La enfermedad mental es la pandemia de nuestros días. Es un problema porque tenemos miedo a los "locos" y, precisamente miedo, es lo que nos sobra. No sé si la gente tiene tanto miedo porque enferma mentalmente o es el miedo el que induce la enfermedad. En Oriente, se respetaba a los locos. En Occidente, se les temía. Quizás porque la Iglesia, siempre tan preocupada por atemorizar a la gente, consideraba la locura como producto de la posesión demoníaca, ante lo que sólo quedaba la reclusión y la tortura. A esta sociedad le faltan psiquiatras y le "sobran" personas con patología dual: psicosis, paranoias y pedradas varias, mezcladas con el consumo de alcohol o de narcóticos. La realidad social tampoco ayuda, sumiendo a mucha gente en una depresión recurrente. Pero lo peor -insisto- es cuando la locura se convierte en colectiva. Ya la vivimos antes: cuando las brujas poblaron los bosques de la intolerancia y se pusieron de moda los inquisidores que encendieron sus piras; cuando decretamos las guerras santas y las cruzadas para convertir a los infieles y salvarles, aunque para ello fuera necesario el degüello de una espada templaria o de una cimitarra sarracena; cuando el crack del 29 provocó que los empobrecidos decidieran votar con sus "uvas de la ira" al Partido Nazi de Alemania; cuando los judíos decidieron volver a "Sión" con las escrituras de propiedad de la Biblia, para expulsar o masacrar a los palestinos; cuando los comunistas aplaudieron que Stalin "purgase" a los disidentes. Hay más ejemplos y todos son vomitivos. Todo eso ocurre cuando la ciudadanía se deja devorar por la masa y está volviendo a ocurrir. Los consumidores de televisión, como el principal ocio de los pobres, los que creen que la vida es una tertulia a primera sangre, los que creen tener la razón todo el tiempo..., ansian soluciones fáciles para problemas complejos, sin llegar a comprender que lo más fácil que ocurra es que los charlatanes que le venden el elixir milagroso les engañen, se queden con su dinero y acaben provocándoles más problemas de los que ya tenían. La inteligencia tiene muchas limitaciones. La locura, casi ninguna.
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