Cada vez estoy más convencido de que el vendaval que está arrastrando a Europa a multiplicar sus gastos militares es fruto, además del tributo que el engendro que ocupa la Casa Blanca debe hacer a la poderosísima industria militar por su generosa contribución económica a su campaña, de una nueva vuelta de tuerca de este demencial sistema ultracapitalista para conseguir, con la estrategia de generar miedo ante el ataque de un supuesto enemigo, que la sociedad acepte sin contestación la aceptación de más recortes democráticos y sociales. La prueba es que las cúpulas empresariales aplauden hoy a rabiar el rearme de Europa, que la mayoría de la clase política les hace la ola y que la industria de la guerra no cabe en sí de gozo. El plan lleva años en funcionamiento. Primero había que crear al "enemigo" ideal, o al menos cebarlo. Se eligió a Rusia, pues el sentimiento de temor hacia la antigua URSS está aún fresco en Europa y es vivísimo en sus antiguas repúblicas. Tras ello se la amenaza con rodearla de estados a los que se invitan a entrar en la OTAN y se eleva la presión utilizando a Ucrania: está demostrada la intervención occidental en las protestas del "Euromaidán" que acabaron con el gobierno del pro ruso Yanukóvich; hay una voluntad manifiesta de incumplir los acuerdos de Minsk; se favorece la acción violenta de grupos neonazis, destacando el batallón Azov, en la región oriental del Donbass contra la población pro rusa... Después llega la respuesta de Putin, contraria a las normas del derecho internacional y los derechos humanos. Como lo de Netanyahu, con la diferencia de que al genocida sionista se le permite y hasta se le apoya. Y después de tres años de invasión, que han supuesto un tremendo negocio para EE.UU. y costes y problemas para Europa, llega Trump y dice, con total descaro, que la guerra de Ucrania tiene que terminar para que él pueda apropiarse "gratis" de la mitad de los minerales raros de Ucrania. Y, además, le dice a Europa que se defienda ella solita del "peligro ruso" encabezado por su colega y amigo Putin. Y ahí nos venden que, sin el paraguas yanki, Rusia, un país muy debilitado económicamente y que en tres años ha sido incapaz de dominar en Ucrania nada más allá de los territorios pro rusos, va ahora a iniciar la invasión, uno por uno, de los países europeos. La industria armamentística se frota las manos; las derechas ven abierta una ancha vía para avanzar más -si cabe- en sus políticas de recortes sociales y de derechos; y el fascismo espera sentado recoger su cosecha de "cabreados" y auparse al poder. Y mientras Europa se autodestruye, el "amigo" americano tiene vía libre para comenzar a "tomar el control" de Groenlandia, Canadá, Panamá y lo que le venga en gana. Negocio redondo.
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