Vivimos en un mundo extraño y desquiciado, donde los hombres desean la muerte a sus semejantes mientras llevan flores a los muertos. Donde hay quien prefiere hacer el mal aunque ello hace infelices a los otros y mediocres, frustrados y despreciables a ellos mismos. Donde nos ocultamos para hacer el amor pero practicamos la violencia a la luz del día. Donde pintar un graffiti es un delito pero matar un toro es un arte. Donde la forma de vestir se valora más que la de pensar. Donde el odio ha sustituido al amor como motor del mundo. Donde la pizza llega más rápido que cualquier ayuda o esperanza. Donde no podemos encontrar mayor lealtad que la de nuestro perro. Donde nos relacionamos con los demás mirando una pantalla y hablándole a un electrodoméstico. Donde no se intenta resolver los problemas sino convivir con ellos. Somos claramente animales en peligro de extinción de todo lo que nos rodea. Y todo porque, como dijo Jean de la Bruyere, "la mayoría de los hombres emplean la mitad de su vida en hacer miserable la otra". Y pese a todo debemos procurar dejar siempre un trozo de cielo azul sobre nuestras cabezas, aún en medio de la tormenta.
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