jueves, 17 de abril de 2025

Relato

Hay personas que viven sin darse cuenta. Son como figuras inertes insertadas en un paisaje inmóvil que solo cambia bajo la diferente luz de las estaciones. A otras, la vida, simplemente, las atraviesa. A ella la vida la atravesó desde su llegada al mundo. No nació libre, pero tampoco se sometió sin resistencia a la esclavitud. Aprendió a estar callada y la enseñaron a pasar hambre mientras alimentaba a otros, y por el camino descubrió el oficio de buscarse la vida. A cintarazos atravesó él la vida, los que recibió de un bebedor violento que nada le dejó, salvo un cuerpo con cicatrices en las que no mirarse. En la huida, memorizó el camino más fértil para convertirse en un hombre sin pasado y sin miedo. Los dos fueron pies desnudos sobre el granizo y el fuego de los rastrojos. Juntos, sortearon los hachazos de la existencia con una bravura serena que no levantó sospechas. Atravesaron tierras que les eran extrañas sin otra ropa que una humilde esperanza y habitaron lugares hostiles, donde nadie los esperaba y nada tenían. Sin bendición, cruzaron los campos insólitos de la indiferencia agarrados sólo a la ternura de su espíritu. Fue así como conquistaron el reino de los supervivientes. Cuando por fin, después de un largo y fatigoso camino, regresaron al mundo que un día los abandonó, levantaron la casa donde criaron a sus hijos como bellos paisajes que danzaban suavemente al compás del ritmo de las estaciones.

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