Lo confieso, por mi apuesta por la rebeldía, por ir a la contra, por alterar las estadísticas de la gente que sigue a Vicente, he decidido -a punto de acabar agosto- hacer una lista de cosas que puedes hacer en agosto. Y me ha salido la siguiente parida: Autofabricar horchata. Meditar sobre por qué un Dios bondadoso hizo seres capaces de sudar. Fingir que vas a leerte, por fin, el Ulises de Joyce. Comer higos frescos; a ser posible, robados. Fantasear con las refrescantes lluvias de octubre, calar sandías y melones en el supermercado, dormir hasta que el puto calor te despierte. Sentarte en el jardín -como concepto general- al caer la tarde, fumar tabaco aromático, llevar sombrero panamá, calzar alpargatas y respirar el aire salino de la costa. Desmenuzar con las manos salmonetes fritos, rechupetear coquinas, dormir siestas larguísimas ante el zumbido de un ventilador. Levantarte a las seis de la mañana a correr.., la cortina. Darte baños pausados, releer a Manrique, jugar al cinquillo, aprender castellano antiguo, huir de los best seller, guisar chipirones encebollados, echar en falta a los que no están mientras recuerdas quienes son. Aprender relojería, borrar de la agenda a todos esos que tienes que recordar quiénes son, escuchar fandangos cabales, mirar por la ventana distraído, tocar la flauta, no tocar la trompeta, caminar descalzo por el suelo fresco, majar salmorejo en el mortero, repasar la lista de los Reyes de Navarra y Aragón. Plantearte si tras la vida terrena hay una vida ulterior para, después, discutir sobre la resurrección de la carne. Charlar con viejos amigos sobre asuntos mundanos, visitar a los muertos de otros, murmurar canciones de los payasos de la tele. Limpiarte en servilletas de tela, morder tomates maduros, ver películas malas cabeceando de sueño, recoger jazmines al caer la noche, frotarte un poco de yerbabuena en las manos, dar pan a los gorriones. Recordar los placeres de la infancia. Dejar, lentamente, que el día pase sin mirar la hora. No leer, ver ni escuchar los medios de desinformación e intentar ser vagamente feliz.
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