Uno, que de Historia sabe alguna que otra cosilla, se ríe socarronamente cuando ve a esos nuevos patriotas de pacotilla presumir de gestas históricas desde su profunda ignorancia. El hipernacionalismo es un auténtico cáncer de funestas consecuencias. Sólo en Europa lleva en su haber, en 200 años, más de 100 millones de muertos. Da igual que sea el español, el catalán, el madrileño, el trumpista o el de Alcafrán. El hipernacionalismo español, de la mano de la ultraderecha, está muy ocupado en rescatar hechos y momentos, supuestamente gloriosos, de la "Historia patria", eso sí, con interpretaciones interesadas y, generalmente, poco acordes con lo que realmente ocurrió o significaron en su momento. Una de las razones de esto tiene que ver con la reacción ante el fundamentalismo nacionalista catalán, otra fábrica de hacer Historia desde el agravio permanente, que busca rescatar una Cataluña añorada que no existió realmente nunca. No hay misterio. La memoria que construimos tiene mucho que ver con la manera con la que encaramos la vida, qué ideologías nos "inspiran", y cómo entendemos la construcción de las sociedades. Yo, que creo que nuestro solar patrio ha hecho grandes e importantes contribuciones a la Historia, incluso antes de ser España, recelo de esa España Imperial plagada de sombras, y no digamos de la falsa y putrefacta idea de la "Una, Grande y Libre". A cambio admiro la contribución de Hispania a Roma en el ámbito intelectual y político; me admira la civilización hispanomusulmana en multitud de facetas; soy mucho más sensible a los esfuerzos humanistas y erasmistas que a la unificación religiosa de los Reyes Católicos; valoro más los esfuerzos de convivencia entre religiones que a esa sociedad de la Inquisición, de las delaciones y el espionaje de los vecinos, la obsesión por la limpieza de sangre y la imposición de la "religión verdadera". He tenido siempre más interés en las condiciones de vida de los grupos humildes en las sociedades del Antiguo Régimen que en la vida, las luchas y las "gestas" de Reyes y nobles; en los levantamientos de campesinos que se jugaban el cuello que en las gestas imperiales de los Tercios en Flandes o Italia, que empobrecían a los súbditos castellanos. Me interesa más conocer el papel de la mujer en la Historia moderna que el de los intereses espurios de los "grandes hombres" en todas las épocas. Me interesan más los religiosos que debatieron sobre el trato que recibían los indios en América que todos aquellos otros que evangelizaron aprovechando la explotación indígena. Siento más consideración por el esfuerzo intelectual de los Ilustrados que por esos reaccionarios que durante la Guerra de la Independencia defendían más al absolutismo que a la Patria. Hay españoles a los que les priva la "grandeza" de España. Yo, sin despreciarla, no puedo apartar la mirada de la miseria, desigualdad, sufrimiento, y otros proyectos o formas de entender la vida y la sociedad que oculta esa grandeza.
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