miércoles, 30 de julio de 2025

Palabras y fascismo

Uno no se levanta una mañana y decide asaltar el Capitolio de EE.UU. vestido de bisonte para defender a tu presidente "injustamente depuesto". Para llegar hasta ahí, hace falta ser muy imbécil y años de inmersión en un mundo paralelo, donde un gesto semejante se entienda como un acto heroico y no ridículo. Ese mundo es, hoy por hoy, fundamentalmente digital. Las redes trabajan, usando la manipulación y la mentira, por la contrainformación, al servicio siempre de realidades completamente ficticias, por no decir falsas. El robo del lenguaje es su táctica maestra. Hablan de "libertad" mientras construyen estados policiales, blindan fronteras, quieren prohibir el matrimonio homosexual, censuran libros y obras de teatro y organizan cacerías contra los inmigrantes. Usan el término "justicia social" para justificar deportaciones. Hablan de "familia" para aniquilar derechos LGTBI. Ultrajan a las mujeres asesinadas por sus parejas negando la violencia de género Y usando el eufemismo "violencia intrafamiliar ". Y gritan "feminazi" o machirulo para ridiculizar a las mujeres que luchan por sus derechos. Hoy las derechas han aprendido a usar el lenguaje para su propio proyecto reaccionario. Ahora se disfrazan incluso de revolucionarios, de antisistema, de pueblo indignado. Pero debajo del disfraz siguen queriendo lo mismo: desmantelar derechos, blindar privilegios y eternizar el miedo como forma de gobierno. En todos los sitios siguen el mismo manual: Vox se presenta como la voz de los olvidados, pero vota contra limitar los precios del alquiler y contra subir el salario mínimo. Trump se erige como campeón de la clase obrera, pero prioriza bajar impuestos a los multimillonarios y destroza los sindicatos. Milei dice luchar contra la "casta" mientras privatiza lo público a manos de especuladores de élite. No están en contra del poder, solo quieren hacerse con él, venderlo a los poderosos y parasitarlo a perpetuidad. Como siempre han hecho. Colaboran para mutar el capitalismo en tecnofeudalismo y sus populismos autoritarios se hacen pasar por alternativas. El resultado es un "fascismo blando" que no necesita represión directa porque ya ha ganado la batalla del sentido común. La gente vota contra sus intereses porque es ignorante, pero también porque le han enseñado a nombrar la injusticia con palabras que le agradan. La razón y la decencia será aplastada, no por las urnas, sino por las palabras. Y entonces el silencio no será una metáfora: será nuestra tumba.

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