El gran mal de nuestros tiempos -del que se derivan otros muchos- es la polarización, animada por la llegada al poder de gentes no precisamente de bien, expertos en imponer el sectarismo y difundir el odio mientras desmontan el sistema de conquistas sociales, derechos y principios morales que sustentan la convivencia pacífica. Trump, en un acto de supremo ejercicio de xenofobia, acaba de prohibir a Harvard matricular a estudiantes extranjeros con el estúpido argumento de que "fomenta la violencia, el antisemitismo y la coordinación con el Partido Comunista Chino". Pero ya todo vale y mucha gente traga y aplaude. Además ha acusado a la universidad de Columbia de "una deliberada indiferencia ante el entorno hostil que enfrentan sus estudiantes judíos". No hay que ser muy listo para darse cuenta de que esto va de atacar los nichos de pensamiento racional y de defensa del genocida estado de Israel. A cambio, Netanyahu, el máximo responsable de miles de crímenes de lesa humanidad, anuncia que compañías estadounidenses privadas comenzarán a distribuir alimentos a los palestinos de Gaza en los próximos días. Así crea niños de negocio para su aliado y puede seguir negando la ayuda humanitaria cuando en Gaza ya han comenzado a morir de hambre. En España la poca sospechosa de wokismo Conferencia Episcopal ha emitido un comunicado pidiendo la paz en Gaza, un lugar donde "personas mayores, menores y familias supervivientes están ya muriendo de hambre". Tacha de "incoherencia total" con el cristianismo permanecer indiferente ante esta situación y reclama que los Estados impongan sanciones a quienes no respetan el derecho internacional humanitario, el cese del rearme y un embargo militar integral. Con ello dejan en muy mal lugar a las derechas patrias, encabezadas por Ayuso, que defiende sin matices el "derecho" de Israel a atacar Gaza y Líbano y se erige en gran defensora del genocidio sionista intentado acallar cualquier crítica con el manido y falaz argumento del antisemitismo; y Abascal y sus hordas. El de Vox, que ya fue hace un año a Jerusalén a "besarle el culo a Netanyahu", defiende abiertamente el genocidio israelí y, de camino, culpabiliza a Sánchez. Numerosos estudios han demostrado que la polarización política afecta a los niveles de atención y razonamiento lógico, a la memoria y atiza las emociones negativas. Es una fuerza destructiva que simplifica temas complejos, profundiza las divisiones sociales y elimina el diálogo constructivo. No sólo divide a la sociedad, sino que aumenta los sentimientos de hostilidad y odio, destruye los vínculos de confianza en el otro y contribuye a la ruptura social. En definitiva, destruye la capacidad de construir una sociedad mejor y nos conduce al abismo. Hoy es Gaza, mañana puede ser cualquier colectivo del que formes parte.
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