viernes, 31 de octubre de 2025

Jalouin

Reconozco que me incomoda caminar por la calle detrás de alguien que, sin necesidad, me ajusta el paso. Tampoco me gusta que me señalen en el calendario en qué fechas tengo que celebrar o divertirme. Y todavía más si las celebraciones son importadas y apestan a negocio comercial. Las tradiciones inoculadas sin anestesia, como esa cosa del Halloween, me resultan idiotas, como una competición de bobsleigh en Jamaica o una corrida de toros en Oslo. Pero, claro, cuando uno ve en la calle un cartel anunciando que con motivo de la celebración de los Fieles Difuntos se llevará a cabo la salida procesional de la Virgen del Carmen, uno concluye que la "tontá" ha alcanzado un nivel global. El arraigo creciente de "Jallouín" empieza en guarderías y colegios con el aplauso de las familias y se ha convertido en una prueba más de nuestra subordinación provinciana, de nuestro papanatismo cultural, de nuestra fascinación aldeana por las mojigangas de la hiperconsumista sociedad americana. Quiero creer que, en el fondo lo hacemos porque nos gusta la fiesta, como coartada. Se trata de arramblar con lo que sea que haya por ahí que pueda darnos otro pretexto para el jolgorio, la parranda y el cachondeo. Lo trincamos y a disfrutar. No sin antes justificar nuestra entrega a la causa argumentando que "los protagonistas son los niños, que es una fiesta para ellos; para hacerlos felices". Y gilipollas de por vida. Me voy a pasar por la procesión de la Virgen del Carmen para ver si, en vez de nazarenos, la imagen va acompañada de diablillos, brujitas, hechiceros, vampiros, zombis, los Addams o Carlos Mazón. ¿Tradiciones? No, cuchufleta en estado puro.

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