lunes, 5 de mayo de 2025

Preparacionistas y conspiracionistas

Me sorprende que durante el apagón y la amenaza del subsiguiente colapso civilizatorio no haya salido nadie con el cartelón de "El fin está cerca" y dando campanazos, sólo ha habido gente comprando latas de atún, botes de tomate frito y paquetes de macarrones a espuertas. Todo está cambiando. El majara clásico del fin del mundo tenía su encanto. Su extravagancia estaba a la altura de su chaladura: calendarios cabalísticos, buen rasurado craneal y el carné de socio de alguna secta que antes o después celebraría una fiesta con chupitos de cianuro. Ahora están de moda los preparacionistas, unos fulanos con almacenes de víveres y pertrechos por si se va todo a la mierda. La cosa no tiene ningún glamur: un sótano lleno de pastillas potabilizadoras, fósforos, navajas, walki talkis y la comida que tendría en la despensa un universitario para todo el curso. Si no se ven por la calle es porque tiene que ser difícil pasearse por la Castellana con una mochila gigante, un casco de minero y dos paquetes de papel higiénico sin llamar la atención. Además yo les diría: Si todo se va al traste, ¿para qué demonios quieres alargar la agonía? Si la alternativa a la muerte es subsistir en una choza alimentándome de escarabajos asados en un camping gas, barritas energéticas y beberte tu orina pasada por un filtro de café, prefiero caer fulminado tan pronto suene la primera trompeta del apocalipsis. Sinceramente, el armagedón tiene pinta de ser una cosa incomodísima y, mira, yo no estoy hecho para alimentarme de fabada de bote ni para compartir agua de un charco filtrada con un calcetín. Además, imagínate una humanidad compuesta por "survivalistas" de esos: pijopaletos vestidos con conejos desollados y señores en la crisis de la mediana edad que en vez de comprarse un Volvo se han gastado los ahorros en latas de melocotón en almíbar. Quita, quita. Pero yo temo más a los conspiranoicos, porque son cada vez más y están deseando despertarte de tu ceguera. Tarados de estos los hay a espuertas. Ahora está de moda la conspiranoia católica. El perfil de estos sujetos es pintoresco: se pirran por los mensajitos de la virgen y los difunden dando la matraca, tienen una gran capacidad para mezclar churras con merinas (los reptilianos con el concilio vaticano segundo, por ejemplo) e ignoran los rudimentos más elementales de la hermenéutica histórica de los textos sagrados. En resumen, mientras que el iluminado clásico se limita a leer cosas en Telegram y en foros de Cuarto Milenio, estos tienen un plus: a ellos se lo ha dicho María Santísima, bien en persona o transfigurándose en una loncha de chopped. Son expertos en hacer silogismos estúpidos y falaces y en auto victimizarse. Así se ven como mártires porque consideran que los católicos están perseguidos a nivel global y, por otra parte, animan a quemar mezquitas y prohibir las demás religiones. Son los mismos que un día niegan el holocausto nazi o lo consideran una chiquillada y, al siguiente, están dispuestos a ahorcar políticos porque no les dejan tomar un cortado mientras se fuman un cigarro dentro del bar. La estupidez sobrevenida es peor que la heroína. La última vez que cogí un taxi dije al conductor: ¡vaya calor!. El tipo me miró por el retrovisor y me dijo: "claro, Dios está distraído y el clima lo controlan los chinos"

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