Desde hace algunos años los neoliberales han convertido el tema de las pensiones en otro de sus campos de batalla. Sus armas, las mismas de siempre: sembrar la incertidumbre, la preocupación y el miedo para conseguir sus objetivos. Con la ayuda de los de siempre han construido una narrativa que tiene como lema central "no hay futuro, al menos más allá del que yo te ofrezco". Y ese futuro es siempre peor que lo que ya existe. Lo único cierto es que las derechas, apoyadas por grandes bancos y fondos de inversión, promueven esta narrativa para justificar el desmantelamiento del sistema público de pensiones y abrir la puerta a su privatización. Ésta transferiría miles de millones de euros a manos de entidades financieras, que ven en las pensiones un negocio jugoso. A ellos los pensionistas les importan una mierda. Lo más terrible es que estos sacamantecas financieros y políticos impulsan una narrativa que presenta el sistema público de pensiones como un campo de batalla intergeneracional. Según ellos, los pensionistas actuales, al defender mejoras en sus prestaciones, actuarían como egoístas que perjudican a los jóvenes trabajadores en activo, condenados a trabajar más años para recibir pensiones más bajas. El mensaje ha calado rápido. "Nosotros ya no pillaremos pensiones; Me veo trabajando hasta los 70 años; Yo ya cobraré una pensión de mierda". Estas y otras frases están en boca de muchos. La idea de la insostenibilidad de las pensiones, repetida en medios y foros neoliberales, no solo es simplista, sino que oculta la verdadera naturaleza del problema: la lucha por las pensiones no es intergeneracional, sino de clases. Los trabajadores, jóvenes y mayores, deberían unirse para defender el sistema público de pensiones y desmontar el falso dilema promovido por quienes buscan su privatización. La realidad es que las pensiones públicas son sostenibles. El problema no es la demografía ni el envejecimiento poblacional, como suele argumentarse, sino la estructura fiscal y la distribución de la riqueza. Las grandes empresas eluden miles de millones mediante ingeniería fiscal, mientras que el tipo efectivo del impuesto de sociedades para las mayores empresas está muy por debajo del nominal. Es decir, proporcionalmente pagan menos impuestos que cualquier "currito" sin cualificación. Y, ya acojonados, nos ofrecen el modelo americano, donde más de la mitad de los mayores de 55 años no tiene ahorros para la jubilación; casi 5,3 millones de mayores de 65 años viven en la pobreza y casi la mitad de la población corre el riesgo de tener una jubilación empobrecida. No colabores con el sueño húmedo de los carroñeros de que la jubilación se produzca el día anterior a que te lleven al "jardín de los quietos".
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