lunes, 20 de octubre de 2025

La farsa de la paz

Lo que se ha firmado en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij no es un acuerdo de paz, es -ante todo- una farsa. Trump, esmerándose en ser imbécil, tras decir que lo que se ha producido allí es un hecho histórico, añadió: "Hemos necesitado 3.000 años para llegar a este momento". ¡Casi ná lo del ojo! Digo yo que fue terminar el reinado de Salomón, y dividirse el Reino Unido de Israel entre el de Samaria y Judea, y se montó un bochinche que, como ya anunciaron algunos preclaros profetas hebreos, sólo se solucionaría con la mediación de un rey sabio e inmensamente rico de pelazo anaranjado venido del oeste. Eso sí, en no menos de tres mil años.

Para mí, la principal consideración que invalida el término "paz" para referirse al acuerdo firmado es que la paz es algo que llega después de la guerra. Pero en Gaza -ya está bien de falsas equidistancias y eufemismos interesados- no ha habido una guerra. Lo que ha acontecido allí durante los últimos dos años ha sido una operación planificada de exterminio. De genocidio, según no pocos expertos y juristas internacionales que llevan décadas estudiante estos fenómenos de la aniquilación física y moral. Convendría que los medios fueran menos seguidistas de los grandes poderes políticos y económicos al etiquetar y valorar los conflictos mundiales y sus consecuencias, pero ese es otro tema.

Por otro lado este "acuerdo de paz" se ha llevado a cabo sin existir un armisticio. ¿Qué tratado de paz se negocia mientras una de las partes sigue asesinando? ¿Cuántas treguas conocéis donde una de las partes no deja de asesinar? ¿Cómo se implementa un acuerdo de paz cuando desde el minuto cero una de las partes exige cosas que sabe imposibles, amenaza, provoca, decide unilateralmente no cumplir algunos de sus compromisos y... sigue asesinando?

No, compañeros, a lo que hemos asistido en las últimas semanas ha sido a un ejercicio de lo que algunos expertos llaman la “diplomacia de la intimidación”, para definir a la "chulesca" actuación de Trump en la escena política internacional. El "Plan Trump" ni es de Trump, ni es un Plan. A lo sumo es una hoja de ruta alentada por un consorcio de intereses económicos y políticos para aliviar la que comenzaba a ser fuerte presión internacional contra Israel; hacer borrón y cuenta nueva respecto a los crímenes de "guerra" y delitos de lesa humanidad cometidos por Netanyahu y su gobierno (habéis visto que en el Plan se recoja nada sobre asunción de responsabilidades, indemnizaciones o reparaciones); proteger los "avances" territoriales e intereses sionistas y, finalmente, poder iniciar el gran negocio allí proyectado. ¿Por qué, si no, el "ceo" americano de la negociación ha sido el multimillonario yerno de Trump? La "ausencia de violencia" en Palestina es una oportunidad de negocio y el hijo y el yerno de Trump, con una banda de buitres amigos desean invertir cientos de miles de millones en el sueño familiar para edificar su Gaza Resort.

 Aunque teniendo en cuenta que Melania acaba de dar una rueda de prensa oficial anunciando que mantiene un "canal abierto de comunicación" con Putin y que ha logrado que ocho niños ucranianos se reunan con sus familias, a lo mejor es que la diplomacia mundial está ya en manos de la "familia real norteamericana".

Creo que la pretensión de Trump de mostrarse ante el mundo como un “pacificador” que consigue, sólo con su genio, resolver los conflictos en los que otros invariablemente han fracasado, además de intentar justificar "su" Nobel de la paz y reforzar su imagen de superhéroe ante su populista público, se basa en una narrativa falaz e hiperbólica de unos acuerdos apresurados que las partes implicadas suscriben para no ser blanco del instinto vengativo del déspota.

Personalmente creo, siguiendo la idea del historiador israelí Ilan Pappé (que tuvo que exiliarse en Reino Unido ante el hostigamiento del Gobierno israelí, los académicos sionistas y las amenazas de muerte recibidas por su defensa del trato humanitario al pueblo palestino) que está farsa de paz pretende dar cobertura al “genocidio progresivo” o “por goteo” que viene practicando el sionismo desde hace décadas.

Pero claro, ante casi setenta mil muertos, las imágenes de cuerpos infantiles desfigurados, familias enteras aniquiladas, niños famélicos y núcleos de población totalmente arrasados, entiendo que haya en mucha gente un confuso y candoroso reflejo de esperanza ante un aparente final de la narrativa del horror impuesta por los genocidas. Está, además, eso que llaman la "fatiga de la compasión”, porque la persistencia en el tiempo, la "rutina", por muy macabra que ésta sea, acaba cansando. Y no olvidemos el poder de la propaganda, donde ésta se impone al rigor en la consideración mediática.

Este Plan sólo pretender continuar el genocidio progresivo; demostrar a los que han sobrevivido y/o regresado que su vida será mucho más miserable aún que la que soportaban antes del 7 de octubre; lograr que muchos acaben, exhaustos y sin futuro, abandonando Gaza a cambio de una miserable "gratificación" y permitiendo que una minoría permanezca como mano de obra barata que haga viable el plan neocolonial.

Y si esto es así la única reacción válida tendrá que ser una amplia y sostenida en el tiempo acción de protesta y oposición frontal de resistencia internacional a los intereses de Israel.

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