¡Extra, extra. La derecha española ha redescubierto la ética pública! Y lo ha hecho con una pasión casi mística. Su defensa se ha convertido, para ellos, en un mandato casi divino. Sus portavoces -el de diario, la de fin de semana y los de vacaciones y fiestas de guardar- se proclaman guardianes de la transparencia, se rasgan las vestiduras en sede parlamentaria y, con el dedo en alto, exigen dimisiones inmediatas, purgas políticas y juicios mediáticos ante cada sospecha —real o inventada— que roce al Gobierno. Al de la nación, no a los autonómicos o locales que ellos presiden. Esta indignación repentina parece haberse activado tras un profundo ejercicio de amnesia colectiva: la que borra de la memoria todo lo relacionado con Bárcenas, los sobres en B, la sede de Génova reformada con dinero negro, los condenados de la trama Gürtel, las ranas de la "charca" de Esperanza Aguirre y ese largo catálogo de corrupción estructural que convirtió al Partido Popular, de Valencia a Galicia, pasando por Madrid, en el primer partido condenado por corrupción en España. Y ahí tenemos a Feijoo, un tipo que tiene como tarjeta de presentación una foto en el yate de su amigo Marcial Dorado, un conocido narco gallego, llamando a poner fin al Gobierno de Sánchez, al que tacha de mafioso y corrupto. Ahí tenemos a la presidenta de la Comunidad de Madrid -antecedida por Ruiz-Gallardón, investigado en el caso Lezo; Ignacio González, que fue a prisión por este mismo asunto; Esperanza Aguirre, que dimitió acosada por la trama clientelar corrupta que la rodeó; Cifuentes -la ladrona de cremas- señalada por la Guardia Civil por cohecho y prevaricación en el caso Púnica- defendiendo frente al Gobierno la "pureza, pulcra objetividad y virginal honestidad" de la UCO un rato después de fichar al "capitán Bonilla", un ex miembro de la "UCO patriótica" que habla de "hacer desaparecer a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias; matar a los rojomorados; o usar a algún sicario venezolano para ponerle a alguno una bomba lapa en los bajos". Y así nos olvidamos del caso Avalmadrid, que afecta a los padres de Ayuso; del asuntillo de las mascarillas que implicó a su hermano y de los delitos de fraude fiscal, facturas falsas, corrupción en los negocios y administración desleal que se le adjudican a su novio. Y Mazón, en un mitin para incondicionales, presume de sus pactos con la ultraderecha y tiene los santos cojones de decir que los valencianos están cansados de esperar las ayudas prometidas por el gobierno. Y lo dice él, que en una situación crítica de alerta roja se fue de comilona y lo estuvieron esperando durante horas para emitir una alerta mientras morían más de 200 personas. Como digo, amnesia selectiva y colectiva.
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