El retorno de Trump al poder ha instaurado en el mundo un sistema que da una vuelta de tuerca más al neoliberalismo salvaje. Es un sistema en manos de sociópatas, psicópatas y desalmados que tienen en común sus enormes fortunas, su narcisismo enfermizo, su total falta de empatía, su desprecio absoluto a la justicia, la igualdad, la diversidad, el diálogo y los derechos humanos más elementales. Es un sistema que grita libertad pero que apesta a fascismo. Un fascismo que hacen cada vez más explícito en sus discursos, propuestas, acciones y hasta sus gestos. Ahí está Musk haciendo el saludo nazi; el vicepresidente de EE.UU., JD Vance, yendo a Alemania en plena campaña electoral para cagarse en la democracia europea y apoyar al partido nazi; o Trump, jaleando delaciones anónimas, redadas salvajes, deportaciones, amenazando la soberanía territorial de otros países, favoreciendo el genocidio palestino, iniciando guerras comerciales o chuleando a sus aliados europeos, a los que trata como vasallos y a los que sólo les deja la opción de someterse a sus lunáticos caprichos. Trump y Musk están triturando la ya maltrecha democracia yanki y llevando al borde del abismo a la del mundo. Están dinamitando el ya precario equilibrio geoestratégico internacional, mostrando un desprecio absoluto hacia sus instituciones: Han recortado brutalmente la financiación a la ONU, dejando en cero a la que atiende a los refugiados palestinos; han retirado a EE.UU. del Consejo de Derechos Humanos y de la OMS, con un discurso negacionista; han desmantelado su Agencia para el Desarrollo Internacional, Trump ha firmado una orden para sancionar al personal del Tribunal Penal Internacional que investigue a ciudadanos de EE UU o de Israel, con el objetivo de dejar impunes sus crímenes contra los derechos humanos; en su negacionismo climático se ha retirado del acuerdo climático global; pretende deportar a los palestinos de su tierra, entregársela a Israel y dar, de paso, un gigantesco pelotazo urbanístico; imponer una paz en Ucrania dejando fuera de las negociaciones al país que ha sufrido la guerra y a Europa, que ha corrido con el coste económico del apoyo a Ucrania y todavía acoge a más de 6 millones de sus refugiados. Ante el nuevo fascismo, Europa sufre un miedo paralizante. De momento, la mayoría de los americanos tienen una fe ciega en su necio y desalmado presidente, como la tenían los alemanes en Hitler y los italianos en Mussolini hasta que, ya demasiado tarde, vieron cómo sus países se precipitaban al abismo y arrastraban al resto del mundo. ¿Está Trump llevándonos a todos al precipicio? Es muy probable, pues esta vez el fascismo tiene de su parte a cada vez más países que, elección tras elección, están cayendo en sus garras. Aterrador.
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