domingo, 31 de agosto de 2025

¿Otro héroe que no lo es?

En su aconsejable libro "Si esto es un hombre", Primo Levi menciona el caso de un presidiario en Auschwitz que, pese al terror cotidiano del campo de concentración, casi se podía decir que era feliz. Dentro de la pesadilla, aquel hombrecillo pequeño, feo y contrahecho, defenestrado para la vida social, sabía sobrevivir mejor que nadie, y eso daba sentido a su vida, lo situaba por encima de los demás en su misma situación y le proporcionaba una senda clara. Eso le llevó a simpatizar con sus verdugos nazis que, sin querer, habían dado un sentido a su vida. He considerado siempre héroes a los supervivientes de Auschwitz. Pero hay algo que me inquieta. Si sobrevives al infierno, la sabiduría emocional es un premio merecido, una sabiduría que preferirías haberte ahorrado, claro, pero sabiduría en mayúsculas. De hecho, algunos supervivientes de Auschwitz alcanzaron tal grado de sabiduría que terminaron suicidándose. No en el Campo -donde sólo podían pensar y actuar para sobrevivir-, sino cuando tomaron conciencia de que quienes -como ellos- habían logrado salir vivos no siempre fueron los más nobles, ni los más humanos, ni los más honestos. A esos se los había tragado el nazismo. Las reglas del campo de concentración eran tan perversas que castigaban cualquier virtud humana. Así, la trampa, la maquinación, el egoísmo se volvían necesarios para aguantar un día más, una hora más, un minuto más. Había que robarle las botas a aquel, la comida a este otro, delatar al compañero. Tú te salvabas, pero ellos morían. El superviviente arrastraba una losa: la culpa. Esto me inquieta mucho porque me puede llevar a destruir a un héroe, a otro más. Por eso me refugio en la idea de que quién soy yo para juzgar las acciones de los que, en el infierno, jugaban cada día una partida con el horror y la muerte.

Objetivo: auto machacársela

La vida, al final, es un regalo que solo adquiere dimensión con la nostalgia, cuando se va quedando atrás. Pero, antes, necesita también cobrar sentido mediante un propósito. Si no, todo es confusión y zozobra. Hasta aquí, todos de acuerdo. Menos, quizá, los negacionistas del acuerdo. Todo el mundo necesita construirse un camino, aunque sólo sea por razones de supervivencia. El problema es que hay personas dispuestos a destruir lo que sea, a pisotear a quien sea, con tal de construirse un camino. Supongo que prefieren atacar poblaciones o países, asesinar inocentes, matar a niños de hambre o joder al prójimo antes que ir al psicólogo. Todas las atrocidades del mundo tienen detrás el plan de vida personal de algún personaje turbio, aunque la sangre derramada se justifique con palabras grandilocuentes: seguridad, patria, libertad. Palabras que en su boca permanecen vacías de contenido y apestan a cinismo. Esas personas creen estar persiguiendo un objetivo, pero en realidad son adictos al camino, aunque sea a costa de los demás que, casi siempre, son los más débiles, lo que confirma su corrupción moral y su naturaleza cobarde. El camino -el suyo- les conforma. Lo único que deberíamos pedir, salvo fuerza mayor, es que ese caminar en busca de un sentido vital sea pacífico. Aspirar a escribir novelas que no interesan ni a tu familia, por ejemplo, es un objetivo plausible, pues sólo generas daño emocional en círculos muy reducidos. Yo sólo espero que cuando vea a uno de estos desalmados con dos piedras en la mano su objetivo vital inmediato sea auto "machacársela".

Otra vez intentando escribir sobre Gaza

Dijo Chantal Maillard, premio nacional de poesía y filósofa: "Escribo para que el agua envenenada pueda beberse”. Pero, cada vez más, me pregunto si puede de verdad la escritura limpiar lo emponzoñado, depurar el mal. Poner sobre lo atroz el foco de la lengua nunca es suficiente. El decir no transforma aquello que ilumina. No modifica la realidad material. El decir de cada uno, eso aislado y pequeño que sale de las bocas o las teclas, por más que nuestra voluntad sea otra, no va a cambiar el mundo. El único modo de amplificar una voz lo suficiente para que pueda ser escuchada es sumarla a otras voces, diluirla en un coro. Sin embargo, algunos escribimos (si a esto que yo hago se le puede llamar escribir). Quizá lo hagamos bajo el disfraz de la salvación o el compromiso, pretendiendo a menudo que eso nos exima de nuestra propia ruina moral. Al menos, que nos distancie de quienes no están diciendo nada. O como un escudo que consiga apartar los golpes con que nos sacude la realidad. Visto así, a veces pienso que empecé a escribir para dar respuesta a las preguntas que me trituran y me tajan el cuerpo; para darle a la mente suelo y tiempo; para desviar el filo de la realidad de mi carne. Pero ¿qué pasa con los cuerpos de los otros, con los cuerpos que están siendo sajados por ese mismo filo sin poderlo esquivar? Me planteo estas cosas al tiempo que me propongo escribir sobre Palestina, otra vez. Maniobro con mis contradicciones, sospecho de mi propia intención. Vivo doblado sobre mí. Me encojo para intentar librarme de la culpa. Rememoro todo el tiempo imágenes terribles, como si sobreexponerme al horror lo pudiera evitar. Trato de convencerme de que en esta militancia de andar por casa el monstruo decrece. Pero sé que no es verdad. Y a pesar de lo inútil, persisto en el gesto, aunque sé que se vuelve aspaviento en la insistencia y que, por mucho que persevere, no logro ni aliviar su inutilidad porque lo único que no admite duda es que el mal sigue creciendo.

viernes, 29 de agosto de 2025

Proyecto agosto

Lo confieso, por mi apuesta por la rebeldía, por ir a la contra, por alterar las estadísticas de la gente que sigue a Vicente, he decidido -a punto de acabar agosto- hacer una lista de cosas que puedes hacer en agosto. Y me ha salido la siguiente parida: Autofabricar horchata. Meditar sobre por qué un Dios bondadoso hizo seres capaces de sudar. Fingir que vas a leerte, por fin, el Ulises de Joyce. Comer higos frescos; a ser posible, robados. Fantasear con las refrescantes lluvias de octubre, calar sandías y melones en el supermercado, dormir hasta que el puto calor te despierte. Sentarte en el jardín -como concepto general- al caer la tarde, fumar tabaco aromático, llevar sombrero panamá, calzar alpargatas y respirar el aire salino de la costa. Desmenuzar con las manos salmonetes fritos, rechupetear coquinas, dormir siestas larguísimas ante el zumbido de un ventilador. Levantarte a las seis de la mañana a correr.., la cortina. Darte baños pausados, releer a Manrique, jugar al cinquillo, aprender castellano antiguo, huir de los best seller, guisar chipirones encebollados, echar en falta a los que no están mientras recuerdas quienes son. Aprender relojería, borrar de la agenda a todos esos que tienes que recordar quiénes son, escuchar fandangos cabales, mirar por la ventana distraído, tocar la flauta, no tocar la trompeta, caminar descalzo por el suelo fresco, majar salmorejo en el mortero, repasar la lista de los Reyes de Navarra y Aragón. Plantearte si tras la vida terrena hay una vida ulterior para, después, discutir sobre la resurrección de la carne. Charlar con viejos amigos sobre asuntos mundanos, visitar a los muertos de otros, murmurar canciones de los payasos de la tele. Limpiarte en servilletas de tela, morder tomates maduros, ver películas malas cabeceando de sueño, recoger jazmines al caer la noche, frotarte un poco de yerbabuena en las manos, dar pan a los gorriones. Recordar los placeres de la infancia. Dejar, lentamente, que el día pase sin mirar la hora. No leer, ver ni escuchar los medios de desinformación e intentar ser vagamente feliz.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Viajes de duelo

Hasta hace poco un viaje nos llevaba hacia el descanso, la aventura o el descubrimiento. Pero ahora... Los lugares marcados por la tragedia se han convertido en rutas turísticas: campos de concentración, memoriales de guerra, zonas arrasadas por desastres naturales... El “turismo de dolor” no es nuevo, pero hoy se multiplica y adquiere tintes grotescos. Cada catástrofe se convierte, poco después, en un destino visitable, en un punto del mapa donde el horror se transforma en atracción. Visitar determinados lugares es un modo de memoria, de acercarse a lo que duele para no olvidarlo, para reconocer el horror y sostenerlo en la conciencia. Visitar Auschwitz fue para mí una forma de enfrentar de manera directa la magnitud del genocidio, sentir en el propio cuerpo la huella de un crimen contra la humanidad. Lo mismo me ocurrió visitando la Fábrica de Schindler o los cementerios militares en Normandía. Ir allí es un modo de decir “esto ocurrió, y no debe repetirse”. En ese sentido esas visitas son también un acto político. Para mí lo fue. Fue habitar y situarme en la historia, en el dolor. Pero esa dimensión se ve ahora contaminada por la lógica del espectáculo y el consumo. Las redes sociales multiplican selfies frente a cámaras de gas, sonrisas en lugares donde se exterminó a miles de personas, rostros con morritos ante un decorado de miles de sepulturas, poses alegres sobre ruinas humeantes. El dolor se convierte en fondo de pantalla, en "chulada" compartible, en trivial emoción para provocar el me gusta. La industria turística ha sabido explotar esa moda. Así el horror se reduce a escenografía, a experiencia generadora de "nuevas" emociones. Y el dolor se privatiza, se convierte en una experiencia que se compra y se consume, perdiendo toda su potencia ética y convirtiéndose en simple entretenimiento. La autenticidad se erosiona cuando el dolor se masifica, cuando las lágrimas se mezclan con las colas de entradas, las audioguías y las cafeterías de los memoriales. Visitar los lugares del dolor debería ser un acto de resistencia contra el olvido, no una postal para sumar al archivo del viaje ¡Qué pena!

La nueva lucha de clases

La lucha de clases no ha desaparecido. Solo ha cambiado de escenario. Antes era la lucha entre los explotadores y los explotados, entre los dueños de los medios de producción y los obreros que venden su trabajo a cambio de un salario. Ahora, los "de arriba" han conseguido reclutar a muchos de los "de abajo" para que luchen contra los de más abajo. Hoy la lucha de clases se libra entre quienes venden gafas en la playa o recogen verduras en un invernadero y los que tienen trabajo inseguro, hijos titulados sin vivienda, pensiones mediocres o son egoístas sociales. Pero todos éstos luchan, sin saberlo, para quienes venden el país desde un despacho. Al final, los que arriesgan su libertad por cinco euros son víctimas de las grandes empresas del IBEX, de la banca, de los que se llevan sus capitales a paraísos fiscales, de los vecinos de los barrios de Salamanca de cualquier pueblo o ciudad, de quienes se enriquecen con contratos públicos amañados. Pero la tropa descamisada y la que defiende su título de clase media como un certificado de limpieza de sangre, también son víctimas de la clase dominante. Se persigue al pobre (el que no es rico), se protege al poderoso. Se criminaliza la necesidad, se blanquea el privilegio. Y mientras tanto miles de migrantes, el nuevo lumpen proletariado, formado por manteros, repartidores en bicicleta, camareros con contratos de mierda, cuidadoras que sostienen vidas ajenas, recolectores que llenan nuestras mesas, obreros que levantan edificios que nunca habitarán... son combatidos por trabajadores que ahora no quieren llamarse obreros. Los he visto este verano. Son los invisibles que hacen posible la fiesta. Los que no salen en las fotos, pero sin los cuales no habría celebración.

martes, 26 de agosto de 2025

Tiempos de locura

 La enfermedad mental es la pandemia de nuestros días. Es un problema porque tenemos miedo a los "locos" y, precisamente miedo, es lo que nos sobra. No sé si la gente tiene tanto miedo porque enferma mentalmente o es el miedo el que induce la enfermedad. En Oriente, se respetaba a los locos. En Occidente, se les temía. Quizás porque la Iglesia, siempre tan preocupada por atemorizar a la gente, consideraba la locura como producto de la posesión demoníaca, ante lo que sólo quedaba la reclusión y la tortura. A esta sociedad le faltan psiquiatras y le "sobran" personas con patología dual: psicosis, paranoias y pedradas varias, mezcladas con el consumo de alcohol o de narcóticos. La realidad social tampoco ayuda, sumiendo a mucha gente en una depresión recurrente. Pero lo peor -insisto- es cuando la locura se convierte en colectiva. Ya la vivimos antes: cuando las brujas poblaron los bosques de la intolerancia y se pusieron de moda los inquisidores que encendieron sus piras; cuando decretamos las guerras santas y las cruzadas para convertir a los infieles y salvarles, aunque para ello fuera necesario el degüello de una espada templaria o de una cimitarra sarracena; cuando el crack del 29 provocó que los empobrecidos decidieran votar con sus "uvas de la ira" al Partido Nazi de Alemania; cuando los judíos decidieron volver a "Sión" con las escrituras de propiedad de la Biblia, para expulsar o masacrar a los palestinos; cuando los comunistas aplaudieron que Stalin "purgase" a los disidentes. Hay más ejemplos y todos son vomitivos. Todo eso ocurre cuando la ciudadanía se deja devorar por la masa y está volviendo a ocurrir. Los consumidores de televisión, como el principal ocio de los pobres, los que creen que la vida es una tertulia a primera sangre, los que creen tener la razón todo el tiempo..., ansian soluciones fáciles para problemas complejos, sin llegar a comprender que lo más fácil que ocurra es que los charlatanes que le venden el elixir milagroso les engañen, se queden con su dinero y acaben provocándoles más problemas de los que ya tenían. La inteligencia tiene muchas limitaciones. La locura, casi ninguna. 

Enfrentamiento entre locos

Me viene a la cabeza un periodista poco conocido que contaba que tras participar en una tertulia recibió la felicitación del productor, aunque acto seguido le explicó que no lo llamarían con frecuencia porque era demasiado sensato y comedido. La insensatez y la estulticia cotizan al alza. Nadie ha prosperado más desde la crisis de 2008 que los imbéciles, que a veces se confunden con los locos. Quizás por eso aumentan exponencialmente las enfermedades mentales. Vivimos una epidemia de “demencia masiva”. A ella nos enfrentamos en forma de avance de los populismos, tanto los de la derecha como los de izquierda. Los primeros, bajo su máscara, esconden el fascismo, visible en sus soflamas, sus obsesiones, sus mentiras y sus acciones. Los otros se parapetan tras lo que Lenin, hace más de 100 años, llamó “El izquierdismo, esa enfermedad infantil del comunismo”, señalando ablos que adoptaban posturas “radicales” y “poco prácticas”. Lo peor es que tampoco la izquierda "práctica" y poco radical, por cainita y autodestructiva, parece demasiado en sus cabales. Esta encrucijada histórica va a terminar resolviéndose en un duelo entre los locos de atar y los que llevamos, como cantaba Serrat, "el carnet de majaras en la cartera... un plano detallado del infierno,

un cielo con pirañas y goteras,

un prontuario en la comisaría,

un frasco con pastillas de colores,

la carta con la que te despedías

y remedios varios contra el mal de amores".

lunes, 25 de agosto de 2025

En proyecto

Va dejando de sorprenderme el descaro y la desvergüenza con que se expresan y se comportan numerosos representantes políticos. Lo hacen de manera natural, lo han convertido en un ingrediente más de los “argumentarios” que elaboran las cúpulas de sus partidos para marcar sus posiciones y dañar al adversario. Tanto esos políticos, como sus medios afines, que ejercen una notable influencia en la opinión pública, constituyen un ejemplo sublime de desfachatez. Una desfachatez planificada y desacomplejada que tiene como eje la mentira. Estas actitudes hablan bien a las claras de la altura ética y estética de esta gente. Lo volvemos a ver con la tragedia de los incendios. A cada paso batimos récords de temperaturas, de frecuencia y duración de las olas de calor... La ciencia lleva años advirtiéndolo: más calor, más sequía, más riesgo. Los incendios de sexta generación, cada vez más violentos, prolongados e incontrolables, asolan el Planeta. Ante esta evidencia, lo que se reclama es responsabilidad y prevención. Sin embargo, las derechas responden con lo contrario: imponiendo recortes, negligencia y negacionismo. Da igual que esté escrito que las competencias en prevención y extinción de incendios corresponden a las autonomías. Ellos seguirán responsabilizando al gobierno mientras, allí donde gobiernan, las políticas forestales se han reducido, precarizado o directamente subordinado a intereses de empresas privadas. En Castilla León recortaron un 90% del presupuesto de prevención y calificaron de “despilfarro” mantener brigadas todo el año. Cuando la Comunidad ya ardía mantuvieron parados recursos enviados por el Gobierno central mientras Mañueco exigía más medios a Sánchez. El PP llegó a pedir un despliegue de medios aéreos contra los incendios que duplica al del que dispone toda la UE. En el Congreso, PP y Vox no apoyaron ni la Ley Básica de Bomberos Forestales ni la Ley Básica de Agentes Forestales y Medioambientales. En Extremadura, María Guardiola ha entregado la política forestal a Vox, que niega la emergencia climática, ridiculiza a la ciencia y a los ecologistas y desprecia las advertencias de los expertos. No es sólo improvisación, es irresponsabilidad extrema, arropada por puro cinismo político.

Catástrofes y ultraderecha

En su estrategia de hacerse con el poder, como sea, las derechas han aprendido -y explotan- que las catástrofes se convierten en un caldo de cultivo de desafección y de antipolítica. Así, con sus mentiras, el PP contribuye a alimentar su estrategia de oposición al Gobierno mientras oculta su incompetencia e intenta eludir sus responsabilidades. Y Vox, con las suyas, sigue sentado viendo como engorda su nómina de votantes tan cabreados como ilusos. El patrón es calcado. Primero, una catástrofe. Después, una respuesta inadecuada de las administraciones públicas. Y, a partir de ahí, el ruido que lo envuelve todo: acusaciones infundadas, elusión de responsabilidades sobre las competencias propias como táctica de desgaste del adversario y, sobre todo, mentiras y bulos. Decenas de bulos que se esparcen sin control por redes sociales y que se cuelan en discursos políticos, en medios de comunicación y, por tanto, en la gente. Da igual que sean absolutamente disparatados. Cuelan. Con el país ardiendo por los cuatro costados se han viralizado mentiras absolutas como que la responsabilidad de la prevención y lucha contra los incendios es del gobierno central, que la Agenda 2030 prohíbe limpiar los montes, que existe una trama criminal organizada que provoca los fuegos, que -por supuesto- el cambio climático es un invento, que Sánchez ha dejado arder media España por sus intereses con los chinos, que aprovecharían para explotar las tierras raras de las zonas quemadas.. La calaña de los que inventan estos bulos la demuestra un tal Víctor Sa..., uno de esos tipejos que en sus mensajes de X coloca más banderas de España que caracteres. En uno de ellos dice: "Detenido un Menor de Edad por iniciar !!!8 incendios forestales

Ha sido internado en un centro de Menas. Adivina la Nacionalidad". Casi todo es falso. Según el ayuntamiento de Santiago el detenido “no es extranjero” y la Policía Nacional tuiteó que el menor detenido fue ingresado en un Centro de Internamiento de Menores, no en uno de Menas. Pero da igual, estos canallas ya han inculcado en parte de la opinión pública que los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo, a robarnos, a violar a "nuestras" mujeres y, ahora, en sus ratos libres, a quemar nuestros bosques. El resultado es una confusión generalizada, un caldo de cultivo perfecto para la tesis de la antipolítica, piedra angular del discurso de la extrema derecha. Esta, con el insensato y suicida apoyo del PP, solo sabe señalar culpables, siempre inventados, ligar las consecuencias de las catástrofes a todos aquellos que quieren destruir (inmigrantes, servicios públicos, autonomías, acciones contra el cambio climático, Agenda 2030...) y jamás, jamás, proponen soluciones. Salvo que alguien crea que negar la violencia de género, expulsar a los inmigrantes, defender el franquismo, atacar a los homosexuales o multiplicar el dinero para fomentar los toros son buenas soluciones contra las catástrofes. Pero son expertos en exacerbar y canalizar la ira contra el sistema que pretenden echar abajo. Y lo están consiguiendo.

domingo, 24 de agosto de 2025

Séneca y la vivienda

Los signos que demuestran el fin de la civilización que hasta ahora nos ha acogido se suceden uno tras otro. El último ha sido que se ha acabado el último rollo de papel higiénico comprado en la Pandemia. Pero no hay que entrar en pánico, primero porque no tener con qué limpiarse el culo no aparece en ninguna de las encuestas del CIS sobre cuáles son los principales problemas de los españoles. Pero eso no es definitivo. Prueba de ello es que entre las preocupaciones de la humanidad tampoco aparece la caspa. En segundo lugar porque, como dijo Séneca, "todo nuevo comienzo proviene del final de algún otro comienzo". Aunque no sé yo si mantuvo su idea mientras se aplicaba su suicidio forzado ordenado por Nerón. La muerte del estoico tiene bemoles, pues aunque se cortó las venas de piernas y brazos, no murió desangrado; ni le hizo efecto la cicuta que tomó, finalmente murió por el vapor del baño en que se sumergió debido a que sufría asma. No estaría de Dios que muriese a la primera. Gracias a Dios que yo soy ateo, más que nada para evitar confusiones sobre en qué dioses debo creer. Aunque para confusiones la de Baldomero, que tras confundir la IA con AI, le ha pedido a Amnistía Internacional que le recomiende los mejores pisos turísticos de Córdoba. El de la vivienda, ese sí que es un problemón, pese a los intentos del Idealista de convencer a los jóvenes de que el tamaño no importa y que 14 cm es el tamaño medio de la vivienda en España. En fin que hay que ser imaginativos. Yo aconsejo a los estudiantes "sin casa" que recojan las cajas de pizza que tienen tiradas en el piso de alquiler para autoconstruirse una vivienda. También aconsejo visitar la página "Cinco reformas para convertir tu colchoneta hinchable en un loft de lujo". De momento trabajo con una maqueta de corchopan para desarrollar un método que permita desplazar viviendas a la hiperperiferia, que -de momento- no es zona tensionada.

sábado, 23 de agosto de 2025

Reivindicación del torrezno

Lo confieso: me pierdo en este mundo dominado por la velocidad presuntamente necesaria, del griterío tonto, de la venta ambulante en las pantallas, de la reivindicación de la idiocia y de la búsqueda del clip viral que, en realidad, no sirve para nada. La estupidez es ahora un filón, un negocio seguro. La gente pasa horas viendo a seres estúpidos diciendo y haciendo estupideces. En ese sentido yo soy un raro y mi única aportación decente al mundo que me ha parido es el de la sala de "no estar". Es mi gran invento para desaparecer, desconectarme, dedicarme a la bella ocupación de la lectura o para practicar lo que comúnmente viene siendo hacer el haragán sin tener que dar explicaciones. Ahora, mi nuevo proyecto, es abanderar causas perdidas. Y me gustaría comenzar por reivindicar el valor del torrezno. Se que lo tengo difícil en un mundo donde la gastronomía es la nueva moral, donde hay gente que tiene los riles de publicar una foto de un plato de sardinas asadas mustias aderezadas con perejil y esperar que le lluevan los "me gusta", donde muchos confunden comer bien con ser buena persona y otros creen que dar una buena educación a sus hijos pasa por alimentarlos de un modo estricto y sano. Hemos sacralizado que el azúcar es el nuevo enemigo, una droga peligrosa que debemos desterrar y que las “piezas” de fruta son el bien. Hay peña que va a un restaurante convencida de que todo está bueno porque el chef le reza a los cuchillos y ritualiza el encendido de los fogones. Hay quien entra en trance o tiene un orgasmo cuando el maître les aconseja una esfera de tartar de salchichón de bellota hispánica con mousse de foie gelificada con gelatina de vino de hielo rosa. Hay gente que lleva años probando "superalimentos" como si buscara el Santo Grial o acudiendo a garitos gastronómicos que prometen "comida orgánica" (¿Qué coño como yo?. Pues bien, a la mierda los chefs famosos, los restaurantes de moda, los nombres de platos que requieren traductor, la quinoa, la chía, las bayas de goji, el açai, el kale, la col rizada, la cúrcuma, el jengibre, la espirulina, el tofu, el sushi plastificado, el aguacate, el té verde y su ramera madre. Compra en la carnicería un buen torrezno para freír y deja que surja la magia mientras mojas pan en la grasita. Y apúntate a torreznossinfronteras.org

A veces tengo miedo

Reconozco que a veces siento miedo. Ese miedo que se deriva de la incertidumbre y la desesperanza sobrevenida de la certeza de que no avanzamos en la dirección correcta. A veces desearía poder hacer clic e irme a un lugar sin ruido, sin crispación, sin enfrentamiento, sin odio irracional, sin imbéciles, sin mierda. Estoy a punto de sobrepasar el límite de poder dialogar con "esa" gente que sólo es capaz de percibir la realidad como conflicto. Estoy al límite de seguir intentando hacer del mundo, o al menos de mi localidad, de mi vecindario un lugar un poco más respirable. Siento que es difícil competir contra una maquinaria ideada y engrasada para que la posverdad reine y mantenga las relaciones de poder invariables y el odio prevalezca ante la solidaridad, la empatía, la simple humanidad. Antes pensaba que mediante el BOE y políticas sociales disruptivas se podría cambiar la sociedad. Creía en la gente, en su poder de convertirse en una furia en movimiento ante la pobreza, la injusticia, el dolor de los otros. En nuestra capacidad como colectivo para rectificar el mal. Pero ya no lo tengo claro. Lo siento. ¿Podría un gobierno hacer una Ley de Vivienda que responda a las necesidades actuales, que limite precios, que termine con el alquiler vacacional, que haga accesible el acceso para todos? Lo dudo. Y si así fuera saldrían votantes cavernarios a decirte que estás limitando su libertad para hacer negocio y premiando a los "vagos", aunque ese mismo votante tenga hijos de treinta y tantos que no pueden independizarse o, él mismo, no tenga ni dónde caerse muerto. ¿Podría un estado aplicar una política criminal basada en el asesinato masivo y premeditado, llevar a cabo un genocidio a la luz del día, sin que la comunidad internacional mueva un dedo?Parece mentira, pero hasta ese punto hemos llegado. Ahora mismo me resulta más fácil creer en unicornios azules que en el futuro de nuestra civilización.

Se lo tragan todo

Ya dijo Trump que podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos. A ese nivel ha llegado la catadura moral, no de Trump, sino de la gente que le seguiría votando. Y el fenómeno es global. Eso lo saben bien en las derechas españolas. Lo vemos tragedia tras tragedia, cuando los máximos responsables de las consecuencias evitables de las catástrofes siguen en su cargo, culpando a otros y tratando con soberbia a las víctimas, esperando sólo ser reelegidos. Que digo yo que no todos pueden ser tan tontos, que alguno tiene que estar fingiendo, que no puede ser que tanta gente se trague todos los bulos y todas las acusaciones que vierten sus líderes favoritos. Por mucho whatsapp reenviado con vídeos manipulados que le lleguen, por muchas horas de Horizonte o Espejo Público que vea en televisión, por mucho sesgo de confirmación que favorezca a creerse la mayor mentira que le llegue sin contrastar ni pestañear. Algún límite tiene que haber. Alguna vez tienen que dudar o al menos torcer un poco el morro ante tanta mentira prefabricada para conseguir réditos electorales. Conozco a mucha gente que era normal y se ha pasado al lado oscuro, ese dominado por el sectarismo donde toda persona que no comulga con sus ideas es vista como cómplice de una conspiración mundial que quiere anteponer una ideología woke a las libertades individuales. ¡Joder, que risa! Ellos nunca tienen ideología, ni son manipulados, ni "sus" medios ni nadie influyen en su manera de pensar. Se dicen libres y con derecho a odiar al adversario. Es curioso que éstos que no se dejan manipular por nadie defiendan las mismas ideas de los tipejos más ricos y sociópatas del mundo. No intentes dialogar con ellos porque dato ya no mata relato. Tienen respuesta -la que otros le dan- para todo y de nada sirve que les enseñes información contrastada, el BOE o una confesión en vídeo de su líder confesando sus mentiras. Te espetarán que "eso es mentira", que "eso es lo que decís vosotros" o que "pues anda que los otros". De nada les sirve la realidad, pues viven en una existencia paralela y virtual en la que la ignorancia, el partidismo, el sectarismo, el miedo o el odio no les deja ver más allá. Pero los manipulados somos nosotros y estamos cegados por vaya usted a saber.

viernes, 22 de agosto de 2025

Fascistas y educación

Bukele, presidente de El Salvador, acaba de nombrar ministra de Educación a una capitana general del Ejército. Su principal objetivo declarado es el de "fortalecer la disciplina y el orden de los estudiantes". Para ello militariza la Educación Pública: cortes de pelo adecuados y oraciones a la bandera. Los directores de escuelas e institutos públicos del país estarán obligados a "recibir diariamente a los estudiantes en las puertas de entrada para supervisar que todos los alumnos llevan un "uniforme limpio y ordenado" y un "corte de cabello adecuado". Un gran logro de un presidente fascistoide que usa gorras y jeans en actos oficiales. Mientras, Trump -otro fascista redomado- va a recortar 780 millones de dólares en fondos para investigación médica. Eso después de desmantelar el Departamento de Educación con más de mil despidos, cancelar más de 2.500 millones de dólares en fondos federales para la investigación en universidades, congelar 2.200 millones en subvenciones a Harvard, anular todos los contratos federales con la universidad, impedir la admisión de estudiantes extranjeros o solicitar datos personales de estos alumnos. Y todo acusando públicamente a la universidad de ser un "foco de liberalismo". Trump ataca a quienes imparten la docencia y la forma en la que lo hacen. Ataca a la libertad de expresión y la autonomía institucional. Vance, su vicepresidente, ya advirtió de que "los profesores son el enemigo". En Argentina, Milei -ese fascista enloquecido- inició nada más llegar una cruzada contra la educación pública, a la que acusa de "lavar cerebros" y "adoctrinar". Y para "evitarlo" pone la educación en manos del sector privado, permitiéndole sustentar proyectos de recaudación en las escuelas. Su "biblia" educativa reduce los procesos educativos a las estructuras económicas borrando todo rasgo social en los procesos formativos y machacando el principio de igualdad de oportunidades. Milei hace suyas las palabras de uno de sus diputados, que defendió que los niños no estudien si esa deserción escolar ayuda a la economía de una familia. "Muchas veces -dice el zopenco- puede pasar en la estancia que no te puedes dar el lujo de mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitas en el taller para ganar plata". Aquí, Vox propone una educación -preferentemente privada o concertada- basada en los "principios de la familia y la defensa de la unidad de España, con un enfoque en los valores tradicionales, la libertad de elección educativa y el refuerzo del español como lengua vehicular", vamos, la vuelta a la casposa educación del franquismo con Rodrigo Díaz de Vivar como modelo de español de bien. Se nos está quedando un mundo "la mar de apañao".

Política y ruido

Tras la vuelta de vacaciones he convertido el de "no perder la paz" en un objetivo básico, en un acto de rebeldía, de autoafirmación, de dominio propio y hasta de supervivencia. "Desconectar" en vacaciones te demuestra que la política es necesaria, pero no absoluta. Sobre todo cuando está plagada de inútiles que la conciben como una estrategia para el voto y la conquista o permanencia en el poder. Pero el político no sería nada sin los medios de comunicación que, además, son los que generan o amplifican el ruido. Cuando hablamos de medios hablamos de empresas, de sus intereses y su rentabilidad. Hay sinvergüenzas que viven como reyes de las subvenciones que "su partido" de cabecera les da para atizar sin descanso al adversario, mintiendo, Dios mediante, día sí, día también. Además hay que recordar que a efectos de generación de informaciones, la política es muy barata. No hay que pensar casi nada. Hay que seguir la agenda que te marcan los partidos, hacer lo que toca, poner el micrófono, repetir lo que ha dicho el dirigente de turno y colocar después a tres o cuatro loros vociferantes a debatir en un plató. Con este panorama, tenemos ruido hasta en la sopa, así que volvemos de las vacaciones y parece que hemos dejado entrar a algún político, conducido por una manada de cabestros con cencerros al trote hasta el salón de nuestra casa. Es evidente que dejar tu paz y tu sosiego en manos de un grupo de sinvergüenzas sin escrúpulos (llámalos políticos, periodistas de trinchera, tertulianos, gente que te invita a divertirte en su programa o a viajar en su nave del misterio o boca chanclas sin conocimiento ni vergüenza) no es una buena decisión. Así que haz como yo, pídeles que se callen para disfrutar en paz del silencio o, en su defecto, desconecta e infórmate sosegadamente.

jueves, 21 de agosto de 2025

Los que vician lo vaciado

Ahora son incendios que agotan a bomberos que luchan impotentes, arrasan campos, destrozan la vida de las gentes, sus viviendas y ganados, y matan a las criaturas que habitan los bosques. Antes fueron salvajes inundaciones. Qué más da. Las olas de fuego y calor se suman a otras olas, más peligrosas y largamente sostenidas de indiferencia y abandono de los pueblos, de sus recursos y sus gentes y medios de vida. Limpiar bosques o cauces de ríos para evitar tantas catástrofes es tarea ineludible. También lo sería limpiar su conciencia los responsables de los despachos, los políticos pendencieros y los que encienden las mechas del enfrentamiento estéril en las redacciones de prensa, radio y televisión para que el humo tape las vergüenzas de "los suyos". Esta tarea es tan urgente para quienes tienen responsabilidades públicas como la de buscar fórmulas de repoblar la España "vaciada" y dotarla de los medios para hacerla atractiva. No para los amigos del negocio, del pelotazo o de los turistas -esa plaga-, no, sino para los que en ella quedan. Y eso se consigue reforzando los servicios públicos, no recortándolos. Manteniendo centros de salud, servicios de urgencia, colegios, oficinas de correos y lo que haga falta aunque no sean puñeteramente rentables. Me revienta que tipos mediocres, inútiles, trepas e improductivos hablen de la vida de otros en términos de rentabilidad. Se consigue obligando a los bancos a mantener oficinas abiertas, a las telefónicas a prestar los mismos servicios que en grandes núcleos urbanos y a las eléctricas a invertir para dar un servicio decente, aunque no les sea rentable, y no votando siempre a favor de los intereses de esas grandes compañías. Se consigue llenando el "vacío". Propongo a estos "defensores" de la España vaciada que la llenen con esos inmigrantes que quieren expulsar, con mujeres maltratadas con hijos al cargo, con familias desahuciadas, con pobres, con jóvenes sin empleo ni vivienda en las ciudades, con niños africanos, y muchos otros. Pero claro, a todos estos prefieren ignorarlos o criminalizarlos. Eso haría cambiar la geografía humana en pueblos y aldeas, favorecería la convivencia y la ayuda mutua, serviría a muchos para rehacer sus vidas, y evitaría la desaparición de los pequeños núcleos rurales, el consiguiente descuido de campos y bosques y el aumento de desastres como los que estamos viviendo. Pero claro, una cosa es preocuparse en falso para atraer el voto y otra muy distinta aplicar políticas efectivas que solucionen la vida de la gente cuando se llega el poder. Porque, entonces, toca aplicar la política de recortes, de favorecer a los amiguetes, de garantizar la rentabilidad, de adoptar medidas de chichinabo para tener contento al voto ideológicamente "cautivo", sean estas permitir temerarias quemas de rastrojos, recuperar la caza del lobo, reducir los periodos de veda, anular prohibiciones en el uso de productos tóxicos en la actividad agraria, negar el cambio climático o invertir cada vez más dinero en espectáculos taurinos. Y, con esto, pretenden que la gente llegue a los pueblos a cascoporro. Aquí cada cual pretende arrimar el ascua a su sardina, pero el pueblo no tiene ascua porque su conciencia colectiva ética y como clase social está apagada, así que se queda sin ascua y sin sardina y entonces solo le queda rendirse, que es lo que hace tan a menudo nuestra absurda civilización materialista. ¡Así nos va!

No es suerte, es amistad

No creo en la suerte vinculada con la superstición, cuando se le atribuyen eventos a fuerzas sobrenaturales o a la casualidad "merecida". Pero si creo en otra suerte más decisiva: la de encontrar amigos -sin género- que te acompañan, te escuchan o te curan heridas que ellos no te han hecho con solo un abrazo. Son esos que te ven llorar y se quedan. Los que te sacan una sonrisa con sólo aparecer en tu cabeza. Los que jamás olvidamos por muy lejos que estén en el espacio y el tiempo. Son personas a las que admiras simplemente por ser. Celebras sus logros como si fueran tuyos. Les confías todo porque sabes que nunca te van a fallar. Y sabes, también, que son tan buenas personas que su presencia hace del mundo un lugar menos hostil, un poco más justo, infinitamente mejor. Aunque sea un tópico son la familia elegida, hecha de confidencias, de fidelidad sin contrato, de risas que atraviesan cansancios, de manos que sostienen sin condiciones. La amistad, la que no espera recibir nada a cambio, no se mide en horas compartidas ni en la obligación de estar siempre presentes. Se mide en la tranquilidad de saber que incluso el silencio no rompe nada, en la certeza de que no me fallarán porque yo tampoco lo haré. Ese pacto invisible, no escrito, pesa más que muchos lazos de sangre. En un mundo que premia la superficialidad y donde los vínculos muchas veces se consumen tan rápido como un mensaje de Whatsapp, la amistad real es un acto de resistencia, la certeza de que la vida no se vuelve más fácil con ella, pero sí infinitamente más digna de ser contada. No creo en la suerte, porque la suerte no es azar puro, es vínculo, cuidado, lealtad que se ofrece sin pedir nada a cambio.

Proyecto

 Dice un proverbio chino que nunca se pierden los años que se quita una mujer, sino que van a parar a cualquiera de sus amigas. Es tontería bregar con el paso del tiempo, pues éste es implacable y nunca se detiene. Yo no quiero quitarme años sino vivirlos. No me importa la edad que tengo -y menos la que otros crean que pueda tener- pues pienso que la edad es un símbolo de lo que aprendemos mientras vamos enfrentándonos a la vida. La edad no se cuenta en convencionales intervalos de tiempo, se madura a golpe de pulsión, de amor, de sueños, de desengaño, de triunfo pasajero, de frustración, de despedida... Es el recuento sellado del insondable paso del tiempo. La memoria y el tiempo se mueven en dos direcciones opuestas e irreconciliables. Sólo la memoria nos pertenece, pues el tiempo es un potro indomable al que nunca dominaremos porque siempre corre en nuestra contra. No quiero más tiempo, quiero exprimir al máximo el que tengo. Total, como decía Benedetti "cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo". Así que no perdamos nada de nuestro tiempo; porque quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro. Tampoco nos empeñemos en la inútil labor de volver atrás, pues prefiero ser viejo y sensato que joven y estúpido. En fin, que he llegado a esa edad de mi vida donde ya no me interesa preocuparme de cómo voy a gastar el dinero sino de cómo voy a gastar el tiempo. Sólo tengo claro que no quiero vivir demasiado si eso me supone perder hasta los recuerdos.

Necesitamos otra mirada

Siento que a veces ya no puedo ver ni una imagen más. La pulsión constante de la pantalla nos ha llevado a una estética del colapso. Es una mirada extrovertida que, en muchos casos, parece anular la reflexión introspectiva, un espacio que reproduce miles de problemas sin resolver ninguno. Estoy completamente saturado, sobrepasado. Todo lo que escribo o hago me parece frívolo mientras sucede un genocidio en directo, cacerías humanas, patriarcado agresivo, desastres medioambientales, persecuciones raciales, violencia machista, el fascismo en auge, bombardeos a civiles, sociópatas que ejercen el poder con tiranía... Y mientras el pulgar baja y sube en el gesto más anodino y estúpido que podamos imaginar. Ya es hábito anodino. La emoción es intermitente. Y la acción… parece nula. Siento que esta sobreabundancia visual, lejos de sensibilizarnos, ha aniquilado nuestra capacidad de respuesta. No hablo solo de la violencia que se ejerce a miles de kilómetros de aquí, sino de la violencia que vivimos cerca. A veces, me veo obligado a levantar un muro de protección. Aunque mi pensamiento sigue activo, hay instantes en los que evito las noticias, porque si cada imagen, cada frase, cada historia, cada infamia, cada cadáver inocente, exige una respuesta que está fuera de mi alcance, lo único que queda es la frustración. Es una impotencia que no sé cómo metabolizar. Estamos expuestos a tanta violencia visual y verbal que temo que de ese desánimo nazca la desactivación política, una desactivación programada. Una que el algoritmo ha aprendido a capitalizar, a convertir la indignación en un clic y el clic en un dato, y el dato en un negocio. Nos han enseñado a consumir el dolor, no a combatirlo. Nos han sentado a mirar ese contraste brutal entre vidas golpeadas y vidas idílicas en una misma plataforma. Y la mente se queda con lo más agradable sometiendo lo demás a la indiferencia, sobre todo en los casos de aquellos que construyen su vida sobre la ignorancia dolosa. Tenemos que intentar que las emociones positivas que puede generar el dolor de los otros no se marchiten, pues la amenaza del desarme emocional es el cementerio de la moral. Nuestra indiferencia no puede dejar un vacío que puedan ocupar el cinismo y la insolidaridad.

miércoles, 20 de agosto de 2025

Incendios e imcendiarios

Es muy poética la frase de que "al pueblo lo salva el pueblo", pero la verdad es que, sobre todo, lo salvan las urnas. Y hay que recordarlo ahora que las llamas arrasan nuestros montes y que la derecha vuelve a utilizar una catástrofe como arma política. Los incendios son competencia de las CC.AA. Lo dicen las leyes, sin ápice de duda: la gestión del dispositivo, la prevención y la planificación dependen de los gobiernos autonómicos. Fingir lo contrario es manipular a una ciudadanía que sufre y a unos bomberos que se juegan la vida en cada frente. Cuando escuchamos a dirigentes del PP decir que “hemos perdido tres días” o que “el Gobierno estaba de vacaciones”, no estamos ante un análisis crítico, estamos ante mentiras deliberadas, ante una propaganda barata: titulares diseñados para incendiar redes sociales. Lo mismo de siempre. Resulta patético ver cómo Feijóo monta un falso “puesto avanzado” a ¡17 kilómetros del fuego!, retirando incluso un bulldozer de las tareas de extinción para que le hiciera de atrezo en su rueda de prensa. Los incendios no son mala suerte. Son la consecuencia de años de recortes en prevención, en limpieza de montes, en personal de refuerzo y en medios forestales. Son la ceniza acumulada de cada presupuesto en el que se prefirió gastar en toros, en propaganda o en fotos antes que en cuidar lo que de verdad protege a la gente. Una gente que, también hay que decirlo, ayer se quejaba de pagar impuestos y hoy exige un bombero forestal en la puerta de cada casa. ¡A cada uno lo suyo! Y mientras bomberos forestales y voluntarios se dejan la piel, la derecha prefiere la foto fácil, el titular falso y el ataque burdo. Castilla y León ha recortado hasta un 90% sus presupuestos en prevención en los últimos 13 años, contrata "peones especialistas de brigada forestal” (el término “bombero forestal” no existe en los convenios porque acarrea mejores condiciones) a través de empresas subcontratadas y ofrecen contrato de tres meses con sueldo que apenas llega a 1.300 euros mensuales. Y mientras los fuegos consumen montes, destruyen pueblos y segan vidas; los servicios de emergencia se ven desbordados, y la ciudadanía, en muchos casos, queda abandonada a su suerte.

jueves, 7 de agosto de 2025

Volviendo a lo salvaje

A veces pienso que el triunfo del mundo digital y el avance de la realidad virtual tiene que ver con el rechazo que nos produce este falso, cínico e irrespirable mundo real que nos aplasta. Un mundo donde el capitalismo salvaje y la ley del más fuerte, se están imponiendo, en nuestros "civilizados" países y allí donde la muerte pasa la guadaña a destajo, sin descanso, sin hartazgo, ante nuestra casi total indiferencia. La ley del más fuerte es la del hombre primitivo que para subsistir no sólo debía enfrentarse al enemigo natural, sino también al hambriento, al que no podía cazar o no sabía. Esa ley ya no se usa para sobrevivir sino para dominar, para ser el más poderoso, el más rico, el que hace la ley, el que imparte justicia a su imagen y semejanza, como su Dios, ese que da órdenes aniquiladoras de obligado cumplimiento. Estamos desarmados. Es lo que ocurre cuando dejas a un país que fotografíe todas tus calles, tus casas; que siga tus pasos allá donde estés; que controle hasta lo que hablas con tu smartphone; si consientes que unas pocas empresas digitales tengan más información sobre todos nosotros de la que en su tiempo tuvo la Gestapo; si el derecho a la intimidad ha quedado reducido a cenizas, si la libertad de expresión es algo parecido a la de difamación, si no sabemos distinguir realidad de mentira, si crees que el cambio climático que cada vez nos muestra más su fiereza es un invento de progres amargados; si Israel y EE.UU. tienen derecho a convertir Gaza en una urbanización para millonarios después de matar o expulsar a más de dos millones de personas. ¿Es que todos, absolutamente todos, hemos perdido la cabeza y el corazón, hemos dejado atrás la condición humana que tantos años de evolución costó construir para regresar al planeta de los salvajes y aniquilar cualquier rastro de civilización?

miércoles, 6 de agosto de 2025

Mirar a Gaza

Por primera vez en la historia estamos asistiendo a la trasmisión en directo de un genocidio. Y lo más terrible es que a mucha gente le da igual. O, peor, "entienden" o apoyan al genocida. En este caso hasta el silencio nos hace cómplices, por eso es necesario posicionarse. Debemos hablar, manifestarnos, gritar; sin apartar la mirada de Gaza, porque no les gusta que miremos. Mirar a Gaza implica mirar cara a cara a la maldad del ser humano, mirar a la historia y su fracaso, desde el terrible reparto de territorios que llevó a cabo la ONU en el plan de partición de 1947. No somos capaces de aprender nada. No pretendo señalar a Israel como un estado genocida pero sí a sus actuales dirigentes, a sus secuaces y a los colaboradores necesarios para sus crímenes. El signo de los terribles tiempos que vivimos lo pone el hecho de que ya no sirven las consignas como en otros tiempos que convocaban a la acción y eran efectivas. La cruda realidad es que no interesa salvar a Gaza, hay demasiados intereses bastardos en juego. Basta con que Israel desmienta y justifique su masacre meticulosa y sistemática en base a la retórica de una legítima defensa. Basta con el apoyo incondicional de los EE.UU. más cínicos, obscenos y moralmente despreciables de la historia. Basta con el amparo ideológico del fascismo internacional. Basta con la indecisión y cobarde tibieza de la U.E. Basta con la vergonzosa postura de una Alemania cada vez más tolerante con su vomitivo pasado nazi. Desde octubre de 2023 somos testigos, no sólo del desgarro que cada día vive el pueblo palestino, sino del tiempo brutal en el que se prolonga, por sus ejecutores, el sufrimiento masivo e inconmensurable cuando un exterminio está siendo perpetrado. Hoy es el genocidio gazatí, pero también es el genocidio de los derechos humanos, de la auténtica libertad, de la decencia y, mucho me temo, de la única naturaleza humana que merece la pena.

martes, 5 de agosto de 2025

Impresentables al poder

Es muy malo, casi trágico, que personajes sociópatas, ignorantes, irrespetuosos, desequilibrados y amorales, como Trump, Milei, Bolsonaro o Bukele se hagan con el poder, pero lo peor es que lo hacen aupados por el voto popular. El caso más sangrante es el Trump, elegido cuando ya dejó una profunda huella de infamia en su primer mandato, que -no lo olvidemos- terminó con el asalto al Congreso. Trump no engañó a nadie. Se mostró en campaña como el maleducado, ignorante, mentiroso y chulo que es, exhibiendo sus maneras de populista ultraconservador neurótico que es. Trump embauca a una ciudadanía cada vez más ignorante y proclive a la autolesión. Les dice que los nuevos aranceles les enriquecerán cuando ya los alumnos de primero de económicas saben que eso es falso. Este embaucamiento está en línea con el que fraguaron los promotores del Brexit en el Reino Unido, también recurriendo a ardides populistas, pero no aprendemos. La actual pasión de las clases populares por el ignorantismo, la recesión moral y el populismo predemocrático es uno de los misterios inexplicables de la humanidad. La negociación de la política comercial de la UE con Washington ha sido una humillación en toda regla. Von der Leyen ha ido a besarle el culo al "emperador" a su mansión en Escocia, donde estaba para atender sus negocios privados y jugar al golf. Se ha optado por no irritar al sátrapa. Grave error actuar así ante un imbécil sin escrúpulos. Pocos días después el déspota anuncia que quiere más, ningunea a Europa, la humilla públicamente y amenaza con subir los aranceles más aún de lo que había dicho antes del acuerdo. Y, lo peor, el sátrapa actúa como un despreciable dictador cuando lleva la arbitrariedad al conjunto de las relaciones internacionales. Ahora ha llevado sus "diferencias" con Putin al escenario del enfrentamiento nuclear. ¡Poca broma ante el choque de dos egos hiper narcisistas! Estamos, en fin, en manos de un indeseable que no cree en la democracia, ni en los derechos humanos, ni en las normas de derecho internacional, ni en la colaboración, ni en el diálogo. Lo acabaremos pagando todos. Y deberíamos pedirle cuentas a quienes apoyan a esta gentuza.

A vueltas con vuestro Dios

Es fácil encontrar a Dios en la paz, el amor o la armonía. Incluso cuando nuestra alma interior necesita alivio por la pérdida o el dolor. Pero, ¿dónde está Dios cuando hay guerra, violencia extrema crueldad, hambre, miseria, abusos...? Me temo que esos asuntos los lleva su socio, el diablo. Y a Él no parece que le afecten mucho. Hay algo infantil en la presunción de que alguien más tiene la responsabilidad de darle sentido a tu vida. Como si nosotros fuéramos incapaces de ello. La visión verdaderamente adulta, por contraste, es que nuestra vida estará tan llena de sentido, tan completa y rica como nosotros lo querramos. Además, creyendo en Dios, ¿queremos buscar sentido a nuestra vida o a nuestra muerte?. Me niego a conducir mi vida y mi muerte de manera mercantilista. Yo soy un humanista, lo que significa que trato de ser alguien decente sin pensar en la posibilidad de una recompensa o un castigo después de la muerte. Además, ¿qué tiene de malo sentir un profundo rechazo personal a la religión, si sus actividades o enseñanzas analizadas a través la historia son tan indignantes, irracionales y abusivas que merecen un profundo rechazo? Decía Saramago que "en ningún momento de la Historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen los unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar". Estoy tan de acuerdo como con Epicuro cuando se preguntaba: “¿Tiene Dios la voluntad de prevenir el mal, pero no puede hacerlo? Entonces no es omnipotente. ¿Puede hacerlo pero no lo desea? Entonces es malévolo. ¿Puede y quiere prevenirlo pero elal sigue ahí? ¿Entonces de dónde proviene el mal sino de él mismo? ¿No puede o no quiere prevenirlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?” Si acaso mi falta de creencias me lleva a la blasfemia, que el Dios que habéis inventado a vuestra imagen y semejanza me perdone.

sábado, 2 de agosto de 2025

Neofachas que cambian la voz por la coz

"Ahora lo chulo es ser facha" dice en un vídeo un menda con su pulserita de la bandera de España, mientras su colega, con aire de matón y brazo en alto, añade a gritos: “Sí, orgullosos de ser de VOX. Odiamos a los "imigrantes", queremos que se piren de nuestra patria, igual que los maricones y las feminazis". Han sustituido la voz por la coz. Les conozco, me dijo. Del instituto. Eran dos chavales que casi pasaban desapercibidos en clase, apáticos, de orgullosa ignorancia y de una rebosante mediocridad. Ahora se han convertido en hienas del rencor. Es su forma de evitar reconocerse como unos mierdas integrales. Necesitan víctimas a las que pisotear para sentirse superiores a alguien, para creer que escapan del último escalón de la escoria social. Su ideario es un batiburrillo de contradicciones, un ideario simple basado en el racismo, la homofobia, el clasismo, el rechazo al feminismo y al diferente, al cambio climático, y abrazando la exaltación al macho y a la patria, a la ley del más fuerte, el hipercapitalismo voraz, al individualismo, la competitividad feroz y la necesidad de mano dura. La que siempre han rechazado. ¡Pufffff! Un cóctel irracional asentado en su analfabetismo, en su desconocimiento total de la historia y los fundamentos ideológicos, que los lleva a hacer el saludo nazi, a alabar a Franco y al exterminador Netanyahu, a decir que aman a una patria de la que desconocen su historia, su geografía, su cultura... ¡Pero que mierda de amor es ese que se tiene a algo de lo que no se sabe nada! Hoy ser rebelde, es ser reaccionario. ¿Qué hemos hecho para crear semejantes monstruos? Quizás delegar responsabilidades, como esos colegas de profesión que se negaban a "educar". Como esos padres que ni educaban ni dejaban educar. Y así, a esos chavales no los ha educado nadie. Bueno sí, los educa la jauría de las redes. ¿Y quién domina, a base de mucha propaganda y dinero, ese inframundo que dirige a nuestros jóvenes? Pues sí, las organizaciones de extrema derecha. Por eso ganan elecciones y se han hecho con el poder del planeta esa cuadrilla de perturbados energúmenos. Y así, las próximas elecciones serán como la elección de delegados de clase cuando se presenta el alumno chungo, disruptivo, bocón, chulito, sacamantecas, ignorante y engreído. Su victoria está asegurada.

viernes, 1 de agosto de 2025

Machado

 El 26 de julio se conmemoró el 150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado. En Sevilla: "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero". En la Sevilla de Cernuda y Vicente Aleixandre. Pero lo mismo podría haber nacido en la Córdoba de García Baena o Juan Bernier. O en la Granada de Lorca; o en el Cádiz de Alberti; o en la Huelva de Juan Ramón Jiménez; o en la Málaga de Manuel Altolaguirre y Emilio Prados; o en la Almería de María Enciso o María Lago; o en el Jaén de Rafael Porlán -aunque nacido en Córdoba- y Sabina, que de poeta también tiene lo suyo. Debería leerse más a Machado -y a todos los demás- en las escuelas y en las eras. Nunca como obligación, siempre como placer. Mejor nos iría. Evocar a Machado en estos tiempos resulta conmovedor en esta "España de charanga y pandereta,

cerrado y sacristía"; en esta "España implacable y redentora, España que alborea con un hacha en la mano vengadora, España de la rabia y de la idea". En esta España donde "de diez cabezas, nueve embisten y una piensa". Esta España donde "en los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva"; esta España que "en parte muere y en parte bosteza". Esta tierra donde "una de las dos Españas

ha de helarte el corazón". Los versos del poeta sevillano, jiennense, soriano, segoviano..., universal, es una llamada a la esencialidad olvidada en estos tiempos tan oscuros y desesperanzados, tan imbéciles y crispados. Machado fue un poeta profundamente humano, potente y veraz, contradictorio, sencillo e inmenso, alegre y pesaroso. Conocía como nadie a los españoles y las dobleces más oscuras de la naturaleza humana. Por eso tuvo que exiliarse, por eso murió triste, derrotado, despojado hasta de su dignidad en Colliure, junto a su anciana madre. Y en ese pueblo francés sigue enterrado, para mayor vergüenza de aquellos a los que se les llena la boca de patria pero olvidan a los que le dieron más gloria y apoyan a sus verdugos. 

Pensiones y batalla intergeneracional

Desde hace algunos años los neoliberales han convertido el tema de las pensiones en otro de sus campos de batalla. Sus armas, las mismas de siempre: sembrar la incertidumbre, la preocupación y el miedo para conseguir sus objetivos. Con la ayuda de los de siempre han construido una narrativa que tiene como lema central "no hay futuro, al menos más allá del que yo te ofrezco". Y ese futuro es siempre peor que lo que ya existe. Lo único cierto es que las derechas, apoyadas por grandes bancos y fondos de inversión, promueven esta narrativa para justificar el desmantelamiento del sistema público de pensiones y abrir la puerta a su privatización. Ésta  transferiría miles de millones de euros a manos de entidades financieras, que ven en las pensiones un negocio jugoso. A ellos los pensionistas les importan una mierda. Lo más terrible es que estos sacamantecas financieros y políticos impulsan una narrativa que presenta el sistema público de pensiones como un campo de batalla intergeneracional. Según ellos, los pensionistas actuales, al defender mejoras en sus prestaciones, actuarían como egoístas que perjudican a los jóvenes trabajadores en activo, condenados a trabajar más años para recibir pensiones más bajas. El mensaje ha calado rápido. "Nosotros ya no pillaremos pensiones; Me veo trabajando hasta los 70 años; Yo ya cobraré una pensión de mierda". Estas y otras frases están en boca de muchos. La idea de la insostenibilidad de las pensiones, repetida en medios y foros neoliberales, no solo es simplista, sino que oculta la verdadera naturaleza del problema: la lucha por las pensiones no es intergeneracional, sino de clases. Los trabajadores, jóvenes y mayores, deberían unirse para defender el sistema público de pensiones y desmontar el falso dilema promovido por quienes buscan su privatización. La realidad es que las pensiones públicas son sostenibles. El problema no es la demografía ni el envejecimiento poblacional, como suele argumentarse, sino la estructura fiscal y la distribución de la riqueza. Las grandes empresas eluden miles de millones mediante ingeniería fiscal, mientras que el tipo efectivo del impuesto de sociedades para las mayores empresas está muy por debajo del nominal. Es decir, proporcionalmente pagan menos impuestos que cualquier "currito" sin cualificación. Y, ya acojonados, nos ofrecen el modelo americano, donde más de la mitad de los mayores de 55 años no tiene ahorros para la jubilación; casi 5,3 millones de mayores de 65 años viven en la pobreza y casi la mitad de la población corre el riesgo de tener una jubilación empobrecida. No colabores con el sueño húmedo de los carroñeros de que la jubilación se produzca el día anterior a que te lleven al "jardín de los quietos".

Vacaciones sobrevaloradas

Feijóo, el líder del PP que tiene cara de comercial de Santa Lucía, desde que se quitó las gafas ve menos que un muerto bocabajo. En su despedida del curso político, donde le ha quedado pendiente hasta la religión, ha dicho que "las vacaciones están sobrevaloradas". Vamos, lo que viene siendo la frase típica de un cenutrio integral o la gracieta de un haragán que, trabajar, lo que se dice trabajar, no ha trabajado en su puta vida. Estos especímenes abundan mucho en la política española. ¿Verdad, Santi? El chistecito es propio de alguien que se ha acostumbrado a abrir la boca sólo para soltar paparruchas, mentiras, insultos y soplapolleces varias. Y claro, lo sacas del "buenos días" y ya se pierde. No hace falta ser experto en nada para saber que la frasecita ha caído como una patada en el hígado a los millones de españoles quemados hasta las cejas por su trabajo, a los que tienen que soportar a diario a superiores inútiles y maleducados, a los que se ven sometidos a empresarios explotadores, a los que trabajan en verano en condiciones penosas, a los que apenas tienen al año una semana de descanso, a los que trabajan a destajo cinco días a la semana por un sueldo indigno, a los jóvenes en prácticas o con contrato de formación que no tienen derecho a vacaciones, a los autónomos que no se las pueden tomar, a los millones de españoles que no tienen dinero para irse de vacaciones y, en general, a todos aquellos que piensan que sus vacaciones están más que merecidas. Pero lo de Feijoo no es tan raro. A él y sus fans también les parece que subir el salario o las pensiones está sobrevalorado, igual que sostener la educación o la sanidad públicas, autorizar la eutanasia, garantizar el derecho al aborto, reconocer los derechos del colectivo LGTBI, las leyes contra la violencia de género, la igualdad, la memoria histórica, subir impuestos a la banca y las eléctricas, las medidas contra el cambio climático.. Ya en su momento consideró innecesarios el divorcio, el matrimonio entre personas del mismo sexo y hasta la ley antitabaco. Feijoo es de la misma pandilla que nos dijo hasta la saciedad lo de que "vivimos por encima de nuestras posibilidades" mientras machacaba a las clases bajas y medias. Ojo, no vaya a ser que detrás de la frase, el que pasaba sus vacaciones en el yate de un narcotraficante, esté considerando recortar también las vacaciones. Total, están sobrevaloradas.