Nada nuevo bajo el sol. En agosto de 1933, cuando los nazis ya estaban en el poder, la Federación Sionista de Alemania, el Banco Anglo-Palestino (bajo las órdenes de la Agencia Judía para Israel, ya entonces ubicada en Palestina) y las autoridades económicas de la Alemania nazi firmaron el Acuerdo de Haavara para "facilitar la emigración de los judíos alemanes a Palestina". Varios futuros primeros ministros israelíes como Ben Gurion, Moshe Sharret, Golda Meir y Levi Eshkol, lo apoyaron.
En un memorando de la Federación Sionista de Alemania al gobierno nazi del 21 de enero de 1933 declaraban (no tiene desperdicio): "En la fundación del nuevo Estado, que ha proclamado el principio de la raza, deseamos adaptar nuestra comunidad a estas nuevas estructuras (...) Nuestro reconocimiento de la nacionalidad judía nos permite establecer relaciones claras y sinceras con el pueblo alemán y sus realidades nacionales y raciales. Precisamente porque no queremos menospreciar estos principios fundamentales, porque también estamos en contra de los matrimonios mixtos y a favor del mantenimiento de la pureza del grupo judío (...) Los judíos conscientes de su identidad y en cuyo nombre hablamos, pueden encontrar un lugar dentro de la estructura del Estado alemán, pues están libres del resentimiento que deben sentir los judíos asimilados; (...) creemos en la posibilidad de unas relaciones leales entre aquellos judíos conscientes de su comunidad y el Estado alemán.
Este acuerdo priorizaba a los sionistas millonarios, cuyo capital era necesario para la colonización palestina, y dejaba a su suerte a las masas trabajadoras judías, quienes pronto se verían encerrados primero en guetos (y ya más tarde en campos de concentración). A cambio, los sionistas pactaron colaborar con el gobierno nazi y rompieron el boicot que otras organizaciones judías estaban llevando adelante contra la Alemania hitleriana, logrando que mercancías alemanas pudieran ser vendidas en Inglaterra, por ejemplo.
En Italia, Vladímir Jabotinsky, dirigente del sionismo revisionista y fundador en 1935 de la Nueva Organización Sionista, se mostró siempre dispuesto a colaborar abiertamente con Mussolini. Hasta tal punto que en 1934, en pleno gobierno fascista, logró el permiso de Mussolini para fundar la Academia Naval Betar en Civitavecchia. En ella se formaron los futuros dirigentes de la marina israelí y en aquel entonces incluso llegaron a combatir como cadetes junto a los soldados italianos en la invasión de Etiopía.
Cuando los nazis habían aprobado ya la llamada "Solución Final", en un memorando de 1943 del Comité de Salvación de la Agencia Judía, ésta declaraba:
¿Debemos ayudar a todos los que lo necesiten sin tener en cuenta las características de cada uno? ¿No debemos dar a esta acción un carácter nacional sionista y tratar de dar prioridad a la salvación de los que pueden ser útiles a la Tierra de Israel y al judaísmo?
Hoy, el apoyo financiero de distintos lobbys sionistas a todo tipo de grupos fascistas está ampliamente demostrado.
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