jueves, 26 de junio de 2025

¿Qué es corrupción?

¿Qué es corrupción?, dices mientras se clava en mi pupila tu camisa azul. ¿Qué es corrupción?. ¿Y tú me lo preguntas?. Corrupción... eres tú. "Este Gobierno es el más corrupto que ha tenido España", repite con frenesí Feijóo. "Sánchez es corrupto, el PSOE es corrupto", replica la derecha mediática con el tonillo reverberador de un coro de tragedia griega. Lo dicen con esa memoria selectiva, sectaria y podrida, capaz de ocultar la larga travesía judicial del PP: la trama Gürtel, la trama Púnica, el caso Nóos, el caso Palma Arena... Y las 30 causas que aún le quedan pendientes, donde se juzgará desde el amaño de adjudicaciones públicas al uso de fondos reservados para operaciones parapoliciales, pasando por el cobro de sobornos, planes urbanísticos ilegales, tráfico de influencias, financiación irregular... Y de la ultraderecha mejor no hablar. Con una corta trayectoria política y sin haber tocado poder, salvo el que procede del "chantaje" al que somete al PP en CC.AA. y Ayuntamientos, Vox ya puede presumir de que la Fiscalía Anticorrupción le investiga por presunta financiación ilegal y, en julio de 2024, el Tribunal de Cuentas le sancionó con una multa por financiación irregular. Macarena Olona -y muchos otros que la han seguido fuera del partido- ya acusó a su formación de ser “una estafa” y denunció lo que denominó “el negocio del patriotismo”. “Apesta a corrupción, hemos pasado del todo por la patria a todo por la pasta", dijo. Muchos opinan que la corrupción es consustancial al régimen del 78, o sea, que la Transición no pudo -o no quiso- acabar con la corrupción sistémica de la Dictadura. Yo voy más allá y sostengo que la sociedad española está podrida en este tema y permite que haya corrupción política. Sólo hay que mirar alrededor y ver cómo en este país la "picaresca", la trampa es el pan nuestro de cada día y el pequeño defraudador es casi un héroe popular. Al español no le preocupa la corrupción, salvo que eso sirva para hundir al adversario. Hay algo de banal y rutinario en el corrupto, un dejarse llevar, una conciencia laxa de estar haciendo lo que siempre se ha hecho sin mayor escándalo ni consecuencia. En determinados contextos la persona honrada y cabal es vista como a alguien dudoso e indigno de admiración. Aquí somos más de silencio tácito y cómplice camaradería frente al pequeño fraude. La corrupción no es una falla del sistema, sino el sistema mismo. Hay una corrupción que alcanza a la judicatura, sus lawfares de charanga y pandereta, sus imputaciones a la carta y su intervencionismo político. Hay empresas corruptoras que compran contratos. Las élites bancarias especulan y pagan con tarjetas black y engrasan todo un laberinto de puertas giratorias. Hay telepredicadores y traficantes de noticias falsas que se venden por un plato de lentejas. Pero si hasta los investigadores de la UCO suscitan dudas con sus operaciones opacas y sus oportunas filtraciones. Pero si hasta el Emérito tuvo que salir por patas entre indicios de cohecho, blanqueo y delitos fiscales. Los indignados por la corrupción se indignan en medio de un muladar en descomposición que siempre apestó a comilona de gusanos.

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