lunes, 3 de noviembre de 2025

Ya no nos queda ni París

 "Siempre nos quedará París", le decía Rick a Ilsa en Casablanca. Pues, seguramente, ya ni eso. Los centros de cualquier ciudad son clones impersonales, escenarios adocenados, espacios tomados por las avalanchas turísticas, cada vez más frecuentes y más multitudinarias, que alimentan el negocio más pujante de la ciudad. Pero claro, no es lo mismo negocio que beneficio. El que debería ser espacio disponible para quienes viven o frecuentan el Centro se ve reducido para beneficio de marcas franquiciadas cuyas cajas recaudadoras -no lo olvidemos- se encuentran muy lejos. La mayor parte de la riqueza que recolectan no se queda en las manos de quienes trabajan en ellas, ni en las de quienes habitan, cuidan y pagan con sus impuestos los lugares cuyos atractivos explotan, aunque –eso sí– son los principales sufridores de sus inconveniencias. Es la globalización, amigos. Otra versión más del rentismo característico del capitalismo en el siglo XXI. Una parte muy considerable del dinero producido a base de vender lo mejor de los espacios públicos de nuestras ciudades se va en forma de rentas del capital a otras ciudades, las ciudades globales donde residen los más ricos del planeta. Cada una de esas urbes es un nicho con las condiciones ideales para su estilo de vida millonario. Ciertamente las estrategias residenciales son un componente significativo de la constitución de una plutocracia global. Y mientras, los demás a jodernos con la conversión de nuestras ciudades en vulgares parques temáticos en pos de la utopía del libre mercado. Pero el libre mercado nunca es lo suficientemente libre para hacer negocio a tu costa. Así que, como diría la Marquesa de Quirón. "Si no te gusta mi modelo de ciudad, vete a otro lado a vivir"

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