martes, 15 de abril de 2025

La radio dispara

 La radio dispara más que difunde noticias. La tele apenas la "pongo" (ella tampoco me "pone"a mí) porque además de oír necedades me obliga a ver la jeta del que las eructa. Hay que ponerse a cubierto. Escucho que una de cada tres personas padece un problema de salud mental, principalmente ansiedad, insomnio y depresión. "Sanidad lo considera ya una epidemia" Trabaja más gente que nunca. La gente come y muchos completan su dieta con pastillas. Pero cada día mueren dos personas en accidente laboral. Un 7% más que el año pasado. Nadie debería perder la vida tratando de ganársela. Es un impuesto a los pobres, el chantaje de la supervivencia. Los que no quieren impuestos se los cargan a los de abajo. La exigencia es que, a fondo perdido, lo "des todo", hasta tu insignificante vida. Cotizan los beneficios, no las vidas. ¿Es esa otra gotera de la democracia? ¿Son los cuerpos inertes, caídos en acto de servicio laboral, un ingrediente fundamental de la libertad? ¿A más sudor en solitario más fascismo? En este, como en otros temas, la gravedad se elude. Nadie quiere que le agüen la fiesta, y ésta es lo que cada uno decide qué es. El mundo lo arreglamos cuando no estamos haciendo nada, por ejemplo en los bares, mirando a través del fondo de un vaso. Lo intentamos arreglar en el único terreno que muchos sienten que todavía les pertenece, el de las palabras. Pero muchas veces estás palabras están vacías, no están respaldadas por conocimiento alguno ni por ninguna verdad. A veces sólo están leyendo un guión. Pronunciamos lo que no podemos hacer, lo que no hacemos. Compensamos los hechos con ofrendas u ofensas verbales. En esos sitios y de esa manera ya reina la vehemencia. Pero sólo nos permiten enfadarnos. Es más, quieren que estemos perpetuamente enfadados. Da igual que las canciones sean de celebración, de luto o de melancolía. Los únicos estados premiados por los grandes altavoces deben estar presididos por el encabronaniento. Flota en el ambiente una actitud de huida. Lo que no está claro es hacia dónde. El problema es que los caminos que nos ofrecen parece que cada vez necesitan menos de los demás. A muchos parece bastarles con tener cubiertas ciertas necesidades, básicas o no, para nadar en fórmulas, sílabas o cachivaches a fondo perdido. Y, detrás, el fomento del aguante hasta que la cuerda de la paciencia se rompa y necesites atiborrarte de antidepresivos. Todo, sin embargo, parece partir de una actitud individualista. Hay que priorizar cuitas personales al interés colectivo, dejarse dominar por un infantilismo antipragmático, desenchufarse de la realidad, quijotear, ensuciar con emociones lo que debería ser un aséptico estado de debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades. Quieren que seamos un coche de choque en una carrera de alta velocidad hacia ninguna parte.

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