Los premios, todos los premios, empiezan a tener el mismo valor que una guitarra obtenida en una tómbola. Pensemos en el Nóbel de la Paz o en el Planeta, antaño premios de referencia y prestigio pero que hoy apestan más que una gorrinera. La vergüenza por el Nobel de la Paz ya es tradición. Pero, si se lo dieron a Kissinger -un genocida internacional experto en métodos de tortura- pocos días antes de ordenar el brutal golpe de Estado que encabezó Pinochet. Ahora se lo dan a una señora ultra que alaba la acción del criminal de Netanyahu por sus “logros” en el genocidio de Gaza. Lo de Juan del Val sólo sorprende a los incautos. ¿A quién pretendéis que se conceda un premio literario patrocinado por la misma empresa que venderá los libros, a un profesional de la literatura, pudiéndoselo dar a una famosa figurita mediática que trabaja para ti y que es presentado como "polémico" en vez de como cuñao y todólogo? Hasta la elección política de presidentes se parece a la concesión de premios. Y a cada cretino al que suben a un podio nos pillan con carita de idiotas. ¡Ojo, cuidado!, que ahora vienen los supercalifragilisticoprestigiosos premios Princesa de Asturias. Concedidos por una entidad privada que, a finales de 2022 tenía un patrimonio neto de 32,5 millones, gracias a los ingresos que le llegan de las administraciones públicas (13%), es decir tus impuestos (o creías que ésto lo pagan los Borbones), los rendimientos de su patrimonio (libre de impuestos) y los donantes del sector privado (73%), anónimos, aunque a juzgar por la composición del patronato, llena de banqueros y de consejeros de empresas del IBEX 35-, no es difícil adivinar quiénes son. Teniendo en cuenta que casi cualquiera de los premiados tiene mucho más prestigio internacional que la casa real española, es evidente que estos premios fueron pensados para que aquellos prestigien a ésta, y no al contrario. Es decir, no son otra cosa que la Corona absorbiendo anualmente el prestigio de los premiados, la monarquía premiándose a sí misma. Y, desde ya, tendremos que asistir abochornados a horas y horas de almíbar monárquico en las teles, convertidos -para la ocasión- en programas del corazón. Y así, entre bandas de gaiteros, "Asturias patrias queridas", paseítos por la alfombra azul, gente agitando banderitas, imágenes de la yaya en el palco, lecturas de discursos escritos por otros, visitas "de sport" al galardonado como Pueblo Ejemplar de Asturias y comentarios a tutiplén sobre la profesionalidad de la Emérita, la elegancia de Letizia, lo monísima que está Leonor, la complicidad con su padre "el preparao", lo liada que está la hermana y las monteras piconas, vamos completando otro publirreportaje.
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