Lo reconozco, soy un australopithecus inconformista. Soy un fósil antediluviano y además un manazas tecnológico por desinterés absoluto en reciclarme. ¡Mueran las máquinas, viva la poesía! Por Reyes he pedido un mazo para destrozar sin piedad aparatos informáticos. Y que no intenten convencerme. Les devuelvo la pelota: Vuelva a llamar en unos minutos. Lo sentimos, las líneas están ocupadas. Y lo seguirán estando todo el puto día. No quiero recorrer la ciudad buscando una sucursal bancaria en la que te atienda un ser humano que escuche con empatía tus palabras. Y que no te diga que solo atienden con cita previa. Yo no quiero que me llamen en plena siesta para venderme algo que no he solicitado. Yo no quiero sentirme desnudo e indefenso ante tantos aparatos y artilugios. Ni que me espíen lo que busco en internet, que escuchen sin permiso mis conversaciones o lean mis escritos, para ahogarme después con productos que no necesito. Yo no quiero que me estén engañando permanentemente con noticias falsas. Que me atosiguen sin cesar con manipulaciones y mentiras. Que me adoctrinen con sus soflamas ideológicas racistas, homófobas, nazis, clasistas y antifeministas. Siempre de extrema derecha, que es lo que se lleva y prolifera, gracias al blanqueo de algunos y al voto de muchos ciudadanos. Yo no quiero comprar por Amazon, aunque sea un poquito más barato. Porque cuando se carguen todo el comercio local y de proximidad, hundiendo en la indigencia a todos tus vecinos y paisanos, subirán los precios y seremos los nuevos esclavos de su comercio global. No es una distopía, ya lo somos. Esclavos, digo. Entres a la tienda que entres, te expresan la misma queja: las compras por internet nos están arruinando. Hasta los solomillos on line... están comprando. Ni quiero que este mundo tenga una cultura única de seres robóticos donde todos consumimos vorazmente los mismos productos. Un mundo de seres idiotizados, gobernados por multimillonarios o sus esbirros, por máquinas y por influencers analfabetos, domiciliados fiscalmente en Andorra. Comemos igual, vestimos la misma ropa, leemos idénticos libros (perdón, ellos no leen ni uno), vemos las mismas series y películas en sus plataformas y escuchamos la misma música de mierda. Llámame carca, o involucionista, o antiprogreso, pero solo intento no perder la esencia humana ni la libertad. Ni la dignidad. La poca que nos queda. Sí, soy un Australopiteco mirando absorto a las estrellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.