miércoles, 23 de julio de 2025

Palabras y encabronamiento

Me inquieta pensar que el don de la palabra ha acabado siendo para el ser humano una condena. Personalmente estoy harto de la gente que grita, que descalifica, que, a falta de ideas, agrede con la palabra, que no baja la voz, que amenaza, que hiperventila y da la sensación de estar siempre al borde del infarto o de lanzarse a la garganta del otro, que siempre es el que no le da la razón. Desgraciadamente estás empiezan a ser las voces predominantes en los taxis, en los puestos de los mercados, en los bares, en las teles, en los tajos... Parece que hay gente que está muy cabreada con todo. Por supuesto, con el "Perro", pues por encima de asesinos genocidas en activo, mandatarios responsables de crueles guerras, de chantajes globales, de persecuciones a las minorías, de sociópatas con motosierra o de fascistas varios asentados en el poder, Sánchez es la mayor personificación del mal de todos los tiempos. El problema es que hay gente que está muy cabreada en la doble acepción del verbo cabrear: Enfadar o poner de mal humor a alguien; y meter ganado cabrío (o borregos, en este caso) en un terreno. Están muy cabreados con el mundo, con la calle que pisan, con sus vecinos, con sus jefes, con sus condiciones laborales y hasta con su existencia. No suelen ser los que tienen peor suerte vital, pero si los que más contribuyen a que el mundo empeore. Son gente cuyo egoísmo les ha llevado a extraviar su ética, que ignoran deliberadamente que hay una forma de comportarnos, de ser, de existir que nos hace mejores y sirve para que los demás también lo sean. Son gente que apuesta por la envidia, la maledicencia, la altanería insultante, el egoísmo y el odio, ese que cada día se hace más evidente en la mayoría de los "foros" donde hay más de cuatro personas y no todas piensan lo mismo. En el mejor de los casos son gente que ha sucumbido a los cantos de sirena de los voceros del poder más rancio e inhumano. Esos que practican a diario la ira, el desprecio hacia la opinión y la acción de los demás, la rabia por imponer sus ideas utilizando la mentira, el insulto, la descalificación, la amenaza y el apocalipsis. Oír a Losantos, a Vicente Vallés, a Carlos Herrera, a Ana Rosa Quintana, a Nacho Abad, a Antonio Naranjo, a Iker Jiménez y a tantos otros, está llevando a mucha gente a convertirse en orcos, en sanguijuelas, en patriotas que jamás sabrán qué es la Patria ni quienes sus Compatriotas. ¡Cuánto amor basado en el odio! ¡cuánto encabronamiento interesado! ¡cuánta Patria vacía!

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