viernes, 21 de noviembre de 2025

Promoción 12

No sé si yo puedo aportar algo a esta discusión. La llamo discusión porque, para mi, debate es otra cosa. Creo que aquí sobran opiniones y faltan argumentos y hechos contrastados. El problema de las opiniones es que son como los culos: Todos tenemos uno y pensamos que los de los demás apestan. Estoy de acuerdo con Pascal cuando decía que "La reina del mundo es la fuerza y no la opinión; pero es la opinión quien usa de la fuerza". También digo que el valor de una opinión es directamente proporcional al conocimiento real que sobre el tema del que versa tiene la persona que la emita, e inversamente proporcional a la carga emocional que contenga. Tal como está el patio urge salvar todo aquello que es estrictamente necesario. Una de esas cosas es la honestidad. Para mí el valor de la honestidad está en actuar con decencia, respeto y dignidad. Creo que es honesto decir lo que realmente se piensa. Lo que me provoca alguna dudas -honestamente, pocas- es si es lo mismo pensar que opinar.

Estoy de acuerdo en que todo el mundo tiene derecho a expresar libremente su opinión. Pero, dicho esto, empieza a cansarme ver todos los días a alguno de esos tipos expertos en acosar a otros, inventarse bulos sobre cualquier cosa, emprender campañas de odio contra periodistas, gente de la cultura, meteorólogos, o lo que se ponga a tiro ideológico, o reventar ruedas de prensa.

Me sorprende también, por ejemplo, la facilidad con la que algunos periodistas piden opinión a los famosos sobre asuntos que quedan fuera de su negociado. No sé muy bien por qué tengo que escuchar las milongas de un cantante sobre geoestrategia, ni por qué tantos deportistas dan charlas sobre educación, o por qué un torero me tiene que dar la turra con eso de que antes (¿antes de qué?) había más libertad (¿libertad para qué, para escabechinar toros o para tocarle el culo a una "gachi"?). ¿Qué ha pasado para que cualquier miembro de la farándula se crea con derecho a pontificar sobre las cuestiones más diversas? ¿Desde cuándo las opiniones de Mario Vaquerizo tienen más valor que un chiste del Risitas? ¿Ustedes quiénes son y por qué tenemos que escucharles? Cuando los verdaderos problemas de nuestro tiempo son expuestos y discutidos por el primero que pasa por allí se crea la ficción de que todo no son más que opiniones.

Ha salido por ahí a colación un tal Vito Quiles -Vito Zoppellari Quiles, para más señas- un tipo que fue jefe de prensa de Alvise Pérez, un eurodiputado ultraderechista acusado por el Tribunal Supremo -el mismo de la sentencia de ayer por -de momento- dos delitos: uno por acosar por redes sociales a la fiscal contra delitos de odio de Valencia; y otro por financiación irregular. Esto son datos contrastables, no opiniones. Don Vito últimamente se pasea de universidad en universidad, y no precisamente para visitar sus bibliotecas. Libertad de expresión, dicen. Hasta ahí bien. Me guardo mi opinión sobre lo que este señor hace, aunque nunca podré sentir respeto algunos por quien anima a organizar cacerías de migrantes, con quienes ven a todos los menores migrantes no acompañados como delincuentes, con quienes aplauden a un grupo de descerebrados musculados que amenazan y pegan palizas a las personas que no pueden pagar su alquiler, con quienes se burlan y hostigan a las personas trans, con quienes niegan la violencia machista, con quienes irrumpen en la plaza de Chueca de Madrid gritando "fuera sidosos del barrio", con quienes agreden a periodistas que no piensan como ellos, con quienes exaltan dictaduras, con quienes se burlan +ellos, tan cristianos- de los que aún yacen en las cunetas, con quienes vitorean los ataques a los Derechos Humanos, con quienes piden "colgar" a me da igual quien sea, o callan ante los que dicen que habría que fusilar a 26 millones de españoles, con quienes no se inmutan ante la muerte de 7291 ancianos en las residencias de Madrid, con quien llama "putas" a periodistas, con quien se niega a manifestarse a favor de las asesinadas por violencia de género...

No voy a discutir quién es el responsable de la crispación. Sobre todo si eso conduce a una discusión crispada. Lo que si tengo claro es que las democracias europeas -las de verdad, no las surgidas tras la caída del régimen comunista, rápidamente atenazadas por el síndrome del converso y una galopante corrupción- tienen un poderoso componente fundante que las define y les aporta solvencia ética y política a su convivencia democrática. Ese carácter fundante es el antifascismo. En el caso de España el camino recorrido fue justamente el contrario, pues la democracia llega con la restauración monárquica impuesta por un dictador y "obligada" por la evidencia de que una monarquía tutelada por una dictadura era inviable en la Europa del último cuarto del siglo XX. De ahí se derivan muchos de nuestros males. Esa es la base de la Transición en España, con sus virtudes y sus defectos. Y, entre éstos, una torticera interpretación de la "reconciliación", usada como un obstáculo para revisar o confrontar el pasado de manera abierta y honesta, con luz y taquígrafos, buscando la verdad sea la que sea; y la "concordia" impuesta como forma de hacer caso omiso de las heridas pasadas, en lugar de resolverlos de forma significativa.

Lo de "no abrir heridas" está muy bien, pero conviene que éstas estén previamente cerradas. Lo de que "hay que pasar página" también lo acepto, pero yo debo ser un raro que no entiende que se pueda pasar la página de un libro sin haberla leído previamente. Aunque no me guste lo que en ella esté escrito.

Y, por último y sin acritud. No entiendo que en lo que debería ser un debate, o incluso un intercambio firme, pero sereno de opiniones entre personas adultas, quepan expresiones como: Sí, sí. Lo que vosotros digáis"


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