El 26 de julio se conmemoró el 150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado. En Sevilla: "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero". En la Sevilla de Cernuda y Vicente Aleixandre. Pero lo mismo podría haber nacido en la Córdoba de García Baena o Juan Bernier. O en la Granada de Lorca; o en el Cádiz de Alberti; o en la Huelva de Juan Ramón Jiménez; o en la Málaga de Manuel Altolaguirre y Emilio Prados; o en la Almería de María Enciso o María Lago; o en el Jaén de Rafael Porlán -aunque nacido en Córdoba- y Sabina, que de poeta también tiene lo suyo. Debería leerse más a Machado -y a todos los demás- en las escuelas y en las eras. Nunca como obligación, siempre como placer. Mejor nos iría. Evocar a Machado en estos tiempos resulta conmovedor en esta "España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía"; en esta "España implacable y redentora, España que alborea con un hacha en la mano vengadora, España de la rabia y de la idea". En esta España donde "de diez cabezas, nueve embisten y una piensa". Esta España donde "en los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva"; esta España que "en parte muere y en parte bosteza". Esta tierra donde "una de las dos Españas
ha de helarte el corazón". Los versos del poeta sevillano, jiennense, soriano, segoviano..., universal, es una llamada a la esencialidad olvidada en estos tiempos tan oscuros y desesperanzados, tan imbéciles y crispados. Machado fue un poeta profundamente humano, potente y veraz, contradictorio, sencillo e inmenso, alegre y pesaroso. Conocía como nadie a los españoles y las dobleces más oscuras de la naturaleza humana. Por eso tuvo que exiliarse, por eso murió triste, derrotado, despojado hasta de su dignidad en Colliure, junto a su anciana madre. Y en ese pueblo francés sigue enterrado, para mayor vergüenza de aquellos a los que se les llena la boca de patria pero olvidan a los que le dieron más gloria y apoyan a sus verdugos.
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