Lo tengo claro. La Fiesta Nacional en España ha sido siempre -en democracia- la excusa para "endiñarnos" un amplio publirreportaje sobre las falsas maravillas de la monarquía. Seguramente porque sus muñidores saben bien cuál es la realidad. Descubrirla de la mano de gente fiable no es tan difícil. Ya en 1797 Tayllerand, Ministro de Napoleón, dijo: "Es costumbre real el robar, pero los borbones exageran". Unamuno, por su parte, afirmó "Nos están robando, españoles. Una banda de forajidos que se ha apoderado del poder público para saquear a mansalva a la patria. Y creo que tenemos derecho a creer que el rey cobra su quiñón del botín". Valle Inclán, refiriéndose a Alfonso XIII, hizo un "castizo" retrato de su estirpe: "Cabrón el tatarabuelo (Carlos IV. Su propia esposa escribió que no era padre de ninguno de sus hijos). Un canalla el bisabuelo (Fernando VII, el Rey Felón). Puta y reputa la abuela. (Isabel II, casada con Francisco de Asís de Borbón, alias "La Paquita"). El padre, chulo y pardela (Alfonso XII). El hijo más listo, lelo. (D. Juan de Borbón)¡Pistonuda parentela la de nuestro reyezuelo". En 1931, cuando se vió obligado a exiliarse, dijo: "Los españoles han echado al último de los Borbones, no por rey, sino por ladrón". Y Blasco Ibáñez sentenció: "El país de Don Quijote, gracias a la monarquía de los Borbones, se ha convertido en el asno de Sancho Panza: glotón, cobarde, servil, incapaz de ninguna idea que exista más allá de los bordes de su pesebre". La naturaleza, aventuras y desventuras y catadura moral de Juan Carlos I las conocemos todos. No me extraña que para tapar tanta cochambre se solape la celebración de la Fiesta Nacional, el día del Pilar, la Patrona de la Guardia Civil, la dichosa y casposa Hispanidad y hasta del santo Rotobaldo de Pavía. Menos mal que ahora tenemos un rey muy "preparao" y una princesa "mona, monísima".
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