Tengo las cosas tan claras que no encuentro respuestas a tanta pregunta como me hago. Creo que una ola psicótica recorre la sociedad. Es una psicosis de pánico masiva. ¿Por qué? Quizás porque cuando las cosas empiezan a fluir tan rápido el cerebro humano es incapaz de elaborar el significado de la información, y debido al caos entramos en pánico. Eso nos impide tomar decisiones racionales, porque lo que sucede a nuestro alrededor es demasiado rápido, demasiado complejo, y por lo tanto indecidible. Pero al pánico se une la depresión, la patología predominante de la generación que aprendió más palabras de una máquina que de la voz de su madre. La depresión es dolorosa, así que hacemos casi cualquier cosa para liberarnos de sus garras. Y resulta que la movilización agresiva de energías mentales puede ser una salida para la depresión. Y resulta que el sentimiento identitario agresivo, la movilización nacionalista y el patriotismo excluyente actúan como una terapia de anfetaminas para la mente deprimida. Por otro lado está la angustia y la obsesión. Hasta los años 80 el marco social estaba marcado por la lucha de clases, el internacionalismo y la solidaridad obrera contra la explotación. Pero Reagan y Thatcher, con el beneplácito de Mitterrand, Helmut Kohl y compañía, dinamitaron este marco y la conciencia social se hiperfragmentó. La brutalidad neoliberal y la globalización dispararon la inseguridad, la precariedad, el aislamiento y la soledad. La solidaridad se ha borrado de la vida social debido a la precarización del trabajo. Todo esto desata una ola de angustia mental. La identificación racial, étnica o nacional han sustituido a la solidaridad social. La pertenencia ha sustituido a la conciencia. La supervivencia y la lucha por la vida han sustituido al conflicto para la redistribución de la riqueza. Y, finalmente, la conciencia positiva está criminalizada: woke es la palabra clave de esta criminalización. La derecha ha impuesto que estar despierto (consciente) significa ser débil. Si quieres ser fuerte, olvídate de la conciencia, confía en Trump y en el dinero. Si quieres ser fuerte, olvídate del pensamiento y cree: en Dios, en la nación, en la supremacía blanca, en la civilización superior de Occidente. Y así se cierra el círculo. Pero, ¿qué hago yo ahora con estas certezas?
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