptable la discriminación que ésta sufre por los expertos como elemento explicativo de la realidad social. La idiotez -creo- es tan constitutiva de lo humano como la razón. El hecho de que la mayoría crea que el idiota siempre es el otro es un magnífico síntoma de estupidez humana colectiva. Esa mayoría piensa que pertenece al grupo bondadoso, solidario, dispuesto hacia el bien. Por muy hijos de puta que sean. ¿Por qué, entonces, las elites, los ricos, los medios, satanás, la banca o la clase política más miserable termina ganando siempre? Igual, no sé, quizá, es que somos idiotas. La idiocia es algo que nos describe como especie, algo propio, característico de lo humano. Y nuestra mayor estupidez es negar la imposibilidad de instaurar nuevos sistemas económicos y políticos, nuevos mundos, nuevas sociedades, pensando que la culpa de lo malo que nos pasa la tiene una minoría de malvados. La "mayoría" es fácilmente manipulable debido a una limitada capacidad analítica, racional y argumentativa en la que la estupidez es una propiedad masiva de todas las persona humanas, en tanto que humanas. Tan tuya, como mía. A no ser que seas un percebe. Y entonces da lo mismo. En fin, que la estupidez nos impide reconocernos como estúpidos. Aunque no es tan difícil. Parafraseando a Machado, es propio de estúpidos embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza.