sábado, 27 de diciembre de 2025

Derrotados

Lo confieso: soy un raro. A lo largo de mi vida me han llamado de todo. Últimamente me han llamado "comunista" o "ateo". Lo hacen como insulto. Lo hacen ignorantes que no saben nada del comunismo. Los que serían incapaces de fundamentar mínimamente sus propias creencias. Ya sabemos que el insulto es la única arma del ignorante ante la falta de argumentos. Soy un raro porque no necesito adoptar sentimientos identitarios colectivos para saber quién soy. Soy un raro por sostener que para ser un auténtico comunista, o un auténtico cristiano, hay que ser muy valiente. En cambio, para ser un fascista basta con ser muy cobarde. Yo sólo soy uno de esos que admira a los que se levantan cada día a las seis de la mañana para tratar de sobrevivir. Uno de los que ven coraje en los que se levantan a diario aunque estén cansados, aunque tengan miedo, aunque les duela todo el cuerpo y toda la mente, aunque les duele la vida todos los días, porque no tienen alternativa. De los que creen que el cenit de la meritocracia está en los que tienen dificultad para llegar a fin de mes. En los que tienen dificultad para llegar al final de la vida. Soy de los que desconfían de los que sólo tienen certezas, porque yo sólo tengo dudas y preguntas. Soy el iluso que siempre estará con los pequeños y las minorías. Soy de los que aman las cosas que a nadie le importan ya. Soy de los que no renuncian a sus ideas o sus valores pese a saber que pertenece al grupo de los derrotados, que soy uno más de los restos del naufragio global. Soy de los derrotados de largo recorrido. De los que no podemos evitar estar del lado de los perdedores porque tenemos memoria. De los que sólo pueden aspirar a volver vivos de todas las derrotas.

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