Es muy malo, casi trágico, que personajes sociópatas, ignorantes, irrespetuosos, desequilibrados y amorales, como Trump, Milei, Bolsonaro o Bukele se hagan con el poder, pero lo peor es que lo hacen aupados por el voto popular. El caso más sangrante es el Trump, elegido cuando ya dejó una profunda huella de infamia en su primer mandato, que -no lo olvidemos- terminó con el asalto al Congreso. Trump no engañó a nadie. Se mostró en campaña como el maleducado, ignorante, mentiroso y chulo que es, exhibiendo sus maneras de populista ultraconservador neurótico que es. Trump embauca a una ciudadanía cada vez más ignorante y proclive a la autolesión. Les dice que los nuevos aranceles les enriquecerán cuando ya los alumnos de primero de económicas saben que eso es falso. Este embaucamiento está en línea con el que fraguaron los promotores del Brexit en el Reino Unido, también recurriendo a ardides populistas, pero no aprendemos. La actual pasión de las clases populares por el ignorantismo, la recesión moral y el populismo predemocrático es uno de los misterios inexplicables de la humanidad. La negociación de la política comercial de la UE con Washington ha sido una humillación en toda regla. Von der Leyen ha ido a besarle el culo al "emperador" a su mansión en Escocia, donde estaba para atender sus negocios privados y jugar al golf. Se ha optado por no irritar al sátrapa. Grave error actuar así ante un imbécil sin escrúpulos. Pocos días después el déspota anuncia que quiere más, ningunea a Europa, la humilla públicamente y amenaza con subir los aranceles más aún de lo que había dicho antes del acuerdo. Y, lo peor, el sátrapa actúa como un despreciable dictador cuando lleva la arbitrariedad al conjunto de las relaciones internacionales. Ahora ha llevado sus "diferencias" con Putin al escenario del enfrentamiento nuclear. ¡Poca broma ante el choque de dos egos hiper narcisistas! Estamos, en fin, en manos de un indeseable que no cree en la democracia, ni en los derechos humanos, ni en las normas de derecho internacional, ni en la colaboración, ni en el diálogo. Lo acabaremos pagando todos. Y deberíamos pedirle cuentas a quienes apoyan a esta gentuza.
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