Nada parece encajar. El mundo parece haberse salido de sus goznes. Todo queda, o demasiado grande o demasiado pequeño para su fin. La ideología burguesa está mucho más extendida que la clase social que le da nombre. Los barrios obreros se llenan de "señoritos". El individualismo se torna egoísmo, ahogando así a la persona. El fetichismo de la mercancía ha devenido en religión de Estado y el consumo incesante es la única prueba de vida válida para mucha gente. El sujeto se hace objeto, carne de publicidad. Oprimido y disuelto, ya no sobrevive más que como sombra. El egocentrismo expropia la personalidad, la cosifica, la trivializa y termina por destruirla, enajenando al individuo de sí mismo. Absorbida por el Consumo, gigantesca máquina de generar insatisfacción, mucha gente acaba siendo un confuso revoltijo de instintos, emociones primarias y pulsiones no controladas. Son meros peones de una partida que no comprenden, ni siquiera sospechan. Renuncian a todo proyecto de construcción personal. Solo bajo la máscara de cliente se sienten a salvo, creen ingenuamente en todo aquello que les da la razón, sin reparar que eso no es algo más que un anzuelo para incautos. Sin intelecto y sin conciencia moral, la facultad de juzgar correctamente desaparece. La incoherencia, la confusión, el absurdo..., dominan el mundo. Cuando cada cual presume de ser absolutamente libre, con un descaro portentoso, lo que triunfa sin discusión es el instinto gregario. La libertad se reduce al color del yugo al que cada uno se unce. No reparan, sin embargo, en que no difieren en nada. Todo estos espíritus fuertes que abominan de la idea de igualdad son idénticos el uno al otro, cortados por el mismo patrón que, lejos de una muestra de alta costura, es un prêt-à-porter desechable y carente de alma. A la par que los derechos, los valores humanos están inmersos en una profunda crisis. Los valores éticos se evaporan en la realidad cotidiana mientras crecen sin parar los que son incapaces de analizar el sentido de sus propias elucubraciones y actos. El examen de conciencia ha caído en desuso. Los remordimientos, como las dudas, son reliquias del pasado. Los miserables se sienten más limpios que una patena. Y mientras, los malvados se encuentran a sus anchas en un mundo a su medida, pues el objetivo del "Tinglado" es la demolición de todo sistema de valores plural para imponer el suyo.
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