"Bésame el culo”, es la frase favorita de Bart Simpson. Ahí está hoy situado el nivel. Ya no hay espacio para la poesía ni las catedrales góticas. La razón es obvia: Antes la gente tenía convicciones; ahora sólo tenemos opiniones. Y se necesita algo más que una simple opinión para construir algo eterno. Este mundo se fue definitivamente a la mierda cuando el neoliberalismo estableció, y la ciudadanía aceptó, que el problema era que los ricos no eran lo suficientemente ricos y los pobres no eran lo suficientemente pobres. El gran truco de prestidigitación política y social del liberalismo salvaje ha consistido en convencer a los que no son lo suficientemente pobres para que crean que sus intereses están en apoyar a los que no son lo suficientemente ricos. ¿Cómo se ha conseguido esto? Pues sustituyendo la ideología, los valores y el sentido común por una situación caótica de confusión intelectual, rudimentarios sentimientos identitarios y elevando el egoísmo a categoría de valor supremo. Se ha convencido a las mayorías sociales de que los conceptos de igualdad, justicia, conciencia de clase o solidaridad son elementos perniciosos o demodé. Una vez que amplias las capas de la población que son capaces de votar contra sus propios intereses todo está permitido. Ya dijo Warren Buffet, el hombre más rico del mundo en 2008, que "hay una guerra de clases y la estamos ganando los ricos". El poder del dinero y sus utópicas promesas se han encargado de anestesiar cualquier principio de solidaridad social. La estrategia de las élites económicas-financieras es arrojar a las mayorías sociales a la necesidad, a la material y a la que surge de la carencia de alternativas. De ahí su interés de propagar la no-ideología, esperando que la mayoría abrace la idea del "caudillo" salvador. Los medios de comunicación y las industrias culturales hacen el resto: socializan los valores del sistema dominante y ahogan el pensamiento crítico que propicia un pensamiento único y condiciona la conducta del individuo en la sociedad. Los millonarios en el poder y sus fascistas esbirros no conciben otra alternativa que la felicidad de los ciudadanos por besarles el culo, unos ciudadanos que creen que sus intereses son los mismos de aquellos que les niegan el pan y la sal.
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