Ahora son incendios que agotan a bomberos que luchan impotentes, arrasan campos, destrozan la vida de las gentes, sus viviendas y ganados, y matan a las criaturas que habitan los bosques. Antes fueron salvajes inundaciones. Qué más da. Las olas de fuego y calor se suman a otras olas, más peligrosas y largamente sostenidas de indiferencia y abandono de los pueblos, de sus recursos y sus gentes y medios de vida. Limpiar bosques o cauces de ríos para evitar tantas catástrofes es tarea ineludible. También lo sería limpiar su conciencia los responsables de los despachos, los políticos pendencieros y los que encienden las mechas del enfrentamiento estéril en las redacciones de prensa, radio y televisión para que el humo tape las vergüenzas de "los suyos". Esta tarea es tan urgente para quienes tienen responsabilidades públicas como la de buscar fórmulas de repoblar la España "vaciada" y dotarla de los medios para hacerla atractiva. No para los amigos del negocio, del pelotazo o de los turistas -esa plaga-, no, sino para los que en ella quedan. Y eso se consigue reforzando los servicios públicos, no recortándolos. Manteniendo centros de salud, servicios de urgencia, colegios, oficinas de correos y lo que haga falta aunque no sean puñeteramente rentables. Me revienta que tipos mediocres, inútiles, trepas e improductivos hablen de la vida de otros en términos de rentabilidad. Se consigue obligando a los bancos a mantener oficinas abiertas, a las telefónicas a prestar los mismos servicios que en grandes núcleos urbanos y a las eléctricas a invertir para dar un servicio decente, aunque no les sea rentable, y no votando siempre a favor de los intereses de esas grandes compañías. Se consigue llenando el "vacío". Propongo a estos "defensores" de la España vaciada que la llenen con esos inmigrantes que quieren expulsar, con mujeres maltratadas con hijos al cargo, con familias desahuciadas, con pobres, con jóvenes sin empleo ni vivienda en las ciudades, con niños africanos, y muchos otros. Pero claro, a todos estos prefieren ignorarlos o criminalizarlos. Eso haría cambiar la geografía humana en pueblos y aldeas, favorecería la convivencia y la ayuda mutua, serviría a muchos para rehacer sus vidas, y evitaría la desaparición de los pequeños núcleos rurales, el consiguiente descuido de campos y bosques y el aumento de desastres como los que estamos viviendo. Pero claro, una cosa es preocuparse en falso para atraer el voto y otra muy distinta aplicar políticas efectivas que solucionen la vida de la gente cuando se llega el poder. Porque, entonces, toca aplicar la política de recortes, de favorecer a los amiguetes, de garantizar la rentabilidad, de adoptar medidas de chichinabo para tener contento al voto ideológicamente "cautivo", sean estas permitir temerarias quemas de rastrojos, recuperar la caza del lobo, reducir los periodos de veda, anular prohibiciones en el uso de productos tóxicos en la actividad agraria, negar el cambio climático o invertir cada vez más dinero en espectáculos taurinos. Y, con esto, pretenden que la gente llegue a los pueblos a cascoporro. Aquí cada cual pretende arrimar el ascua a su sardina, pero el pueblo no tiene ascua porque su conciencia colectiva ética y como clase social está apagada, así que se queda sin ascua y sin sardina y entonces solo le queda rendirse, que es lo que hace tan a menudo nuestra absurda civilización materialista. ¡Así nos va!
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