El puto Bluemonday

 En 2005 el psicólogo Cliff Arnall, por orden de la agencia de viajes británica Sky Travel ideó el concepto de Blue Monday (‘lunes triste’) como parte de una campaña publicitaria. Este año ha tocado el día 20 de enero. Y no ha estado mejor elegido, pues ha coincidido con el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump. Hay razones para estar deprimido y, aún más, muy preocupado. La toma de posesión ha sido un auténtico aquelarre de promesas totalitarias. Sólo había que ver las primeras filas de asistentes: Por un lado los mega millonarios, esa oligarquía de soberbios sin principios que han concluido que para qué van a tener criterios éticos si con ellos pierden la opción de aumentar su poder. Por otro lado la caterva de fascistas del mundo: Milei, Meloni, Bolsonaro, Orbán, Abascal... El plan de Trump es muy sencillo: favorecer a los millonarios -incluido él mismo y su familia- y..., joder al resto del mundo, sobre todo si es pobre, homosexual o se interpone en sus intereses económicos. Los capos de las tecnológicas, los oleoductos y las criptomonedas están de enhorabuena. La aplicación de enormes desgravaciones fiscales a los ultrarricos y grandes empresas, continuará profundizando más aún la desigualdad en EE.UU. Y en el resto del mundo. Las fasciotecnológicas, las finanzas globalizadas, siempre al acecho de la próxima destrucción creativa, y las viejas y las nuevas industrias energéticas forman un frente unido con un electorado histérico que desconfía del gobierno, que exige desobediencia a la cultura progresista e incluso al conocimiento científico, mientras buscan en las sectas, las iglesias y la "mierda" de las redes su propia forma de resistencia a la modernidad. Es, además, el triunfo del ultranacionalismo, que exige protección frente a los productos extranjeros y las personas inmigrantes. Lo único que debe trascender fronteras es la explotación de los recursos ajenos, el negocio y la ideología fascista.