Dice un proverbio chino que nunca se pierden los años que se quita una mujer, sino que van a parar a cualquiera de sus amigas. Es tontería bregar con el paso del tiempo, pues éste es implacable y nunca se detiene. Yo no quiero quitarme años sino vivirlos. No me importa la edad que tengo -y menos la que otros crean que pueda tener- pues pienso que la edad es un símbolo de lo que aprendemos mientras vamos enfrentándonos a la vida. La edad no se cuenta en convencionales intervalos de tiempo, se madura a golpe de pulsión, de amor, de sueños, de desengaño, de triunfo pasajero, de frustración, de despedida... Es el recuento sellado del insondable paso del tiempo. La memoria y el tiempo se mueven en dos direcciones opuestas e irreconciliables. Sólo la memoria nos pertenece, pues el tiempo es un potro indomable al que nunca dominaremos porque siempre corre en nuestra contra. No quiero más tiempo, quiero exprimir al máximo el que tengo. Total, como decía Benedetti "cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo". Así que no perdamos nada de nuestro tiempo; porque quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro. Tampoco nos empeñemos en la inútil labor de volver atrás, pues prefiero ser viejo y sensato que joven y estúpido. En fin, que he llegado a esa edad de mi vida donde ya no me interesa preocuparme de cómo voy a gastar el dinero sino de cómo voy a gastar el tiempo. Sólo tengo claro que no quiero vivir demasiado si eso me supone perder hasta los recuerdos.
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