La conciencia de clase ha desaparecido porque el sistema ha conseguido que parte de la clase obrera reniegue de pertenecer a ella y se comporte de manera grotesca y autolesiva. Muchos cuasi mileuristas compran marcas falsificadas en el mercadillo fingiendo un poder adquisitivo que no tienen; se entrampan para conseguir lujosos coches; o se van de crucero porque eso es lo que ha de hacer un ciudadano "de bien". Imitan a "los de arriba" pretendiendo aparentar una posición social que ni tienen ni tendrán. Y para ello llegan incluso a votar a los partidos que defienden los intereses de los ricos y les perjudican a ellos mismos. Apoyan a partidos cuya agenda es sobradamente conocida: privatizar la sanidad y la educación; especular más si cabe con la vivienda; rebajar los impuestos a quien más tiene; en definitiva, aniquilar las políticas sociales y eliminar los mecanismos redistributivos que condujeron a la formación de las clases medias. Está en todas partes: una maestra jubilada cuyas hijas son funcionarias vota recortes en el empleo público; un médico que trabaja en la sanidad pública vota para desmantelarla; un camarero agotado tras jornadas de diez horas por las que cobra una miseria grita que la culpa es de los inmigrantes y, cuando se abran las urnas, emitirá su papeleta por el grupo que lleve el odio y la xenofobia en su programa... Pasamos de una España de proletarios a otra de propietarios. Milagrito sea que muchos de estos pequeños propietarios y sus hijos no nos lleven ahora, con su voto, a crear una de desarrapados desprovistos de lo más básico.
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