martes, 9 de diciembre de 2025

Templos de Abu Simbel

En la lejana región de Nubia, al sur de Egipto, Ramsés II -el gran faraón de la dinastía XIX- alzó dos magníficos templos excavados en la montaña, dedicados a sí mismo y a su esposa Nefertari.

Los templos fueron excavados en la roca (speos) en el siglo XIII a. C. como un monumento para conmemorar la supuesta victoria de Ramsés en la batalla de Qadesh (1274 a. C.) y mostrar su poder a sus vecinos nubios.

El propósito de Ramsés II al construir su templo era ensalzar su propio poder ante la mirada de todos sus súbditos, justificar sus conquistas territoriales y aumentar su propio prestigio.

Quizás el lugar donde se aprecia con más fuerza esta función propagandística es Nubia. El «país del oro», sometido progresivamente a Egipto desde la dinastía XVIII, se encontraba alejado del poder de Tebas, la capital del país del Nilo, y en diversas ocasiones había intentado rebelarse. 

El faraón pensó que si se mostraba divinizado en estas tierras, los nubios no se atreverían a atacarlo, ya que en tal caso se enfrentarían a un dios. Esta estratagema se desarrolló de manera excepcional en los templos de Abu Simbel, donde la esencia divina del faraón se unió con su aspecto guerrero.

El lugar escogido por Ramsés II para erigir su templo no fue casual. Se encontraba 280 kilómetros más allá de la frontera meridional de Egipto, en Elefantina, en un punto a la orilla izquierda del Nilo donde se alzaban dos colinas en cuyo interior había dos grutas dedicadas a divinidades locales. El faraón decidió agrandarlas y construir allí dos templos: el principal, dedicado a Re Horakhty, y otro más pequeño situado al norte, dedicado a Sopdet (la estrella Sirio), diosa a la que quedó asimilada la reina Nefertari, esposa del faraón. 

El templo estaba orientado hacia el este para que cada mañana recibiera los rayos del sol. Esto se relaciona con el hecho de que el templo estaba dedicado a "Ra Horakhty", la forma del sol representada con una cabeza de halcón que porta el disco solar.

La estructura del templo era la característica del período: antepatio (en el exterior), pilono (la entrada monumental con los colosos de Ramsés), vestíbulo, sala hipóstila, pronaos y naos, aunque presenta particularidades decorativas por tratarse de un speos o templo excavado en la montaña. 

Los sacerdotes encargados del culto tenían en el antepatio, para sus abluciones, dos pequeños estanques que flanqueaban las escaleras que conducían a la terraza. Este espacio inferior estaba rodeado de un muro de adobes en la zona norte y sur, aún visible en la actualidad. Subiendo la escalinata había una terraza con una hilera de esculturas que alternaban la imagen del faraón con la de un halcón, representación del dios Ra Horakhty. En el extremo sur de la terraza se erigieron dos estelas. En una de ellas, Ramsés II se muestra ante los dioses Amón, Horus y Re Horakhty en señal de adoración.

Una estela, de gran interés, habla del matrimonio del faraón con la hija del rey hitita Hattusili III. El contenido de la estela ensalza el triunfo diplomático del faraón al aliarse con sus enemigos más acérrimos.

 El templo del dios sol 

Tras la terraza se alza la majestuosa fachada del templo. Con 30 metros de altura y 35 de ancho, se compone de cuatro estatuas colosales, que representan al faraón sentado y tocado con el nemes y la doble corona de Egipto, portando barba ceremonial y diversas joyas. Cada una de estas esculturas, de 21 metros de altura, recibía un nombre: «Ramsés, sol de los monarcas», «monarca de las dos tierras», «Ramsés amado de Amón» y «Amado por Atum». En la parte inferior está representada la familia del soberano: su esposa Nefertari, la reina madre Mut-Tuy y algunos de los hijos del faraón.

Parte de la grandiosidad del conjunto radica en el hecho de que las estatuas se esculpieron directamente en la roca, lo que da la impresión de que surgen de las entrañas de la montaña. Desgraciadamente, un terremoto que tuvo lugar en tiempos de Ramsés destruyó la mitad superior de uno de los colosos.

Sobre la entrada se excavó un nicho con la imagen de Ra Horakhty, al que flanquean dos figuras de Ramsés II. El dios presenta junto a su pierna derecha un cetro user (símbolo de fuerza y poder) y a su izquierda está Maat, diosa de la justicia y el orden. De este modo, los iniciados podían leer uno de los nombres del faraón: User-Maat-Re, una muestra más del empeño propagandístico del soberano. Por encima de esta composición se esculpió un friso con veintidós figuras de babuinos adorando al sol. Cada mañana, los primeros rayos del astro solar incidían en el friso, luego bañaban el rostro del faraón y, al final, alcanzaban el nicho.

El elemento propagandístico se acentúa en las salas interiores, en las que se muestran las victorias militares de Ramsés II. El vestíbulo tiene forma de sala hipóstila, con ocho pilares, cada uno de los cuales tiene una imagen osiríaca del faraón adosada. La decoración del techo muestra a la diosa buitre Nekhbet con las alas desplegadas, protegiendo el cartucho con el nombre del faraón, y en los muros se muestran los triunfos militares de Ramsés.

En la pared sur se relatan las batallas en Siria, Libia y Nubia, continuación de las expediciones iniciadas por su padre Seti I. La simbología presente en estas representaciones se refiere al papel del faraón como soberano de todos los países extranjeros y dominador del caos que éstos representan. El muro norte relata la batalla más famosa del reinado de Ramsés II: la de Qadesh. Este choque, que tuvo lugar en el año 5 de su reinado, aparece relatado en todos los templos edificados por Ramsés II.

Tras la primera sala hipóstila, el eje del templo nos conduce hacia una segunda sala con cuatro pilares, de carácter más cultual. La decoración abandona los motivos propagandísticos y se centra en los quehaceres diarios del soberano ante los dioses. El rey presenta las ofrendas ante la barca de Amón y es abrazado por diferentes divinidades. Tras la sala aparece un vestíbulo transversal que precede a la parte más sagrada, el santuario. Delante de la estancia se encuentra un altar, y detrás de él, el nicho excavado en la roca.

En el nicho se esculpieron las imágenes de las cuatro divinidades a las que se dedicaba el templo. De izquierda a derecha vemos a Ptah, Amón-Ra y, en el extremo, Re Horakhty; entre estos dos últimos dioses se colocó el propio Ramsés, ya divinizado. La ubicación de estas imágenes no era casual. Dos veces al año, el 20 de febrero y el 20 de octubre, coincidiendo con los equinoccios, el sol incidía directamente en el nicho, iluminando las imágenes de las divinidades. Sólo una de ellas quedaba en penumbra, la del dios Ptah, tal como corresponde a un dios de carácter ctónico (terrestre).

TEMPLO DE NEFERTARI

Al norte del templo mayor se sitúa el templo menor. Está también excavado en la roca y dedicado a su esposa favorita, Nefertari. La fachada está decorada con seis estatuas, cuatro de Ramsés II y dos de Nefertari. Las seis son de igual tamaño, algo poco corriente, ya que las estatuas que representaban al faraón solían ser de mayor tamaño. La entrada conduce a una sala con seis columnas centrales, esculpidas con capiteles decorados con la cabeza de la diosa Hathor.

La sala oriental contiene algunas escenas que muestran a Ramsés II y su esposa ofreciendo sacrificios a los dioses. Tras esta sala se encuentra otra que muestra escenas similares. Al fondo del templo está el santuario con una estatua de Hathor, la diosa egipcia del amor y la felicidad.

En 1968, el complejo fue reubicado en una colina artificial, construida en terrenos próximos situados sobre el nivel del futuro lago Nasser. El traslado de los templos fue necesario para evitar que quedaran sumergidos, tras la construcción de la presa de Asuán, por el embalse formado por las aguas del Nilo.

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