Lo he decidido. Voy a crear una plataforma para presionar a las autoridades competentes con el objetivo de que el verano sea oficialmente declarado como una mierda de marca mayor. Hasta ahora su buena prensa se ha basado en otra de las malas pasadas que nos juega la añoranza. Es el recuerdo de nuestra vida de "estudiantes", cuando coincidiendo con el inicio del verano inaugurábamos unas largas vacaciones que duraban casi tanto como el estío. Más tarde, ya como mujeres y hombres de provecho, y siempre que tuviésemos un trabajo, nuestras vacaciones coincidían invariablemente con el verano. ¡Albricias, cómo me gusta el verano! No hombre, no te confundas, a tí lo que te gusta son las vacaciones, no trabajar, rascarte las pelotas a dos manos un tiempo prolongado. Por eso te pirras también por las navidades, la Semana Santa, los puentes, los findes y fiestas de guardar. No entiendo cómo la gente disfruta del verano, al margen de hosteleros, hoteleros, tour operadores, fabricantes de protectores solares, sombrillas de playa y frigopies. ¿Yo soy el raro por no querer estar sudando y peleándome a puñetazos con mosquitos todos los días? Llega el verano y toca levantarse a las 7 de la mañana a correr... A correr las cortinas, si no quieres que el sol haga arder las sábanas. Y ello después de una noche de perros, donde el calor te impide dormir y parece que te han atado la cama a una noria de las vueltas que das. La mañana la pasas enchufado al ventilador y al borde de la deshidratación. Si tienes que hacer algo en la calle que sea tempranito y por la sombra, que a las doce ya se pueden ver fulanos por la calle entrando en combustión espontánea. Y, por favor, no dejes el coche al sol si no quieres sufrir una desintegración térmica, graves quemaduras en las manos o una depilación por calor en la espalda. Y a partir de ahí, a encerrarse como un vampiro. Todo cerrado, las persianas casi bajadas y el aire acondicionado a tope. Así hasta que el calor quiera. Hay que estar desequilibrado para preferir el verano. Y un inconsciente para ver bondades en el "horario de verano", con "esas tardes tan largas y tan aprovechables". ¿Aprovechables? ¡Los cojones! Salvo que te dé gusto vivir como un ermitaño, encerrado hasta pasadas las diez, cuando sales a la calle a absorber el calor del suelo radiante. No sabes si te sientas en una terraza o en una parrilla. Y después están los efectos colaterales: los señores en pantalón corto, que, o parecen niños tontos o monstruos peludos; la cacofonía del ruido de las chancletas por el acerado y el traqueteo de las maletas con ruedas; piscinas atestadas, playas donde encontrar donde clavar la sombrilla es más difícil que sacar una oposición. Y está el soplagaitas que te dice: "Yo vengo a la playa a relajarme". El verano es, indudablemente, una mierda. Salvo para los que opinan que es mejor pasar calor en España que aburrirse en " La Ponia".
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