jueves, 8 de mayo de 2025

Habemus papa

Me refiero a ese reality show que consiste en que a una peña se la encierra en un espacio común, aislada del mundo, sin móviles, sin internet, pero con millones de personas pendientes de lo que hacen. ¡Que no, que no hablo de Gran Hermano! Me refiero a las reuniones del cónclave. Pues eso, que me inquieta: 133 "tíos" vestidos con largas faldas de color púrpura y una sobrepelliz suelta de lino blanco bordeada de encaje; el uso de la frase "Extra omnes" antes de cerrar las puertas de la Capilla Sixtina para iniciar las reuniones; la invocación de ayuda al Espíritu Santo; la parafernalia para emitir cada voto; el que un escrutador perfore cada papeleta con una aguja y las enhebre con un cordel rojo; que después de que los auditores verifiquen el conteo se quemen las papeletas en una estufa portátil y el humo salga por una chimenea más propia de una choza que de la Capilla Sixtina. Antes se aplican recetas químicas para que el humo sea blanco o negro y, todavía antes, el proceso requiere de "dos fuegos artificiales a medida", ensayos de pruebas de humo y bomberos en estado de alerta. En fin, que necesitamos espectáculo y entretenimiento para que la rueda de hámster en que vivimos no deje de girar, al menos entre desastre y desastre, en esos intervalos donde el deporte nacional es buscar a quien echarle la culpa de lo que nos pasa. Los medios logran que además de los católicos de pedigrí, ateos, agnósticos, socialdemócratas, anarquistas, anticlericales, maoístas, marxistas, leninistas, escépticos, pasotas y mediopensionistas anden preocupados por el resultado del cónclave, como si en el fondo les importara lo que allí pasa. Es la politización infinita, la que convierte todo en política para cebar el enfrentamiento ideológico, el choque de diferentes formas de entender el mundo. Y mientras, miles de personas permanecen de pie en la plaza de San Pedro, móvil en mano, apuntando a una chimenea para no perderse una sola imagen de cuando salga la fumata Blanca, en lo que ellos creen que será uno de los tantos momentos históricos irrepetibles que, según nos dicen, acaecen cada día. Pero lo histórico no está en el hecho en sí, sino en la narcisista idea de que "yo" estaba allí para grabarlo. Yo modernizaría la elección, aunque no tengo claro si sería mejor el modelo Gran Hermano, con nominaciones y expulsiones diarias de cardenales, o el modelo de Eurovisión, con voto del jurado de cada país católico y voto popular, aunado en una emocionante ronda de votaciones: "guayominí, di puán; and twelve points goes to... Fridolin Ambongo"... ¡Hostia, un Papa Negro! Esto es el fin del mundo, el juicio final, el "acabose".

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