sábado, 3 de mayo de 2025

Aquí somos mucho de...

Empiezo a estar hasta el gorro de esa publicidad emocional, ñoña, manipuladora y falsamente conmovedora que apela al más pueril sentimiento identitario. Son anuncios que, invariablemente, contienen el término "somos", aunque en realidad sólo pretende que el individuo imite una supuesta forma de ser colectiva. Nada extraño si tenemos en cuenta que vivimos en el tiempo del "yo" y creemos que cada uno de nosotros somos los únicos responsables de nuestro destino. Da igual lo que intentes vender. "En este país somos muchos de encontrarnos..., la vida es mejor cuando nos encontramos", nos contaba Mahou en 2023. ¿Para cuándo el lema "cerveza fría y anarquía", o mejor, "Más botellines como éstos y menos impuestos"? Ya antes, Whisky DYC lanzó su campaña "Orgullosos de lo que somos". "Disfrutar de nuestra comida. Pasar tiempo con los nuestros. Celebrar. Ser parte de algo. Salir ahí fuera. Somos un país al que le encanta vivir... Somos un país lleno de vida como para perderla en la carretera". Casi "ná" lo del ojo, y lo tenía la DGT en la mano". Y el que me resulta surrealista: “Aquí somos de hablar muy alto”... para venderte Lizipaina. ¡Acabáramos. Qué daño ha hecho el Instituto de la felicidad de Coca-Cola! En fin, hace tiempo que la mayoría de la publicidad ha dejado de ser útil para el consumidor, y no le ofrece información fiable para decidir los bienes o servicios que más le convienen. No busca convencer, sino seducir y manipular emocionalmente para provocar deseos de compra. A ver si el personal se da cuenta de que no hay banco que piense en las personas, o que "mi vecino Jose" es un quintacolumnista de la banca online, tan falso como un billete de 15 euros. El daño que este modelo de publicidad hace a los jóvenes es monumental, pues es capaz -incluso- de marcar su modelo de vida. Ahí tenemos el ejemplo de los macrofestivales, un modo como otro cualquiera de romantizar el hiperconsumo basado en el "buenrollismo" y en el "ésto es lo que lo peta colega". Me preocupa que incluso la forma de construir relaciones sociales, así como el lugar desde donde estas se producen estén en manos de nichos de negocio. Si queremos cambiar los pilares de este mundo no podemos permitirnos seguir pensando el ocio o el consumo como algo impuesto, como un territorio ajeno a la auténtica toma personal de decisiones.

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