sábado, 18 de octubre de 2025

El tiempo de la Bestia

Vivimos días extraños. Días donde nada es lo que parece. Vivimos tiempos líquidos, donde la vida es líquida, como líquida es la cultura, el arte y hasta la moral. Sólo el consumo y el miedo son sólidos. Vivimos tiempos en los que las grandes corporaciones depositan su poder en bestias dispuestas a desencadenar la violencia y la infamia por todo el planeta. El latido que impulsa siempre es el mismo: el amor al dinero, el amor al poder, nacidos de lo más oscuro de la condición humana. Pero las bestias son muchas, se multiplican, intervienen sin medida ni control, se internan en las selvas más profundas, ascienden a las montañas más solitarias, se adentran en las calles, las plazas, los callejones de las ciudades, en los poblados más ricos, en los barrios más pobres. Tienen las caras de paramilitares, terroristas, identitarios, ultranacionalistas, ultraortodoxos, ultraislamistas, ultraviolentos o dirigentes elegidos por ciudadanías desquiciadas. Tienen cuerpo de mafias, hooligans, hinchas, ultras, exaltados, extremistas, fanáticos… Pero también de elegantes ceos de grandes corporaciones, de políticos electos, de "reputados" periodistas, de ilustres escritores, de mediocres togados, de engreídos líderes mediáticos... Son bestias que exigen honores, genuflexiones, distinciones, alabanzas... Hasta premios de la paz piden. Creen que todo lo pueden, pero quizás sólo estén preparando su propia extinción. Nos llevarán a todos por delante pero serán los que desaparezcan con mayor sufrimiento. Ya nadie escucha. Nadie quiere escuchar. Sólo atienden a las ofrendas depositadas a sus pies, a las víctimas que son capaces de producir, a los dineros que saben amasar, a las locas aventuras en las que se embarcan, a los honores que un género humano entregado a la adulación se muestra dispuesta a conceder a las bestias, en forma de premios, condecoraciones, halagos plañideros y profundo sometimiento. Las masas creen que su "seguridad" vendrá de su fidelidad a la bestia. Por eso guardan silencio ante las infames destrucciones. Parlotean y se exaltan ante quienes son señalados por la bestia. Son rastreros y pelotas ante el fuerte, inclementes, intransigentes, duros y fuertes ante el débil. No saben aún que serán arrastrados al desastre por la Bestia a la que veneran. Pero prefieren no ver.

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