martes, 15 de abril de 2025

Auschwitz, hoy

 Hoy se cumplen 80 años de la liberación de Auschwitz. El nazismo tenía sus horas contadas. Pero quizá el tiempo si pueda retroceder. Hoy ya sabemos que no desaparecieron, estaban ahí, emboscados, disfrazados de falsos demócratas, mimetizados como gente de bien, encerrados en sus empresas, vigilantes de sus negocios y beneficios, aprovechando cualquier nicho para mercantilizarlo todo, armados con sus biblias, esgrimiendo su falsa libertad y protegiéndose con una red de bulos y mentiras. Estaban esperando la ocasión para recuperar su supremacía artificial y salvaje sobre los de abajo, sobre el cuerpo de las mujeres, el sentir de los homosexuales, la dignidad de los inmigrantes, la mente sana de la sociedad y el corazón de todos los que sí se preocupan de los demás. Pensamos que se habían ido, nos aseguraban -burlones- que aceptaban la realidad, que habían reconocido y asumido la igualdad y la justicia social como un bien supremo beneficioso para toda la sociedad, incluidos ellos. Cuando se les recordaban los viejos, los malos tiempos, ellos decían que eran cosas del pasado, que ya habíamos pasado página, que no había que abrir viejas heridas... Palabrería. Pero no, no habían renunciado a sus sagrados privilegios, escritos por sus dioses, dicen ellos. No, ahí están, dispuestos a sacrificar a sus propias hijos para restablecer lo que ellos llaman el orden natural. Están arropados por otros como ellos, por políticos tan sociópatas como corruptos, por grandes empresas de comunicación y sus lacayos columnistas, tertulianos o populistas armados de un micrófono, por los nuevos ricos y hasta por muchos hijos de obreros con estudios que sólo le han servido para traicionar sus raíces. También muchas de sus nietas han naufragado en un océano de botox, tatuajes, uñas y postureo, atraído al abismo por el canto de las sirenas encarnadas en influencers, redes sociales y letras de reguetón. Mientras ellos, perdidos, se defienden envolviéndose en banderas, opinando que el feminismo ha ido demasiado lejos y haciéndose homófobos rabiosos. Para estos jóvenes la democracia “ya no se lleva”, lo dicen sus amigos, sus influencers, esa gente a la que votan con imprudencia, como quien vota en Eurovisión o en Gran Hermano. Lo dicen en las redes. Ahora ya están ahí. La única esperanza es volver a luchar para reconquistar las mismas cosas por las que nuestros abuelos pelearon. Evitar que su legado naufrague. Impedir que siga aumentando la nómina de gente que colabora ciegamente en la pérdida de los derechos y libertades que ellos conquistaron en su lucha contra los que ahora vuelven reclamando su venganza.

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