Esta sociedad vive en un estado perpetuo de contradicción, de crisis psicótica asociada al sistema de valores culturales que definen su estructura y funcionamiento. Hoy te venden las ventajas del individualismo, ensalzan tus logros personales, tu independencia, tu "libertad". Pero sales a la calle y ves que domina el gregarismo, el personal vive adocenado, uniformado, aborregado... Personalmente rechazo las definiciones generalistas, sin matices. Quizá es más fácil aceptar una plantilla que pensar en las singularidades. Por eso flota en el ambiente una realidad incómoda que atraviesa nuestras relaciones familiares, de amistad, nuestra cotidianidad, que nos lleva a aceptar prototipos. Yo no creo en la uniformidad. Acertó de pleno el torero cordobés "El Guerra" cuando dijo aquello de "Ca' uno es ca' uno". Nadie ha vivido lo mismo, aunque haya compartido el mismo espacio. Cada hijo fue criado por una versión distinta de sus padres. Cada hermano habitó una familia diferente, con sus propios silencios, gestos, ausencias y formas de amor o desamor. Cada persona de una pareja tuvo contextos dispares de educación emocional… y, sin embargo, en muchas familias se impone un relato único, una narrativa común que decide cómo fueron las cosas. “Nuestros padres eran así”, “todos vivimos lo mismo”. Pero no. Nadie vivió lo mismo. Y negar esa diferencia es una forma sutil y devastadora de falsear la vida emocional. Si esto ocurre en una misma familia imaginemos en toda una sociedad. Si no somos capaces de respetar la singularidad en lo íntimo, ¿cómo vamos a construir consensos en lo colectivo? Si no sabemos convivir con versiones distintas de la historia en nuestra propia casa, ¿cómo vamos a aceptar la pluralidad en nuestras "luchas" sociales? Si nos fijamos más en las diferencias que en las posibilidades de encuentro nos atrincheramos en lo identitario, en lo doctrinario, en lo programático, en lo propagandístico, olvidándonos que la sociedad y la política no son solo ideología: es vínculo, es afecto, es reconocimiento mutuo. Y si no es así el concepto de patriotismo es una soberana mierda que no va mucho más allá del complemento ultraidentirario de la banderita. Construir consensos desde la diferencia no significa renunciar a los principios. Significa reconocer que hay muchas formas legítimas de vivir, de pensar, de amar, de luchar, de narrar el mundo. Significa aceptar que el disenso no fragmenta: complejiza. Que la pluralidad no debilita: enriquece. Si queremos cambiar este modelo de sociedad -patriarcal, neoliberal, autoritario, extractivista- tenemos que empezar por cambiar nuestros propios modelos de relación. No podemos exigir al mundo lo que no practicamos entre nosotros. Y si no lo aceptamos todos acabaremos como en la obra de Goya "Duelo a garrotazos".
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