Yo no sé escribir de héroes. Sólo entiendo de almas perdidas, de personajes que buscan un sentido a la vida y chocan una y otra vez con el absurdo y con ellos mismos. Aunque quizá ambas cosas sean lo mismo. También intento aproximarme a la belleza de la decadencia y el silencio. En el fondo no pretendo hablar de desesperación, más bien de una compasión profunda. No pretendo juzgar a mis personajes. No pretendo obligarlos a cambiar de dirección. Al contrario, sólo pretendo ser su observador. A lo sumo pretendo animarlos a mirar de frente a la niebla hasta que encuentren destellos de su propia e íntima humanidad. Nunca estoy ausente de cualquiera de estas historias. ¿Cómo podría cuando no ceso de llamar a la resistencia? Aunque algo me impide dejar de desgranar un mundo que se me antoja de una materialidad asfixiante, de contornos borrosos, envuelto en una atmósfera enigmática y enrarecida, un mundo del que está a punto de erradicarse la bondad y la nobleza, y en el que reina el ultraje a la inteligencia y el caos. Un mundo donde las ilusiones son tímidas, pues para seguir viviendo algunos necesitan creer en falsos mesías y charlatanes. A mí no me interesa creer en algo, sino entender y creer en la gente. Creo que no sé escribir con la imaginación, sino con una sensibilidad que me permite acceder a un espacio que forma parte de nuestra realidad. Sólo quiero encontrar las palabras para describir mi destino. Yo no sé escribir de héroes, porque su desastre y destrucción sería inevitable debido a la condición humana. O quizá porque, para mí, no hay gran diferencia entre héroes y supervivientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.