Aquí nada es casual. Hasta hace bien poco el negacionismo era un movimiento marginal, abrazado por una minoría de "locos" e incultos que se ligaban a una narrativa alternativa de la realidad. Sin embargo, ahora los negacionistas crecen como la espuma. ¿Por qué? Lo tengo claro, porque cada día hay más gente inculta, ignorante, acrítica, irreflexiva, irracional, que es fácil presa de la producción industrial de la mentira. Sin olvidar, claro está, a la creciente cohorte de sectarios ideológicos, siempre dispuestos a abrazar la estulticia con tal de "joder" a sus adversarios políticos. Lo cierto es que el negacionismo ha hecho presa en la sociedad y pone en solfa principios indiscutibles de la ciencia, la historia y la propia realidad social. Cada vez más gente -desde su necedad- reconoce con orgullo ser negacionista, afirmando poseer un nivel de conocimiento que se escapa al del resto de la población, a quienes consideran sumisos y crédulos en una guerra entre la verdad y "su verdad". Muchos son víctimas del efecto Dunning-Krueger, un sesgo cognitivo que lleva a las personas con pocos conocimientos a considerarse más inteligentes que el resto y que, en su peor forma, puede llevar a alguien a niveles peligrosos de autoengaño y egoísmo. Antes los negacionistas lo eran siempre de fenómenos lejanos, abstractos, poco influyentes sobre la vida real o que la afectaban de forma sutil. Pero ahora... Si crees que el calentamiento global es una mentira estarás contribuyendo al grave deterioro del Planeta; si crees que el COVID es una enfermedad fake o que las vacunas son un engaño, estarás poniendo en peligro tu salud, tu vida y, lo que es peor, la de los demás; si niegas que lo que está pasando en Gaza es un genocidio, estarás contribuyendo a que no se detenga, o lo que es peor, serás un colaborador necesario de un aberrante caso de crímenes de lesa humanidad. Aunque no tengas ni idea de lo que la frase significa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.