viernes, 28 de febrero de 2025

Dignidad en extinción

Va a haber que inventar nuevos adjetivos para definir a Trump, pues este esperpento tóxico se supera día a día con su comportamiento ignominioso. Este tipo sería sólo un multimillonario grotesco y fanático si no fuese porque le aplauden millones de otros fanáticos y, sobre todo, porque tiene poder para joder al mundo. Un tipejo que se ha encumbrado gracias a la enfermiza fascinación que la riqueza y el éxito personal a ella ligada ejerce sobre gente muy pobre en valores, en la que ha calado su discurso de odio disfrazado de "políticamente incorrecto". Este malnacido es un multimillonario megalómano y narcisista, que posee la peor de las ignorancias, que no es otra que la del que cree saberlo todo. Es un meganarcicista que se cree con el derecho de abrir su bocaza y decir lo que quiera por muy descaradamente asqueroso y odioso que sea. Cáustico, engreído, indecente y mentalmente incoherente. Un peligroso demagogo, que se toma a sí mismo por alguien superior, gracioso e imprescindible. Un mentiroso compulsivo, un difamador profesional que encuentra placer en insultar y maltratar a los demás. Habrá quien siga pensando que es un idiota, pero es mucho más que eso. Trump es un depravado con numerosos vicios. Es un idiota, sí, pero un idiota peligroso por su malévolo espíritu de saqueo y codicia, por su inclinación a la violencia ciega y bruta, por su irreflexiva y absoluta falta de respeto hacia toda persona y cultura ajena, por su continua burla a la verdad, porque todo en él es pura indecencia. No es el momento para muchas cosas: no es el momento para el optimismo, ni para felicitaciones, pero tampoco es tiempo de dar la espalda ni de limitarse a discursos eruditos. No son tiempos para pusilánimes, ni para equidistantes, ni para conformistas. Nos va el futuro en ello. Y no hablo de un futuro mejor, hablo de la simple existencia de futuro. No es momento de tragarse la rabia, ni de ignorar el odio, ni actuar de forma frívola o esconder la cabeza. No son tiempos de tener miedo porque el miedo que nos inoculan es el que nos ha traído hasta aquí. Tampoco son tiempos de ignorar las advertencias, porque se hace tarde, porque nos lamentaremos a posteriori o dejaremos que el pasado se convierta en nuestro destino. Son tiempos para recoger la bandera de todos los hombres y mujeres que, antes de nosotros y por nosotros, han luchado para defender la democracia, la auténtica libertad y, sobre todo, la dignidad. Eso es lo que nos jugamos, poder seguir viviendo con dignidad o someternos al modelo que quieren imponernos temibles, monstruosos y malvados personajes.

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