Corría 1955 y la opinión pública mundial comenzaba a conocer la magnitud de los horrores derivados del Nazismo. Fue entonces cuando Theodor Adorno, representante de la Escuela filosófica de Fráncfort, sentenció: “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. Mi pregunta es: ¿Por qué después de Auschwitz y no después de cualquier atrocidad anterior o posterior?. La historia humana está plagada de ejemplos de inhumana barbarie. Espero que algún día la actitud insolidaria, egoísta, cínica y bárbara de esta sociedad respecto a lo que ocurre en Gaza nos cubra de vergüenza y nos huele las palabras en la garganta. Me asquea escuchar tantos discursos vacíos, llenos de autojustificaciones insostenibles y de tantas complicidades, llenas de vacuos lamentos. En esencia, lo que se impone, desnuda, es la cruda realidad de que el genocida Netanyahu y los suyos están aprovechando la situación para exterminar al pueblo palestino usando el máximo de crueldad. A la vista de todos los que quieran mirar, con la inacción cómplice de la mayoría. Es ya difícil encontrar actitudes morales más miserables y criminales que la de éstos nazis sionistas. Lo vemos en las atrocidades que se producen día a día, en el salvaje asesinato -porque allí no hay una guerra sino una operación de exterminio- de más de 60.000 personas. Esta semana, Netanyahu anunciaba a bombo y platillo el corte de suministro eléctrico en Gaza casi una semana después de haber vuelto a impedir el flujo de ayuda humanitaria en la región, sabiendo que así condena a muerte a niños, mujeres, ancianos... Muchos soldados judíos comparten crueles fotografías suyas en las casas derruidas de los palestinos. Aparecen junto a juguetes, vestidos y todo tipo de objetos, burlándose de sus antiguos moradores y jactándose de haber convertido sus vidas en un infierno en la tierra. Hemos visto soldados pateando cadáveres entre risas y arrojar heridos a la calle desde azoteas elevadas. Gaza ha sido prácticamente destruida con saña, se bombardean a conciencia y con total impunidad cualquier lugar que acoja refugiados. Se les expulsa y se les congrega en ratoneras para aniquilarlos más rápidamente. Lo que queda es un campo de ruinas y de desolación que, aún así, se sigue bombardeando. Israel ha bombardeado hospitales, escuelas, universidades, mezquitas, inmuebles residenciales, administrativos, todo el patrimonio cultural... Se profanan cementerios, se asaltan hospitales para destruir a conciencia incubadoras, quirófanos..., y se impide la entrada de ayuda humanitaria para causar mayor sufrimiento. Hace ya tiempo que niños palestinos comenzaron a morir de hambre, una estrategia totalmente contraria a las normas del derecho internacional. Durante la frágil tregua en Gaza, Israel ha multiplicado las matanzas en Cisjordania, pero también en el sur del Líbano, en Siria. Su único objetivo es la aniquilación de palestinos, estén donde estén. Se les detiene masiva y arbitrariamente, se les recluye en auténticos campos de concentración sin derechos ni garantías. Se les aplican torturas, vejaciones y abusos de todo tipo, la violencia sexual está a la orden del día. Se acusa gratuitamente de terrorista al personal de la ONU, se criminaliza a la UNRWA, se asesina a periodistas molestos, se ha torturado incluso a personal médico. Las atrocidades de Hamas no justifican las que comete Israel, su inhumana brutalidad, sus crímenes de guerra. La inhumanidad se ha impuesto y se desata una y otra vez, hasta que el mundo que nos rodea arda hasta los cimientos y más allá.
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